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Novedad editorial

La noche de Calcuta, de Higinio Polo

Fuentes: Rebelión

A la certeza de que China es ya una de las grandes potencias planetarias, empieza a añadirse el convencimiento de que otra gran nación asiática, la India, está a punto de incorporarse al grupo de cinco o seis países que, con el estatuto de superpotencias, protagonizará el destino del mundo en este siglo XXI. No […]

A la certeza de que China es ya una de las grandes potencias planetarias, empieza a añadirse el convencimiento de que otra gran nación asiática, la India, está a punto de incorporarse al grupo de cinco o seis países que, con el estatuto de superpotencias, protagonizará el destino del mundo en este siglo XXI. No hay duda de que del desarrollo de la poblada India (junto a China, ambos países componen casi la mitad de la humanidad), de la transformación de su sociedad, todavía en gran parte campesina, del crecimiento de un país que cuenta ya con una gran industria moderna y con uno de los centros más relevantes del mundo de tecnologías de la información, dependerán muchas cosas en el futuro de Asia y de la Tierra.

India vive hoy un acelerado crecimiento económico, entre tensiones nacionalistas, atrapada entre los riesgos de un desarrollo desigual y del enfrentamiento entre los partidarios de un modelo político neoliberal, que margina a gran parte de su población, y los defensores de las propuestas de progreso social de la izquierda india. Las dudas en la nueva política exterior india, que oscila entre el mantenimiento de la amistad con Moscú y la nueva aproximación a China, y que, a la vez, mira el espejismo de un acercamiento a Washington; la persistencia de la ineficacia y la llegada de la modernidad, son la expresión de un país que está volviendo a definir su identidad y que, además, vive en varios siglos a la vez.

Ese gran país, marcado por las hipotecas del colonialismo y por la emergencia de un renovado orgullo indio; definido por las vacas sagradas y los satélites artificiales; por los suicidios de campesinos pobres y por la pujante informática; por la terrible corrupción de las élites y la fraternidad de los pobres; que cuenta con la más importante industria cinematográfica del mundo y con la huella de las tradiciones de Gandhi; que sigue padeciendo el analfabetismo y la miseria y posee arsenales atómicos; que oscila entre la defensa de una política pacífica que mantenga las ideas de no alineamiento de la célebre conferencia de Bandung, y el miedo ante las peligrosas tensiones con el vecino Pakistán; que vive los enfrentamientos religiosos entre hinduistas e islamistas mientras defiende el mantenimiento de una conciencia laica que Nehru creyó que aseguraría la libertad religiosa y la convivencia; que soporta el particularismo político, y que enseña al mundo su especial concepción de la vida, mientras procura acabar con la marginación de los intocables y sueña con el nuevo protagonismo de las mujeres.

La noche de Calcuta es, así, una mirada a la India: sobre Delhi, la vieja capital del sultanato y de la colonia británica; sobre el Rajastán anclado en tradiciones medievales; sobre la emergente Bombay, mezcla de financieros y mendigos; sobre el sur feliz de Kerala y la caótica Madrás de los tamiles, sobre la palpitante Bengala donde gobiernan los comunistas y sobre los millones de peregrinos que siguen llegando a las orillas del Ganges en Benarés, mientras los informáticos indios organizan el futuro del país.