El guión que desembocó en la renuncia de Air France-KLM a la compra de Alitalia se ha repetido, casi letra por letra, en las negociaciones con CAI. Esta sociedad fue formada recientemente por 18 grandes empresarios locales a los que SILVIO BERLUSCONI había metido a empujones en el proceso para la salvación de la aerolínea […]
El guión que desembocó en la renuncia de Air France-KLM a la compra de Alitalia se ha repetido, casi letra por letra, en las negociaciones con CAI. Esta sociedad fue formada recientemente por 18 grandes empresarios locales a los que SILVIO BERLUSCONI había metido a empujones en el proceso para la salvación de la aerolínea transalpina, a cambio de Dios sabe qué favores. El presidente cumplió así uno de los grandes compromisos que contrajo en la campaña previa a las elecciones generales de abril: evitar que Alitalia cayera en manos extranjeras. Sin embargo, la jugada le ha salido mal debido a la pésima situación de la compañía aérea de bandera, a la indómita actitud de los sindicatos y al escaso interés real de esos empresarios por meter la mano en un avispero del que pocas ganancias podían sacar.
La retirada de la oferta ha cogido con el pie cambiado a los trabajadores, cuyos representantes habían mantenido viva su esperanza, a pesar de que el desarrollo de los acontecimientos en los últimos días no permitía presagiar nada bueno. Los líderes sindicales confiaban en que, por su origen político, este postrero intento para que Alitalia no se despeñara saldría finalmente adelante, y por ello tensaron la cuerda más de la cuenta. Tal fue su confiada arrogancia que, poco antes de levantarse de la mesa, el cabeza visible de CAI, ROBERTO COLANNINO, presidente de Piaggio, tuvo que recordarles que no estaban tratando sobre la compra de «una joya» sino de una empresa en quiebra. La satisfacción con que algunos colectivos, entre otros el de pilotos, acogió la ruptura de las negociaciones es una muestra palpable de su inconsciencia.
La opinión más extendida entre ellos es que la última palabra sobre no se ha dicho y que el Gobierno impedirá que todo se vaya al garete. En sus cálculos cuentan con que Berlusconi, que montó en cólera al conocer lo ocurrido, no querrá pasar a la historia como el hombre bajo cuyo su mandato Alitalia desapareció de la faz de la tierra. Y puede que el tiempo les dé la razón. Lo que no tiene vuelta de hoja, pase lo que pase, es que al final los trabajadores tendrán que arrostrar los sacrificios a los que se niegan, ya sea para que la compañía sobreviva o después de muerta.
Berlusconi no es inocente
La airada reacción de Berlusconi tras la ruptura de las negociaciones no deja de ser paradójica, toda vez que él es uno de los principales culpables de que Alitalia no forme parte hoy del principal grupo aéreo del mundo. El ahora presidente hizo cuanto estuvo en su mano, antes de las elecciones de abril, para torpedear la opción de Air France-KLM por pura conveniencia política. Y de aquellos polvos vienes estos lodos.
Un callejón sin salida
Resulta paradójico que, después de aquel lamentable episodio, Berlusconi se queje ahora de que «no hay ninguna alternativa a CAI para evitar la bancarrota de Alitalia». ¿Cómo iba a haberlo, a la vista de la irresponsabilidad manifiesta con la que están conduciéndose en esta materia Il Cavaliere y los sindicatos de la aerolínea? ¿Quién va a ir a por agua ahí, con el alto riesgo que existe de salir escaldado?
Cuestión de días
Al administrador de la compañía se le acaba el tiempo para encontrar una solución, que cada vez parece más remota. Las autoridades de aviación civil le dieron el viernes a AUGUSTO FANZONI un plazo de diez días, antes de retirarle a Alitalia la licencia de vuelo. Una de las condiciones para conservarla es disponer de liquidez suficiente para tres meses, algo que la aerolínea, hoy por hoy, está muy lejos de cumplir