Lejos de dotar al alumnado de capacidad crítica y responder a las necesidades sociales, se pretende subordinar la Universidad a lo que precisen las empresas. En el posgrado se dará la especialización. El problema es que los posgrados no están al alcance de cualquier bolsillo Han pasado ya unos años desde que comenzamos a hablar […]
Lejos de dotar al alumnado de capacidad crítica y responder a las necesidades sociales, se pretende subordinar la Universidad a lo que precisen las empresas. En el posgrado se dará la especialización. El problema es que los posgrados no están al alcance de cualquier bolsillo
Han pasado ya unos años desde que comenzamos a hablar sobre el Proceso de Bolonia, a advertir que el llamado Espacio Europeo de Educación Superior venía a responder al Acuerdo General sobre Comercio de Servicios de la OMC. Entonces, como ahora, mucha gente veía este proceso como algo lejano. Pero está más cerca y nos afecta más de lo que imaginamos, tanto a estudiantes y demás agentes de la Universidad como al conjunto de la sociedad.
Caminando entre los escombros de una «Universidad del País Vasco» en obras, una se encuentra frente a frente con un panel publicitario en el que una entidad bancaria ofrece «más pasta para el máster». Se puede leer, bajo un cartel arrancado que anuncia movilizaciones para el 29 de marzo, que ofrecen créditos de hasta 42.000 euros con «condiciones especiales para alumnos de la UPV/EHU».
Por su parte, la Universidad Pública de Navarra ha comenzado una campaña informativa sobre el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) que terminará el 29 de marzo. Debe ser que nadie les ha comentado que hay una huelga universitaria convocada para ese día en contra de la imposición neoliberal del EEES.
¿Qué trae el Proceso de Bolonia? En la web de la UPNA se puede destacar la frase del vicerrector de Convergencia Europea respecto a las tan mencionadas competencias que deberá adquirir el alumno en el nuevo modelo universitario. Después de aclarar que se trata de competencias profesionales, dice que «cuando hablamos con los empresarios, curiosamente, no nos dicen que nuestros alumnos no tengan conocimientos, sino que les faltan una serie de competencias».
Esa misma novedad, la de la adquisición de competencias y la nueva metodología basada en los créditos ECTS, es el argumento esgrimido por muchos para justificar el nuevo marco universitario en base a una supuesta revolución pedagógica. Ante esta falacia, debemos hacer un par de aclaraciones. No es necesario aplicar una reforma neoliberal para cambiar el modelo pedagógico. Además, que el sistema basado en competencias y en los créditos ECTS supone una revolución pedagógica es una quimera, ya que no se trata de fomentar en el estudiante una capa- cidad crítica, reflexiva y consecuentemente emprendedora con sus reflexiones. El nuevo modelo responde a las necesidades empresariales y prepara al estudiantado para un mercado laboral precario y flexible.
Por ello, al dividir los estudios universitarios en grado y posgrado, respondiendo al incremento de la demanda de mano de obra barata por parte de las empresas, «el primer ciclo de los estudios universitarios comprenderá enseñanzas básicas y de formación general, junto a otras orientadas a la preparación para el ejercicio de actividades de carácter profesional», como reza el Real Decreto 55/2005. De esta forma, lejos de dotar al alumnado de capacidad crítica y responder a las necesidades sociales, se pretende subordinar la Universidad a lo que precisen las empresas. En el posgrado se dará la especialización, que es, al fin y al cabo, lo que marcará diferencias. El problema es que los posgrados no están al alcance de cualquier bolsillo, por lo que se propiciará una nueva elitización.
Tenemos por otra parte el sistema de créditos ECTS. Sería interesante pensar en la función que cumple, dejando a un lado la de estandarizar los sistemas europeos para hacer posible la movilidad de los servicios educativos -es decir, aparte de la función de responder al Acuerdo General sobre Comercio de Servicios-. Este sistema toma como base una jornada de 40 horas semanales, creando así la figura de estudiantes a tiempo completo. Aparte de impedir a la universitaria estudiar y trabajar al mismo tiempo, convierte a las estudiantes en trabajadoras precarias que, en vez de cobrar un sueldo, han de pagar. Se pretende, sobre todo, responder a la necesidad empresarial de acostumbrar al alumnado al ritmo laboral y privar al colectivo estudiantil de tiempo para organizarse y responder ante problemas propios o sociales.
Otro factor a valorar es el de la financiación. Teniendo en cuenta que hasta la Comisión Europea admitió hace ya cuatro años que «el margen de maniobra para incrementar la ayuda pública es limitado», las universidades ya tienen el camino trazado. Les que- dan dos vías: el aumento de las tasas de matrícula y la entrada de empresas en la Universidad.
Dar respuesta a este atropello neoliberal es más que necesario. El 29 de marzo el colectivo estudiantil tiene una cita importante para rechazar el actual sistema educativo. Además, en las universidades tenemos una huelga general en contra del Proceso de Bolonia. Debemos articular una lucha diaria en las universidades, pues sólo así pararemos esta barbaridad y podremos construir una Universidad al alcance, servicio y en manos del pueblo.