La comunidad universitaria compuesta de estudiantes, profesores y personal no docente, vecinos de Rio Piedras, Cayey, Carolina, Bayamón, Aguadilla, Mayagüez, Utuado, Arecibo, Humacao y Ponce, padres, madres, el pueblo de Puerto Rico y su diáspora en el extranjero lamentamos la sensible pérdida de nuestro primer centro docente. Agradecemos los denodados esfuerzos de los diversos comités […]
La comunidad universitaria compuesta de estudiantes, profesores y personal no docente, vecinos de Rio Piedras, Cayey, Carolina, Bayamón, Aguadilla, Mayagüez, Utuado, Arecibo, Humacao y Ponce, padres, madres, el pueblo de Puerto Rico y su diáspora en el extranjero lamentamos la sensible pérdida de nuestro primer centro docente.
Agradecemos los denodados esfuerzos de los diversos comités negociadores que trataron hasta la última hora de reanimar el exhausto cuerpo universitario aquejado por grave déficit presupuestario, irresponsabilidad administrativa, impericia patronal, injerencia político-partidista, inconsciencia cívica, arrogancia gubernamental, amén de la endémica negligencia médica al no atajar a tiempo los síntomas de un tumor burocrático de malignas proporciones agravado por una bacteria privatizadora y acompañada de fiebres porcinas de lucro insaciable y corrupción de órganos vitales.
Elevamos al Señor una plegaria por el mermado pan del conocimiento empobrecido ahora con el cierre arbitrario de aulas, laboratorios, talleres, museos, gimnasios, salas de teatro y concierto, bibliotecas, archivos, oficinas y áreas de recreación que no sólo servían a la comunidad universitaria sino al pueblo que sufraga estos servicios.
En particular encomendamos en nuestras oraciones las obras de arte en el Museo de Historia, Antropología y Arte, los libros y documentos en la Biblioteca José Lázaro y los laboratorios científicos que necesitan para su funcionamiento de esmerados y consecuentes cuidados ahora pasados a lo que esperamos sea mejor vida, según se nos ha educado, ya que en ésta les ha tocado en suerte tan larga y cruel agonía. No perdemos las esperanzas de que así sea, que la vida eterna no se haga esperar y que sea aquí en la tierra y no en los cielos.
Los mecanismos de resucitación que los adelantos científicos desarrollados en este mismo cuerpo hoy yacente y exánime habrían podido ser mejor administrados si los portones de la Funeraria de la Torre no se cerraran por decreto divino. Amenaza la Universidad, con esta clausura de los claustros académicos, llevarse consigo para el Jardín de la Otra Orilla el cuerpo estudiantil al cual se pretende privar de alimentos mediante una forzada y criminal huelga de hambre misericordiosamente burlada por la misma fuerza policiaca encargada de ponerla en vigor. Habiendo fallado la ciencia parece no quedar otra alternativa que una fe ciega en la justicia también ciega y rogar porque aparezca un contingente de tuertos que aunadas sus voluntades enderecen este draconiano entuerto. Pero según palabras necias a las cuales han respondido oídos sordos «no a lugar» cuando lugar y motivo sobran.
Rogamos por restituir el diálogo aunque sea conflictivo y la conversación inteligente que siempre es mejor que la paz de los sepulcros. Ponemos en oración a las ramas ejecutivas, legislativas y judiciales del decrépito árbol gubernamental para que ofrezcan luz, si es que la tienen, a esta fosa tenebrosa en la cual amenaza enterrarse el cuerpo universitario. Sabemos y comprendemos que allá en las altas esferas de gobierno también los servicios de electricidad son muy caros y que apenas cubren sus imperiosas necesidades.
Evidenciado el fallo de la ciencia médica, abogamos por los dones de la imaginación tan esenciales a las artes como a la ciencia y a pesar de todo confiamos en el estudiantado y las fuerzas todavía vivas de gremios, sindicatos y uniones amén de esa mayoría alegadamente silenciosa que hoy clama iracunda ante la incompetencia criminal de las autoridades. Confiamos en las reservas de ingenio y fortaleza que aun sobreviven para trascender en el plano espiritual y material este penoso deceso que debió ser evitado de haber contado con la medicina tradicional, natural y casera de cordura, tolerancia y justicia de parte de las autoridades hoy desautorizadas por ellas mismas ante este cadáver insepulto.
Por favor, no enviar flores. Contribuya en su lugar con su buena voluntad, harto escasa en estos desgraciados tiempos, y actos imaginativos que evidencien lo impostergable de revivir este muerto.
Antonio Martorell es pintor puertorriqueño.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/05/25/universidad-de-puerto-rico/