«La Liga Norte redobla sus ataques racistas a la ministra Kyenge». Así rezaba el titular de Pablo Ordaz en El País del pasado jueves [1]. El marco: el nuevo líder del partido, Matteo Salvini, se ha reunido en Estrasburgo con la ultraderechista francesa Marine Le Pen. El diablo les crea y ellos se juntan como […]
«La Liga Norte redobla sus ataques racistas a la ministra Kyenge». Así rezaba el titular de Pablo Ordaz en El País del pasado jueves [1]. El marco: el nuevo líder del partido, Matteo Salvini, se ha reunido en Estrasburgo con la ultraderechista francesa Marine Le Pen. El diablo les crea y ellos se juntan como colegas. Las elecciones europeas se acercan, apenas faltan cuatro meses.
Los redoblados ataques de la Liga italiana contra la ministra de Integración, Cécile Kyenge, una médico oftalmóloga nacida hace 49 años en la República Democrática del Congo, «tienen mucho que ver con el color negro de su piel». Pero no solo: hay en el fondo, e incluso en las formas, política-politiqueo institucional, en el peor de los sentidos de la expresión que existe por supuesto: forma parte de una clara y estudiada estrategia del partido nacionalista italiano para las elecciones de mayo. ¡Hay que trabajar el voto de los más confundidos, de los más deshumanizados, de los más desesperados!
«La Padania», el órgano oficial de la Liga, ha tenido una brillante idea, digna de Mussolini por ejemplo, y ha inaugurado una sección titulada «Aquí, Kyenge». Avisan con ella a sus partidarios de todos los actos oficiales de la ministra. Para que estén informados y obren en consecuencia: que le monten un cirio cada vez que tengan ocasión
Dirigentes y simpatizantes de la Liga Norte, el mismo partido que promovió una ley todavía sin anular «que considera delito la inmigración irregular», no han dejado de tener a la ministra en el punto de mira. ¿Por qué? Por su negritud, pero, sobre todo, porque uno de los principales, sensatos y razonables objetivos de la Ministra italiana es que los hijos de los inmigrantes nacidos en Italia tengan derecho a la nacionalidad del país. La Liga pretende que no lo tengan. Yo que, por ejemplo, soy catalán, no lo sería porque mis padres eran oscenses y, sobre todo, campesinos pobres.
Hay más compases. La orquesta está dirigida.
El vicepresidente del Senado, Roberto Calderoli, que lo sigue siendo, ha comparado a la ministra con un orangután.
Unos militantes racistas le arrojaron plátanos a la salida de un acto.
Una consejera municipal liguista propuso que la violaran «para que sufriera en carne propia los crímenes cometidos, supuestamente, por los inmigrantes».
Cada vez que Cécile Kyenge acude a algún acto en el norte italiano, grupos de simpatizantes l.n., más o menos organizados (es decir, muy organizados),»se arremolinen a la entrada para dedicarle un amplio muestrario de insultos».
A partir de ahora, como se apuntó, lo tienen más fácil. «La Padania» les da la información de sus desplazamientos.
Massimo Bitonci, el portavoz de la Liga en el Senado, ha apuntado que su partido terminará «forzando su dimisión». Sus razones, el lema de su hora: «el único interés de la ministra es favorecer a la negritud».
Al anterior dirigente de la Liga, a Umberto Bossi, lo recibió en su día en su despacho oficial el ex president de la Generalitat Jordi Pujol.
El día 12 de septiembre los diputados de la Liga acudieron al Parlamentario italiano con la estelada, demostrando su alegría por la cadena del 11 de septiembre. ¿No tendría la Assemblea Nacional Catalana que desmarcarse de una compañía tan poco presentable? Quiero pensar que no comulgan con ninguna de sus ideas. Luego, entonces, ¿por qué no les denuncian públicamente? «La Liga del Norte es un grupo racista y xenófobo. Nada tenemos nada que ver con ellos; en nada». Es así de fácil.
Nota:
[1] El País, 16 de enero de 2014, p. 6
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