Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín
¿Para qué habría Rusia de ingresar en la Alianza del Atlántico Norte?
Con una crisis global como telón de fondo, en la que Rusia se ha visto mucho más afectada que los países punteros del mundo, en la política del gobierno de nuestro país asoman nuevos y peligrosos fenómenos. Me estoy refiriendo a los planes para seguir vendiendo empresas estratégicas, privatizando la educación, la salud, la cultura, y buscar el ingreso acelerado en la Organización Mundial de Comercio.
Últimamente se han vuelto a reavivar las conversaciones, que ya parecían olvidadas, sobre el ingreso de Rusia en la OTAN. Los expertos y periodistas pro gubernamentales se esfuerzan por demostrar lo imprescindible de ese paso. El presidente del consejo del Instituto de Desarrollo contemporáneo («INSOR», por sus siglas en ruso), el señor Jurgens, en el foro internacional celebrado en Yaroslav el pasado septiembre, se encargó de hacer pública la idea de que Rusia se vea arrastrada a ingresar en la OTAN. Teniendo en cuenta que es el propio Medvédev el presidente del Consejo supervisor del «INSOR», ¿no significa acaso que el señor Jurgens ha recibido el visto bueno por parte de la administración del jefe del estado, para hacer pública esa iniciativa,?
El propio presidente de la Federación de Rusia tiene previsto tomar parte en la cumbre de la OTAN a celebrar en Lisboa los día 19 y 20 de noviembre. En el transcurso de su reciente encuentro con el Secretario General de la Alianza, A.Rasmussen, Medvédev declaró, que el encuentro de Lisboa no solo significará «un impulso fresco a las relaciones entre Rusia y la OTAN, sino que conllevará la modernización de sus relaciones mutuas».
No hay nada nuevo en esos «frescos impulsos». De todos es sabido, que fue Gorbachov y sus «valores humanistas», quienes abrieron la senda del acercamiento a Occidente desde una postura de capitulación. Ese coqueteo con los EE.UU. y sus aliados acabó mal para nuestro país. Sin embargo parece que los gobernantes de Rusia no han extraído ninguna lección de aquello.
Yeltsin se mostró conforme con esa primera ola expansionista de la OTAN hacia nuestras fronteras, respaldó la agresión de la OTAN en Yugoslavia, nuestro único aliado en Europa. Sin embargo, al final de la etapa de Yeltsin en el gobierno, quedó claro que sus «socios» se la estaban dando con queso.
Un Yeltsin enfurecido aprobó entonces la famosa marcha de la compañía de infantería móvil sobre Pristina, capital de Kósovo. No le dio para más. Pronto Putin comenzaría todo desde el principio.
Uno de los primeros pasos del nuevo presidente, sería la salvaguardia de la ratificación por parte de la Duma del tristemente célebre acuerdo START II (tratado de Reducción de Armas Estratégicas), que podía suponer la pérdida de nuestros misiles de largo alcance. Solo la negativa por parte del Congreso de los EE.UU. a aprobar dicho acuerdo, salvó las fuerzas nucleares estratégicas rusas. Seguidamente, el gobierno ruso mostró su acuerdo tácito para que se diese la segunda oleada de expansión de la OTAN, esta vez en territorio de las Repúblicas Bálticas. Al poco tiempo, con la excusa de la participación en la coalición antiterrorista internacional, el señor Putin facilitó la aparición de bases de la OTAN en Asia central. Al mismo tiempo se desmantelaban dos bases de vital importancia para Rusia, en Cuba y en Vietnam.
Sin embargo después de seis años de incansables esfuerzos por reforzar las relaciones con la OTAN, el señor Putin, descubrió de repente, que Occidente por su parte no tiene pensado hacer ninguna concesión, y que continúa esgrimiendo nuevas exigencias, amenazando con llevar ante el Tribunal internacional al gobierno de la Federación de Rusia por la guerra en Chechenia. Por eso en febrero de 2007, el presidente ruso pronunció su famoso discurso de Munich contra la OTAN, donde se reflejaba su profunda indignación por la astucia de sus «socios».
Ahora vuelven a empujar violentamente al presidente Medvédev a seguir por ese camino. La víspera del encuentro de la OTAN en Lisboa, se han adoptado una serie de importantes pasos preparatorios. Moscú ha aprobado el endurecimiento de sanciones contra Irán y ha renunciado al contrato para suministrar a Teherán sistemas de defensa antiaérea. A esto han seguido unos improcedentes ataques contra Corea del Norte. Se ha tensionado sin motivo alguno las relaciones con Bielorrusia. Se ha hecho un gran regalo a uno de los más fieles aliados de EE.UU. en la OTAN, como es Noruega, que ha recibido un enorme espacio en el mar de Varents, cuando nuestro país nunca había reconocido derechos de ningún país sobre el mismo.
Ahora, parece que se preparan para llevar las relaciones de Rusia con la OTAN a un nuevo nivel, como paso previo para el ingreso de nuestro país en este agresivo bloque.
OTAN: de gendarme europeo a mundial.
Recordemos que la OTAN se creó el 4 de abril de 1949 con el fin de proteger Europa de las «hordas rojas» procedentes del Este. aunque ya entonces uno de los líderes de la OTAN reconociese que el objetivo real del bloque era: «to keep América in, Germany down and Russia out» (» mantener a EE.UU. en Europa, a Alemania en posición de sometimiento y a Rusia fuera de Europa»).
Parecería lógico que tras el derrumbe de la URSS, el sentido de la pervivencia de la OTAN hubiese desaparecido. Sin embargo, la alianza no solo se mantiene, sino que se expande e incrementa su potencial. El verdadero motivo de su existencia quedó muy claro con la criminal agresión contra nuestra aliada Yugoslavia, y con las intervenciones en Iraq y Afganistán. Quedó claro que la OTAN continúa siendo un instrumento al servicio de las ambiciones globales de los EE.UU. y de sus aliados. Más aún, en opinión de los expertos occidentales ese papel no deja de crecer.
Ocurre que el balance de fuerzas en le mundo está cambiando rápidamente. Cuando en 1999 los miembros de la Alianza aprobaron con entusiasmo su nueva concepción estratégica, que transformaba a la OTAN de una alianza defensiva, europea, en un bloque ofensivo con un campo de actuación a nivel mundial, no se preveía que fuese a haber resistencia alguna. Rusia seguía entre las ruinas de sus «reformas» y el potencial económico y político de Rusia no se había manifestado en su totalidad.
Hoy día, como ha demostrado la crisis, la zona de influencia de la oligarquía mundial, que se apoya en los EE.UU. y en Europa, se va estrechando. Bajo la influencia de la China comunista, los países de Asia, que hasta hace nada eran meros proveedores de recursos y mano de obra barata para Europa y los EE.UU., se están convirtiendo en factores clave de la política mundial. Procesos análogos encontramos en América Latina. Los países del continente negro, agrupados en la Unión Africana anticolonial, están dejando de ser un campo ilimitado para el saqueo por parte de las multinacionales. Oriente Próximo y en general todo el mundo islámico se encuentran en situación de férrea confrontación con Occidente.
La lucha por el liderazgo se recrudece, mientras la crisis económica debilita aún más al sistema capitalista. La oligarquía internacional agrupa a las personas más ricas del planeta, a más de 500 de las transnacionales más importantes, que poseen un capital de 16 billones de dólares, y que producen más de la 25% de la producción industrial.
Esta «élite» no está dispuesta a perder la hegemonía sobre el planeta, lograda tras siglos de guerras de conquista. De ahí esta nueva serie de conflictos armados, la agresividad en relación a Irán y la RD de Corea del Norte, y la presión creciente sobre China.
Occidente aspira a una mayor consolidación de fuerzas en nombre de su dominio. Y si en los 90 todavía se debatía el sentido de la existencia de la OTAN, hoy la oligarquía, preocupada por la variación en la balanza de fuerzas en el mundo, pone todas sus energías en consolidarlo como gendarme.
Se fijan como tarea desplegar un sistema de control total sobre toda la superficie terrestre y marina, pudiendo golpear cualquier punto del orbe. La OTAN se convierte en un organismo supranacional, que intenta acabar con el sistema del derecho internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial, aplastando bajo su peso a la ONU.
Ya en 1993 Z. Brzezinski, en su libro «Fuera de control», declaró abiertamente que «si América desea controlar el mundo, y es obvio que lo desea, debe establecer su supremacía sobre Eurasia, especialmente sobre su «periferia occidental (Unión Europea), su corazón (Rusia)y sobre Oriente Próximo y Asia Central y sus reservas de petróleo». Y esta es la valoración de otro conocido periodista usamericano G. Kaminski: «Nuestros militares no combaten por la libertad. Es una lucha por los beneficios de las trasnacionales…El ejército existe, para conquistar y saquear países y pueblos».
En el encuentro de Lisboa sus participantes habrán de aprobar una nueva concepción estratégica para la OTAN, que sustituirá a la anterior, aprobada en mayo de 1999, en la que el bloque se arrogaba el derecho de intervenir a escala global. En la nueva concepción se propone reafirmar, que la OTAN continuará su expansión hacia el Este, conservará sus armas nucleares en Europa y creará un sistema europeo de Defensa Antimisiles, que inevitablemente irá dirigido contra Rusia.
El capital oligárquico, sabedor de la amenaza para su hegemonía que parte de Asia, América Latina y Oriente Próximo, intenta contraatacar. Mientras, sus recursos continúan mermando.
Están involucrando a Rusia en la guerra de Afganistán
¿Qué es lo que más preocupa a la OTAN? que para sus expediciones coloniales les hace falta más «carne de cañón». La OTAN está buscando aliados de una manera febril. Actualmente en Afganistán hay 150 mil militares de 47 países. Ya han llevado allí a muchas de las antiguas repúblicas soviéticas: Estonia cuenta con 160 militares, Letonia con 170, Lituania con 245, Azerbaiyán con 90, Armenia pone 40, Ucrania 15, Georgia participa con 925.
De nuestros antiguos aliados del Pacto de Varsovia han exigido un aporte mayor. Así por ejemplo, Polonia mantiene en Afganistán a 2630 soldados y oficiales, Rumanía a 1750, Hungría a 360, Bulgaria a 540, la República Checa a 500 y Eslovaquia a 300 de sus militares. Incluso Mongolia se ha visto obligada a enviar allí casi 200 soldados. ¿Acaso alguien puede dudar de que vayan a exigir de Rusia un «digno» aporte en la «lucha por la democracia» en Afganistán?
¿Qué significa el artículo 5 de los estatutos de la OTAN? Significa que todos los miembros de la coalición deben intervenir en defensa de cualquier estado, miembro de la alianza, que se vea atacado. El carácter del ataque no se especifica. La «amenaza terrorista» que tanto avivan en Occidente podría acomodarse perfectamente en esa premisa. Aquellos que alientan el ingreso de Rusia en la OTAN, deben entender, que Rusia se vería obligada a defender los intereses colectivos de la alianza. Y no solo en Afganistán…
Por lo visto, en «Washington», no sin razón, consideran intolerable, que el gobierno de Rusia siga hasta la fecha declinando su «deber sagrado», como cualquier socio de los EE.UU. de luchar por los intereses usamericanos. En Washington se alzan las voces pidiendo la intervención en Irán. Cada vez van a necesitar más y más»carne de cañón».
La opinión pública occidental rechaza claramente más aventuras militares en Oriente Medio, teniendo en cuenta que esos «nobles» objetivos de «lucha contra el terrorismo internacional» se vuelven cada vez más sombríos, mientras los gastos y el reguero de ataúdes procedentes de Afganistán no paran de crecer.
Por eso para los líderes de la OTAN es de vital importancia hacer ver que esta guerra cuenta con amplio respaldo internacional. Es la típica argucia tan habitual de los usamericanos; cargar sobre sus aliados una parte de la responsabilidad de sus aventuras coloniales. Pasó lo mismo en los 50 en Corea, en los 60 en Vietnam, y lo mismo pasa ahora en Afganistán.
El secretario General de la OTAN habla ya abiertamente del envío a aquel país de helicópteros rusos, mientras que en el encuentro que tuvo lugar en el Pentágono hace unos meses, el ministro de defensa de los EE.UU. sacó a relucir ante el señor Serdiukov la cuestión del envío a Afganistán de tropas de desembarco aéreo y de cuerpos de las tropas de élite. No hemos escuchado hasta la fecha una rotunda negativa por parte rusa ante proposiciones similares.
Lo que si sabemos, es que en el transcurso del viaje del Jefe del Estado Mayor Makarov, a la sede central de la Alianza en Bruselas, a principios de este año, se restablecieron por completo las relaciones militares entre Rusia y la OTAN, y se firmaron una serie de acuerdos para llevar a cabo maniobras militares conjuntas de forma regular, con el fin de entrenar la compatibilidad de las tropas y su interrelación, el intercambio de oficiales en las academias militares, y otro tipo de iniciativas, encaminadas a integrar las FF.AA. de la Federación Rusa en las estructuras de la OTAN.
Los estrategas occidentales estarían de acuerdo en aceptar el ingreso de Rusia en la alianza únicamente como un miembro más, dejando claro que el amo solo es uno: los EE.UU.
Rusia debe pasar de ser un peligroso rival, al que hay que mantener fuera de Europa, a convertirse en un obediente vasallo. Es decir, la fórmula varía. Ahora el sentido de la OTAN pasa por: «mantener a los EE.UU. en Europa y a Alemania y Rusia en una posición de sumisión».
Las consecuencias del ingreso de Rusia en la OTAN
En caso de que nuestro país ingresase en la OTAN, nuestra independencia en política exterior se vería seriamente afectada. Se verá obligada a coordinar sus acciones con el mando de la OTAN, o por decirlo de modo más simple, tendrá que pedir permiso antes que adoptar cualquier iniciativa en política exterior. Recibiríamos un «enemigo común». Todos debemos de ser conscientes, de que en caso de que Rusia entre a formar parte de la OTAN, nuestras fronteras meridionales y orientales pueden convertirse en zona de alta tensión primero, y posteriormente en campo de batalla.
Al igual que el resto de miembros de la Alianza, Rusia deberá enfrentarse al hecho de verse «amistosamente ocupada», con la aparición en nuestro territorio de sus bases militares y sus fuerzas de intervención rápida y con el libre tránsito por el territorio ruso de su armamento y medios técnicos. Como resultado de esa transformación Rusia estaría modificando su propia esencia geopolítica euroasiática: Por todo ello, el ingreso de Rusia en la OTAN se convertiría en el prólogo de su autodestrucción.
Para la economía de Rusia ese paso significaría la completa devastación de nuestro Complejo Militar Industrial (CMI), el cual desde hace tiempo se ha convertido en fuente de los más altos logros científico-técnicos, de las más altas formas de organización del trabajo. Es inevitable que nos obliguen a amoldarnos al estándar de la OTAN, a tener que comprar armamento de fabricación extranjera. Es un proceso que ya está en marcha. Se han comprado fusiles de fabricación británica, aviones no tripulados de fabricación israelí, blindados italianos, y se prepara «el contrato del siglo»: la compra para la marina rusa de portahelicópteros absolutamente innecesarios. Según cálculos del general Ivashov, en los próximos años no menos del 30% del armamento que adquiera Rusia tendrá como procedencia a los países de la Alianza e Israel.
Al mismo tiempo, la práctica paralización de la fabricación de aviones del tipo Tu-204 e Il-96, no solo implica que pasemos a depender por completo de Occidente en el transporte aéreo de pasajeros, sino que pronto seremos incapaces de fabricar aviones de transporte militares. Y en caso de conflicto, nos quedaríamos sin piezas de repuesto y sin capacidad para reparar los aviones de pasajeros, que siempre han sido una reserva móvil.
En este esquema ese encuadra a la perfección la catastrófica «reforma» de las Fuerzas Armadas. Esta está asociada con el nombre del señor Serdiukov. Pero parece que su actividad cuenta con el respaldo del gobierno del país. No faltan las amargas experiencias de esas «reformas». Los que en su día fueron ejércitos fuertes de los antiguos países pertenecientes al Pacto de Varsovia ― Polonia, Checoslovaquia,Hungría, Bulgaria, Rumanía ― hoy no son más que «contingentes», incapaces por completo de defender su país y a su población, pero convertidos en fuente de mercenarios para las guerras coloniales de los EE.UU.
Un destino parecido ha corrido el que fuera poderoso ejército popular de Yugoslavia. Tras el golpe de estado de octubre del 2000, en que las fuerzas prooccidentales se hicieron con el poder, la serie de «reformas» a la que se ha visto sometido el ejército yugoslavo, le han convertido en una triste sombra de aquella fuerza real, que hasta no hace mucho estaba en plena disposición para repeler una incursión terrestre de la OTAN.
El gobierno ruso hasta tal punto ha desmantelado el CMI que recibiera en herencia de la URSS, que hemos perdido la capacidad para producir en la cantidad necesaria no solo armamento moderno, sino en general cualquier clase de armamento de fabricación propia. Y el que hasta no hace tanto era un ejército temible para los enemigos de la patria, está ahora desmoralizado y desarmado por los «reformadores», habiendo perdido en la práctica la capacidad para defender a Rusia.
La reorganización de la estructura de las Fuerzas Armadas, su traspaso a un sistema de brigadas, la compra de armas en el extranjero, las maniobras conjuntas en suelo de los EE.UU y Europa, la negativa a formar nuevos cadetes en las academias militares, todo esto no es otra cosa que la preparación forzosa del módulo militar para el «ensamblaje» de los restos del ejército y la marina rusos con las fuerzas expedicionarias de los EE.UU. y la OTAN.
Todo esto solo significa una cosa: Rusia pierde de forma voluntaria el estatus de potencia mundial puntera para acabar sometida a las fuerzas más agresivas. ¿Acaso nuestro pueblo vencedor merece algo así?
¿Se puede confiar en la amistad de la OTAN?
Los hechos son tercos. Y lo que nos dicen es que de forma continuada y gradual se viene preparando la intervención de la OTAN en Rusia. En número de efectivos en el teatro de operaciones militares europeo, la OTAN nos supera en 10 o 12 veces. Solo en Europa, la OTAN cuenta con 36 divisiones, 120 brigadas, 11 mil tanques, 23 mil piezas de artillería, 4.500 aviones de combate. ¿Para qué necesitan ese potencial militar? ¿Para la lucha contra el terrorismo internacional, al que venden como principal justificación para la existencia de la OTAN?
Mientras , según afirman los especialistas,en el curso del 70% de todas las maniobras militares, operaciones conjuntas, ejercicios y simulacros de la OTAN, lo que se practica son las cuestiones relacionadas con la etapa inicial de guerra total, la conquista del espacio aéreo, la puesta en marcha de operaciones ofensivas.
Hoy, la alianza no tiene otro oponente contra el que pueda poner en práctica operaciones de ese nivel, que no sea Rusia. Así que podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, que la OTAN nos quiere ocupar.
Las tropas del bloque se multiplican por todas partes. Están ejecutando un cerco estratégico a Rusia, creando un cinturón de estados enemistados con Rusia. Las bases de los EE.UU aparecen en Polonia, Bulgaria y Rumanía, en las costas del Mar Negro. Ya entregamos el control del Báltico a la OTAN. Allí se han modernizado las bases militares navales y los aeródromos militares, son hoy capaces de albergar más de 200 aviones al mismo tiempo, incluidos bombarderos equipados con bombas nucleares. Desde Estonia a Leningrado apenas hay 200 km. La aviación de la OTAN puede lanzar misiles sin necesidad de ingresar en nuestro espacio aéreo.
Ucrania y Moldavia llevan tiempo a las puertas de ingresar en la OTAN. A Georgia ya la tienen por completo en el bolsillo. Azerbaiyán también de un modo progresivo tiende hacia la Alianza. En Tayikistán y Kirguistán ya tienen bases militares. Los nuevos miembros de la Alianza, incluidas las Repúblicas Bálticas, no tieneN la limitación para poder acoger en su territorio armamento nuclear, ni están supeditados a las limitaciones que establece el Tratado de las Fuerzas armadas Convencionales en Europa, lo que les permite crear agrupaciones militares de choque en su territorio.
No cesan los intentos para hacerse con el control de nuestra flota del norte, la mayor agrupación de fuerzas navales nucleares, con las que cuenta Rusia. La OTAN utiliza sus estaciones de seguimiento de Noruega y las repúblicas Bálticas, las estaciones de control radioeléctrico en Spitzbergen. Las balizas acústicas, los satélites y aviones espías «Orión» siguen cada movimiento de nuestros submarinos nucleares. Se está incrementando la actividad de la aviación de reconocimiento de la OTAN a lo largo de nuestras fronteras.
¿Qué se esconde tras ese deseo de ver a Rusia como integrante de la OTAN?
La élite rusa lleva tiempo intentando integrarse en la oligarquía mundial. Pero le han dado a entender que la única vía para pertenecer al «club», es pasando por la organización militar de la OTAN. Es como decir, para empezar tenéis que luchar por nosotros, que se vierta sangre de vuestros conciudadanos en nombre de los valores occidentales, y luego, puede ser que nos planteemos aceptaros en el «club».
Ese «inesperado» interés por ingresar en el bloque, no es más que una confirmación más de la unidad de clase de la élite de Rusia y de los países miembros de la OTAN. El actual equipo de gobierno, más que de la modernización de Rusia, se está ocupando de su «westernización«.
Y los preparativos para esa «westernización» hace tiempo que están en marcha. La élite prooccidental de la Federación Rusa vive afirmando continuamente que Rusia no tiene enemigos. A excepción de las míticos «terroristas internacionales». Los responsables de nuestra política exterior se niegan obstinadamente a ver lo evidente, que los objetivos históricos de Occidente no han variado y nos siguen viendo únicamente como una fuente de recursos naturales baratos y un mercado para sus excedentes estadizos.
El desfile de las columnas de soldados de la OTAN en la Plaza Roja el sagrado día de la Victoria , este 9 de mayo, vino a demostrar a las claras, como andan buscando la «confluencia de nuestras almas». Intentan inculcarnos, que un pueblo que fue el primero en poder mandar a uno de sus hijos, como Yuri Gagarin, al espacio, solo es capaz de recoger las migajas de las mesas occidentales. La revancha que preparan de este liberalismo desbocado, por la que pretenden privatizar más de 900 empresas, incluyendo algunas estratégicas, significa que con tal de saciar su ansia de beneficios y sus intereses egoístas, poco les importa ofrecer en sacrificio la seguridad nacional.
Por cierto que la élite gobernante rusa se muestra de los más inconsecuente. Se declara con tono duro contraria a que se acepte como miembros de la Alianza a Ucrania y Georgia, mientras en Moscú declaran de repente la intención de ingresar en ese bloque. En la doctrina militar de Rusia, ese bloque es señalado en calidad de nuestro principal adversario. ¿Vamos a integrarnos en la organización de nuestro principal oponente?
Evidentemente, de acuerdo con la legislación vigente, es al presidente de la Federación de Rusia , al que le compete definir la política exterior del país. Al mismo tiempo, los dirigentes del país no deberían olvidar el apartado de la Constitución que reza que la soberanía reside en el pueblo. Parece que una variación drástica del curso histórico del país exige el beneplácito del pueblo. El mecanismo para obtenerlo es bien conocido: el referéndum.
Si el actual gobierno ruso siente su infalibilidad, que someta entonces el ingreso en la OTAN a referéndum. Lo más probable es que no lo haga. Porque sabe perfectamente que la memoria histórica del pueblo guarda fielmente en su conciencia, las anteriores «visitas» a Rusia de nuestros vecinos europeos, ya sea en forma de intervención polaca de la «Época de las Revueltas» (inicio del s. XVII. N de la T), como invasión napoleónica o con las huestes de Hitler y sus legiones SS, que representan hoy a casi todos los países de la OTAN.
Rusia ya pagó por su seguridad con millones de vidas en la Segunda Guerra Mundial, liberando a Europa del fascismo. Para reforzar la seguridad de Rusia, no hay que pedirles que nos dejen entrar en la OTAN, sino desarrollar nuestra industria, educación y ciencia. Tenemos que restablecer nuestras Fuerzas Armadas. Debemos reconstituir un círculo de amigos y aliados encarnados en los países miembros de la Organización de Cooperación de Shangái y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva. Pero antes que nada debemos lograr la creación de la Unión de Rusia, Bielorrusia y Ucrania, que aunase el potencial de los tres pueblos eslavos. Esa es la mayor garantía de nuestra seguridad. Así ha sido en el transcurso de muchos siglos de vida en un estado común. Y así será en adelante.