Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín
Han ardido enormes extensiones de bosque. Se ha infligido un perjuicio colosal al medio ambiente. La agricultura que ya de por sí estaba de capa caída, ha sufrido un durísimo golpe. Cientos de miles de campesinos se van a quedar este año sin recoger la cosecha. El aumento de los precios de los principales productos de alimentación va a ser inevitable.
El alcance de la tragedia es evidente: ha afectado a decenas de millones de personas. Y aunque a lo largo de los últimos años Rusia ha venido padeciendo una larga lista de desgracias, la actual se diferencia por sus enormes proporciones. Las consecuencias de lo ocurrido sobre la vida del país están todavía por ver. Millones de personas han estado respirando productos tóxicos, con el consiguiente grave perjuicio para su salud. Habrá que esperar un tiempo para evaluar el alcance real de lo ocurrido. La desgracia en la que se han visto sumidos nuestros conciudadanos ha tenido una gran repercusión por todo el país. Se sigue recogiendo ayuda para los afectados. Tampoco se ha quedado al margen el Partido Comunista de la Federación Rusa. Nuestros camaradas continúan recogiendo fondos y ayuda material para los afectados. El CC del PCFR coordina el trabajo de las organizaciones regionales del partido. Pero ni siquiera el respaldo de todo el pueblo podrá devolver a los familiares y allegados a aquellos que han sufrido tan amarga pérdida en estos días de incendios.
Por desgracia ha sucedido lo que siempre sucede cuando el gobierno actúa «a lo que salga», cuando es incapaz de cumplir con su cometido, cuando desoye la voz del pueblo. Ha ocurrido aquello que nosotros, los comunistas, hemos estado intentando evitar denodadamente. Habíamos advertido de las crecientes amenazas que se cernían sobre el país a todos aquellos de los que depende la toma de importantes decisiones en el país. Hace cinco años, nuestro partido difundió en la Duma un informe especial, «los límites de la caída», elaborado por los mejores científicos. En el 2006-2007 nos opusimos frontalmente a la nueva y destructiva ley de bosques. El mismo concienzudo trabajo que llevamos a cabo durante la discusión sobre la ley del agua. En las diferentes mesas redondas que se organizaron entonces en la Duma se analizaron al detalle esos documentos. Hicimos llegar a la dirección del país informes especiales sobre el tema.
Hemos mantenido una línea consecuente para la utilización de nuestras riquezas en tierras, bosques y agua en beneficio de todos los ciudadanos de Rusia. Exigimos que el estado asumiese la regulación de sus relaciones. Demostramos que la adopción de las nuevas leyes de bosques y recursos hídricos contradecían esas tareas. Hicimos un gran esfuerzo por llegar a la opinión pública, utilizando todos los medios a nuestro alcance, desde la tribuna parlamentaria hasta los actos de protesta. Recurrimos a todas las posibilidades que nos dejan de llamar a la puerta del gobierno. Pero no pudimos abrir una brecha en esa formación de funcionarios tras la que se esconden los intereses del gran capital y el beneficio personal.
Tras las inundaciones en el río Lena y el Cáucaso norte y el terremoto en Sajalín, exigimos al gobierno medias mucho más concretas y decididas para poner orden. Insistimos en que el accidente en la central hidroeléctrica de Sayan-Shushen no hacía más que confirmar la imperiosa necesidad de recuperar la propiedad estatal sobre los sectores estratégicos de la economía. Explicamos que el incendio en la discoteca «el caballo cojo» de Perm exigía que se adoptase un paquete entero de medidas que velase por la seguridad de los locales públicos. Demostramos cómo los superbeneficios de los «reyes del carbón», que ahorraban en medidas de seguridad y salud para los mineros, eran el camino seguro para que se produjesen accidentes en las minas «Raspadskaya» y «Voroshilov» en el Kuzbass.
Lamentablemente no pudimos conseguir que el gobierno entrase en razón. No les convencimos para que encendiesen el semáforo rojo en el camino de la oligarquía al enriquecimiento. La raíz del mal permanece intacta: esa incontenible y cínica carrera del capital tras el beneficio. Los círculos gobernantes están resueltos a satisfacer sus apetitos. Insisten en despojar al estado de la responsabilidad en las esferas más importantes de la actividad económica. El capitalismo criminal ha acabado con casi todas las haciendas colectivas, que estaban preparadas para hacer frente a sequías e incendios.
Nuestros máximos responsables se han esforzado por designar a los «cabezas de turco» a los que hacer pagar el pato por cada accidente o catástrofe. Al mismo tiempo se garantizaba la inmunidad de los principales funcionarios, responsables de los más abominables experimentos sobre el pueblo y nuestro país. Kudrin sigue siendo «insustituible», pues para algo ejecuta con éxito el desangrado de nuestra economía y su esfera social, cargando los gastos sobre los hombros de las regiones más pobres.»Insustituible» es Serdiukov, pues es difícil encontrar a alguien más indicado para transformar el ejército en un puesto de mercadillo. «insustituible» es Fursenko, avezado especialista en enterrar sin inmutarse los mejores logros de nuestra ciencia y nuestro sistema educativo. «Insustituible», cómo no, sigue siendo el principal privatizador del país, destructor del mejor sistema energético del mundo, al que han dado ahora en arriendo el desarrollo de la nanotecnología (se refiere a A. Chubais. N de la T.).
Las cabezas visibles del país culpan ahora de lo sucedido a los gobernadores y sus funcionarios. Los gobernadores piensan que la culpa es del gobierno central, pero despiden a los responsables locales. Los responsables locales creen que la culpa de todo la tiene la calamitosa política del gobierno, aunque no lo digan en voz alta.
Todos y todo son los culpables: el clima y los elementos, las turberas y los amantes de pasar el día en la naturaleza, los vendedores de ventiladores y los ciudadanos que no habían arado sus huertos y campos en los pueblos. Inocente es su partido gobernante. No son culpables ni política, ni jurídica, ni moralmente.
A la gente que no ha creado nada en esta vida le gusta echar la culpa a los demás. Aquellos que no han levantado nada con sus propias manos, son luego los primeros en echarse flores. Este autobombo del actual gobierno no hace más que alejarlo más de la vida real. Baste con un ejemplo. Contrariamente a todas las promesas de los funcionarios, son muchos los veteranos de la Gran Guerra Patria que siguen sin recibir los apartamentos prometidos.
A la luz de los incendios de este 2010 ha quedado en evidencia la incapacidad del gobierno en asuntos concretos. Millones de personas han tenido que hacer frente al problema de cómo defender su vida, su techo, su futuro. Los ciudadanos de Rusia han descubierto que el gobierno, sus figuras más destacadas, están incapacitados para resolver los problemas de gobierno y cumplir con sus obligaciones. Los intentos de otorgar alguna relevancia a su actividad, de demostrar el «modo manual de gobierno», solo ha venido a subrayar la incompetencia y torpeza de la vertical de poder.
Lo que ha ocurrido no solo representa una lección para el propio gobierno. Es también una lección para el país y sus habitantes. Una lección para aprender a valorar la situación no por lo que te cuentan o enseñan por la televisión, sino por los hechos y las capacidades. Una lección de cómo luchar por sus derechos y formar un gobierno en interés del pueblo.
Los especialistas ya habían advertido que el de este año sería un verano caluroso. Es algo que indicaban los pronósticos de los meteorólogos y la experiencia práctica de la administración. Por consiguiente el fuego con sus elementos no se nos echaron encima de repente, sino que cabía esperarlos. Sin embargo no se adoptó ninguna medida para preparar al país ni su población para una situación de emergencia.
Hay asuntos en los que un gobierno está obligado a trabajar sin necesidad de que haya una advertencia específica. Hay problemas para los que debe estar siempre preparado. Minimizar las consecuencias de los desastres naturales, de los conflictos militares y políticos, de los bloqueos económicos, del terrorismo y de la delincuencia, son competencia directa del estado. Para eso existe el Ministerio para Situaciones de Emergencia (MSE) y otras organizaciones. Para eso debe haber sido diseñado un plan de medidas profilácticas y de movilización. «La profilaxis de las enfermedades es más barata que su tratamiento»; es esta una máxima aplicable no sólo a la medicina. Y si el gobierno no lo entiende, se convierte en algo perjudicial para la sociedad que debe ser sustituido.
Las prioridades del régimen gobernante están cada vez más convirtiendo Rusia en el reino del absurdo. Las estructuras del MSE, a la hora de pedir voluntarios para ir a apagar los incendios, les pedían que viniesen preparados con su comida, con sus botellas de agua, y hasta con sus propias máscaras antigás. Y el deseo de los funcionarios de agradar a la dirección les lleva cada vez con más frecuencia a actuar siguiendo el guión de un mal chiste. La medición de los fenómenos atmosféricos y sus registros se llevan a cabo desde no más de doscientos años. Algo que no ha impedido a los responsables del instituto de Meteorología llegar a afirmar que una ola de calor como la sufrida no se daba en Rusia desde hace más de mil años.
Hemos conseguido desarrollar un sistema capaz de convertir en farsa cualquier tragedia. Destacadas figuras del gobierno hicieron un llamamiento a la oposición para no convertir el dolor de la gente en arma política, lo que no impidió que fueran ellos mismos los que primero comenzaran a hacerlo.
Haciendo ver que participaban personalmente en la extinción de los incendios, estaban en realidad reconociendo el colapso del sistema que dirigen. La función de un gobierno consiste en prevenir las catástrofes, asegurar unas condiciones seguras para la vida de la población. Una tarea esta en la que han fracasado estrepitosamente. La oleada de incendios ha afectado a todas las regiones del centro. Es una tragedia que no pueden disimular ante los televidentes por mucho que se esfuercen. En una situación así tampoco basta con las videocámaras de seguridad que vigilan la construcción de las viviendas que han de sustituir a las casas que han ardido.
El gobierno, ocupado como está en desenmascarar el pasado soviético con el fin de justificar su arbitrariedad «funcionario-oligárquica», se niega a querer a prender algo de sus predecesores. Ya en los años 30 en la URSS para la lucha contra los incendios se fabricó un tren oruga todoterreno, el «Yaroslvets». Posteriormente se comenzó a fabricar maquinaria pesada para la extinción de incendios sobre la base de la maquinaria militar. En el país aparecieron las primeras unidades militares para la instalación de tuberías, reconvertidas ya en 1952 por decisión de Stalin en un género especial de tropas.
El tiempo confirmó la importancia de esas decisiones para la seguridad del país. Esas tropas salvaron miles de vidas de nuestros soldados en Afganistán, fueron una ayuda confiable que ayudó en la catástrofe de Chernóbil y el terremoto de Spitak, en los incendios de bosques y turberas. Al comienzo de las «reformas» eran tropas compactas bien pertrechadas y preparadas para cualquier eventualidad. No solo ofrecían cobertura a las tropas durante los combates, también representaban una reserva estratégica para situaciones de emergencia. Ahora, con la transformación emprendida por Serdiukov, todas esas brigadas se han visto reducidas en esa «nueva imagen de las Fuerzas Armadas». Solo han quedado algunas brigadas aisladas en alguna circunscripción militar y en la marina. El país se ha quedado sin una importante reserva estratégica.
El enfoque integral de los problemas permitía a la URSS resolver las tareas más complejas. En 1972 también se produjo una ola de calor similar, pero entonces los incendios de bosques y las turberas en llamas no se convirtieron en un cataclismo general. Para la extinción del fuego se movilizaron más de cien mil soldados. Ahora han sido once mil y además con retraso. En aquel entonces, sólo en la región de Moscú se desplegaron 300 líneas de tuberías con una longitud total de 1300 km. Por el contrario el gobierno actual apenas ha conseguido desplegar 170 km, en el territorio de 4 regiones: Moscú, Nizhegorod, Riazan y Vladimir. ¿Debemos sorprendernos de que las pérdidas de los incendios del 2010 superen en varias veces a las pérdidas del 72?
La ingeniería nacional ofrece hoy propuestas interesantes, pero el gobierno se empeña en ignorar las posibilidades de la aeronáutica nacional y de otros sectores. Ya a comienzos de la década la oficina de diseños y proyectos de los Urales diseñó un tanque contraincendios. Podía cargar una importante reserva de agua, avanzar campo a través y abrirse paso en el interior del bosque hasta llegar al foco del incendio. Su conversión sobre la base de los T-72 podía resultar bastante asequible desde el punto de vista económico. Pero el proyecto no vio la luz. Incluso ahora, tras las amargas lecciones de este verano, el gobierno no se apresura a actuar de un modo diligente. Sigue sin prestar atención a los diseños nacionales, pero estudia la posibilidad de adquirir maquinaria contraincendios en el extranjero.
El PCFR considera que este retraso en la adecuación del país a los intereses nacionales puede acarrear consecuencias irreparables. Todo el mundo ha podido constatar que la actual composición del gobierno que encabeza Putin es incapaz de hacer frente a los problemas que se acumulan. La situación requiere que el presidente de la Federación de Rusia, como cabeza visible del estado y como político sin partido, se responsabilice personalmente de desatascar esta «obstrucción administrativa».
Al mismo tiempo el PCFR insiste en la ejecución de las siguientes medidas prioritarias:
1. Llevar a cabo un análisis detallado de los motivos y las consecuencias de la situación excepcional de este 2010, en el Consejo de Estado y en una sesión especial de la Duma.
2. Adoptar en el transcurso de dos meses un plan especial de actuación para todo lo relacionado con la seguridad nacional, la defensa del país y de la población ante situaciones de emergencia.
3. Redactar una nueva ley de Tierras, bosques y recursos hídricos. Paralizar, hasta su aprobación, las leyes vigentes, en lo concerniente al paso a manos privadas de la tierra, bosques y acuíferos.
4. Detener inmediatamente los planes vigentes de futura privatización de la propiedad estatal. Abordar el incremento de la propiedad estatal y la eficacia de su gestión.
5. Reconocer como imprescindible el desarrollo de las haciendas colectivas y de las empresas de economía forestal como condición imprescindible para la resolución de los acuciantes problemas. Diseñar y poner en marcha un programa de recuperación de las grandes haciendas colectivas altamente especializadas para la producción y comercialización de la producción agraria.
6. Restablecer el Servicio nacional de guardabosques. Ejecutar un programa integral para la recuperación de la fertilidad de las tierras y la roturación de las tierras baldías. Crear brigadas especializadas en trabajos de mejora.
7. Aumentar la financiación del Complejo agroindustrial, hasta alcanzar cuando menos un 10% del gasto presupuestario. Recuperar en el transcurso de cinco años la base material y técnica del sector agrario y su equipamiento energético. Poner en marcha un programa que asegure unas condiciones normales de vida para la gente del campo.
La ejecución de estas medidas mejorará considerablemente la competitividad de Rusia en el siglo XXI, mejorando la defensa de los ciudadanos del país ante accidentes y catástrofes. Sin la utilización de estas medidas todas las conversaciones sobre la modernización del país seguirán siendo palabrería hueca.
Por su parte el grupo parlamentario del PCFR está dispuesto a presentar nuevamente nuestra propuesta en el orden del día de la Duma para proyectos de ley de Tierras, bosques y recursos hídricos, rechazados anteriormente por «Rusia Unida».
Notas:
1. Aldea bielorrusa que fue incendiada por los nazis durante la guerra con sus 150 habitantes dentro
Fuente: http://gazeta-pravda.ru/content/view/5518/34/
rJV