Para enfrentar el sistema capitalista que ha generado una crisis civilizatoria es imperativo una fuerza política de vanguardia capaz de dirigir a los sectores sociales, a las clases trabajadoras y a los oprimidos con miras a consolidarse como sujeto político que permita llegar al poder, sostiene el sociólogo argentino y excandidato a la Vicepresidencia de […]
Para enfrentar el sistema capitalista que ha generado una crisis civilizatoria es imperativo una fuerza política de vanguardia capaz de dirigir a los sectores sociales, a las clases trabajadoras y a los oprimidos con miras a consolidarse como sujeto político que permita llegar al poder, sostiene el sociólogo argentino y excandidato a la Vicepresidencia de la Nación por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores en las elecciones de octubre de 2011, Christian Castillo.
Desde su perspectiva, la crisis del capitalismo va a dar lugar a una serie de traumatismos y de convulsiones agudas en el escenario internacional que puede generar un escenario propicio para que los sectores de izquierda y alternativos a la globalización neoliberal concreten una propuesta anticapitalista para evitar el reciclaje de este sistema injusto y criminal.
Castillo es un dirigente político y docente universitario que ha dedicado buena parte de su vida al activismo en favor de la clase trabajadores y de los sectores menos favorecidos, en su país, Argentina.
Referente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), es sociólogo y profesor de diversas materias en la Universidad de Buenos Aires -donde cursó sus estudios- y de la Universidad Nacional de La Plata. Es director de la revista Lucha de Clases y coordinador del Instituto de Pensamiento Socialista (IPS). Autor de «Estado, Poder & Comunismo», (2003), libro en el que polemiza con la obra de Tony Negri y otros autores contemporáneos que sostienen las tesis del «fin del trabajo». En octubre de 2011 publicó su último libro que lleva por título: « La izquierda frente a la Argentina kirchnerista» en el que compila varios de sus artículos periodísticos para dar una mirada alternativa a un período de ebullición política y social que va desde los meses posteriores a la rebelión popular de diciembre de 2001 hasta el final del primer mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
En el ámbito internacional, en enero del año 2000 se sumó a las protestas estudiantiles contra la privatización de la Universidad Autónoma de México, por lo que fue detenido siendo liberado luego de una importante campaña internacional de solidaridad.
En las elecciones presidenciales de octubre de 2011 fue el compañero de fórmula de la alternativa que encabezó Jorge Altamira por el Frente de Izquierda, nuevo sector político argentino en el que confluyen varias tendencias políticas y sociales de origen marxista.
En un café adyacente a la Facultad de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, en donde ejerce como docente, atendió la invitación del Observatorio Sociopolítico Latinoamericano WWW.CRONICON.NET para dialogar sobre la crisis capitalista y la actual coyuntura internacional.
La insubordinación social requiere de una dirección revolucionaria
– «El mundo hay que rehacerlo» ha señalado usted al referirse a lo que ha sido la herencia del capitalismo. ¿Es de esa magnitud la crisis capitalista que al mundo hay que hacerlo de nuevo?
– El mundo se puede rehacer sobre la base de lo heredado. Si la clase trabajadora llegara al poder partiría de lo que el mundo capitalista ha dado. El mundo capitalista genera las condiciones de posibilidad para una sociedad en la que el hombre se libere del trabajo alienado y pueda salir del reino de la necesidad hacia el reino de la libertad. Con el nivel de desarrollo técnico actual podría trabajarse tres o cuatro horas al día y el resto dedicarlo al ocio productivo, a adquirir los conocimientos de la cultura, de las artes, de la ciencia para toda la población, algo que el capitalismo lo impide. Es decir, esa contradicción entre la potencialidad que existe a partir de las condiciones materiales dadas y la traba para el desarrollo de esa potencialidad son las relaciones capitalistas de producción y la propiedad privada que debemos superar y para ello tenemos que intervenir. Lo que es imposible es que el capitalismo supere por sí mismo esa contradicción.
– Si bien el capitalismo ha causado una crisis civilizatoria, no se observa una alternativa para superarlo. ¿Hace falta para ello la consolidación de un sujeto histórico?
– Desde el punto de vista de la potencialidad ese sujeto existe y es la clase trabajadora. Desde el punto de vista de la transformación de la clase obrera en un sujeto político propio todavía estamos lejos. Creo que estamos en una época de contradicción en cuanto a la posibilidad de que la clase obrera derive en clase revolucionaria. Ahora, son las mismas condiciones de la crisis capitalista las que llevan a los trabajadores a la lucha y a pegar saltos en su evolución como sujeto político. Lo que debemos tener es una visión evolutiva, gradual, del cambio de tendencias en la clase obrera. Las formas son a veces abruptas, compulsivas y esas transformaciones del sujeto político no se dan automática o espontáneamente sino a partir de la existencia de una fuerza política de vanguardia que pueda dirigir a la clase obrera para llevarla a la conducción del poder.
– ¿En el caso de América Latina, el sujeto político lo encarna la clase obrera o los movimientos sociales?
– No, no, la clase obrera, siempre que la entendamos que no hay una distancia entre ésta y el resto de los oprimidos que luchan por una sociedad igualitaria. Lo que tiene la clase obrera es la centralidad dentro del modo de producción capitalista que continúa vigente y la posibilidad de articular a ese conjunto de sectores oprimidos y explotados en una lucha común para terminar con el dominio del capital. En algunos de los llamados movimientos sociales hay una estrategia de no cuestionar el capitalismo sino de pelear por demandas mínimas o de inclusión al sistema y lo que puede hacer la clase obrera es plantear una perspectiva que permita que en esos movimientos surjan sectores anticapitalistas para configurar una fuerte alianza social que posibilite llegar al poder.
– Hay analistas que sostienen que las guerras y las crisis económicas son las formas que el capitalismo tiene para reproducirse. ¿Está de acuerdo con esa apreciación?
– Esa es una realidad parcial en el sentido de que una cosa es señalarlo como un mecanismo del propio capital y otra es si la historia no estaría presente o ya estuviese escrita. Es decir, las crisis y las guerras abren muchos escenarios posibles. Abren también el escenario posible de la revolución. Una guerra puede ser una forma del capitalismo de reciclarse o puede ser su enterramiento, ambas cuestiones están abiertas, como decía Marx en el Manifiesto Comunista, la historia es la de la lucha de clases y el resultado de esta lucha es siempre abierto, entonces no creo que se pueda decir que una crisis, sobre todo de la magnitud como la que estamos viviendo, es simplemente un mecanismo del capital para reordenarse. Eso puede darse, pero también puede suceder lo contrario, que el resultado sean grandes revoluciones y que el sistema se supere.
– ¿Un proceso revolucionario, para el caso de América Latina, debe estar precedido de una serie de reformas o se puede llegar sin un escenario previo?
– Se puede llegar de una a la revolución, de hecho lo vimos con la revolución socialista cubana, una lucha que termina con el régimen de Fulgencio Batista y luego con la expropiación de los capitalistas. No veo porqué en otros países de América Latina esa dinámica no puede darse nuevamente. Ahora, la crisis y los procesos de insubordinación social para que culminen en una revolución requieren de una dirección revolucionaria, de lo contrario la energía de las masas es contenida o bloqueada para que se vaya en otra vía, impidiendo que este movimiento de protesta social cuestione al sistema y sirva, en cambio, para su propio reciclamiento.
– ¿Estarán dadas las condiciones objetivas y subjetivas para concretar una dirección revolucionaria?
– Según a lo que nos refiramos, yo creo que existe la necesidad de conformarla y que hay embriones o sectores que luchamos por una dirección revolucionaria, pero hay que tener en cuenta que no es igual el grado de maduración en todos los países. La situación objetiva en América Latina es que ahora estamos en una coyuntura en que la región ha sido favorecida por las condiciones de la crisis, un poco paradojalmente, el alza de los precios de las materias primas favorecieron los ingresos de todos los países exportadores y eso ha permitido atemperar las contradicciones. Esto, desde mi punto de vista, es frágil, coyuntural, no tiene perspectiva de largo aliento, porque con todos los elementos de la crisis capitalista se van a generar en el continente nuevos momentos de agudización de las contradicciones sociales y políticas.
– ¿Cómo caracteriza los procesos políticos de gobiernos progresistas en América Latina como Venezuela, Ecuador y Bolivia?
– Tienen un punto en común que es el hecho de haber surgido posteriormente a la crisis que golpeó fuertemente a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Sin esa crisis creo que no se hubieran podido dar fenómenos políticos como éstos. De algún modo dieron lugar al debilitamiento de las condiciones de dominación imperialista en el continente, producto también de las múltiples rebeliones populares que hubo en nuestra región, además de Bolivia y Ecuador se dieron igualmente en Argentina. En Venezuela, el caso fue un poco más peculiar porque se dio con una suerte de aspectos como el «Caracazo» como irrupción de masas y el desmoronamiento del régimen que se fue pudriendo hasta que Hugo Chávez asume el poder y encarna un gobierno que es lo más parecido a los gobiernos nacionalistas-burgueses de la entreguerra como fueron el cardenismo en México, el peronismo en Argentina, el varguismo en Brasil, y el MNR boliviano. En el caso de Evo Morales si bien su irrupción se debe al protagonismo del movimiento campesino en Bolivia su proyecto no es ir hacia el socialismo, más allá de la frase socializante que pueda tener, sino como lo expresó el vicepresidente Álvaro García Linera, a un capitalismo andino como concepto más general, que no otorga a las masas populares aquellas demandas por las que lucharon como la emancipación social y el acceso a la tierra, sino que se limita a la garantía de los derechos políticos y culturales que en buena medida se han obtenido.
– ¿Y cómo definiría los gobiernos del Partido de los Trabajadores del Brasil con Lula da Silva y Dilma Rousseff, algo muy similar a los de los Kirchner en Argentina?
– Incluso diría un poco más a la derecha que los gobiernos de los Kirchner en la Argentina porque mantuvieron inalterable el poder del capital financiero que creció muchísimo durante la presidencia de Fernando Henrique Cardozo. En el caso argentino los Kirchner vinieron después de una situación caótica como la crisis orgánica de diciembre de 2001 en la que el poder burgués implosionó, se dio una subordinación de masas que obligo a dar concesiones al movimiento de masas, mientras que Lula en Brasil no tuvo que afrontar una circunstancia de esa magnitud y asumió en una situación de mayor paz y de contención social. En cuanto a las expectativas del gobierno de Dilma Rousseff, son las mismas que las de Lula en el sentido de que le garantiza a la burguesía brasileña la contención del movimiento de masas y un bajo nivel de lucha de clases. Lo real es que el Partido de los Trabajadores ha perdido el carácter anticapitalista, socialista, aún de impulsor de reformas profundas, simplemente lo que ha hecho es gerenciar el capitalismo brasilero, ejecutar planes asistencialistas y vehiculizar parte del ingreso del capital especulativo hacia el consumo a partir del crédito. La gran política del PT ha sido el endeudamiento de los hogares que hoy supera el 60% de sus ingresos, eso ha facilitado a ciertos sectores el acceso al consumo, generando una especia de burbuja que cuando se reviente va a causar una caída fuerte.
– ¿Cómo vislumbra la salida de la crisis internacional capitalista? ¿Con mayores conflictos o el mundo marcha hacia una transición?
– Creo que vamos a vivir tiempos de muchas convulsiones agudas, revoluciones, saltos bruscos, no veo como se pueda reequilibrar fácil, aún en la hipótesis de que se mantenga el estancamiento de la economía norteamericana ello implica una recesión en gran parte de los países del mundo. Hay muchos puntos débiles por los cuales la crisis puede pegar muchos saltos y vivir episodios tipo Lehman Brothers por distintas circunstancias. Mi pronóstico es que lo peor de la crisis aún no ha llegado, todavía los grandes enfrentamientos sociales que generan las situaciones desesperantes no los hemos visto, ahora las masas están sufriendo el costo del auxilio bancario y el agotamiento del ciclo de salvataje de los bancos transformado en endeudamiento de los Estados, ¿y a los Estados quién los va a rescatar? Yo creo que es una crisis que llegó para quedarse y hay que prepararse para un escenario de convulsiones, de surgimiento de movimientos de izquierda, y también de intentos de respuestas contrarrevolucionarias.
– ¿Y el panorama en ese sentido en América Latina?
– Creo que no hay una toma profunda de conciencia de la magnitud de esta crisis porque existe un convencimiento de que en América Latina no va a llegar. Es necesario prepararse para esos acontecimientos convulsivos, y porque no, revolucionarios. Existe una ilusión de que el periodo reformista que tuvo Latinoamérica se va mantener por más tiempo, sin embargo este no es un periodo fácil y tenemos que prepararnos a través de una salida anticapitalista clara porque ponerse a parchar el sistema no tiene ningún sentido, para lo cual se hace indispensable una inserción importante de la clase trabajadora, de la juventud, de los sectores más combativos para que asuman como propia la perspectiva anticapitalista.