A pesar de manipulaciones y exacerbaciones malintencionadas para incendiarlo, el diferendo fronterizo entre Venezuela y Colombia ha demostrado una vez más que son las organizaciones autóctonas integracionistas regionales las llamadas a resolver los problemas, y eventuales situaciones de conflicto en la Patria Grande. La mediación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y […]
A pesar de manipulaciones y exacerbaciones malintencionadas para incendiarlo, el diferendo fronterizo entre Venezuela y Colombia ha demostrado una vez más que son las organizaciones autóctonas integracionistas regionales las llamadas a resolver los problemas, y eventuales situaciones de conflicto en la Patria Grande.
La mediación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y de la Unión de las Naciones del Sur (UNASUR) en la controversia generada entre Caracas y Bogotá es un ejemplo claro de ello.
La CELAC, bajo la tutela pro-tempore de Ecuador, y la UNASUR, liderada actualmente por Uruguay, fueron capaces de interceder y conseguir primero sentar a la mesa de dialogo a las cancilleres de Venezuela y Colombia, la pasada semana en Quito.
Tras esa cita, el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, confirmó hace pocas horas la celebración de un encuentro, el venidero 21 de septiembre, entre los mandatarios Nicolás Maduro y Juan Manuel Santos, también en Quito.
En las conversaciones entre los dignatarios venezolano y colombiano, mediarán Correa y su similar uruguayo, Tabaré Vázquez, quienes respaldarán una posible solución al diferendo entre dos naciones hermanas latinoamericanas.
Las contrariedades fronterizas en Nuestra América, heredadas del colonialismo español y luego exacerbadas por Estados Unidos, han sido utilizadas por Washington para enfrentar a los pueblos y gobiernos de la Patria Grande, e impedir con ello la unidad en la región que se extiende desde el Río Bravo hasta la Patagonia.
Las sucesivas administraciones de la Casa Blanca han utilizado a la moribunda Organización de Estados Americanos (OEA), con sede en Washington, y otras entidades bajo su égida , para buscar culpables, claro entre las naciones que considera sus «adversarias», lejos de procurar una salida negociada a los conflictos.
Precisamente la OEA intentó recientemente en Washington, sin conseguirlo, responsabilizar a Venezuela de los problemas en su extensa y compleja área limítrofe con Colombia.
El plan «Made in USA» estaba orquestado, atacar por otro flanco a la Revolución Bolivariana, como se insiste en hacerlo igual con Guyana, y a la vez retardar las negociaciones en busca de la paz para el pueblo colombiano.
A Estados Unidos le interesa poco el fin de la prolongada guerra interna en Colombia, uno de los países latinoamericanos donde tiene más bases militares al igual que en Perú, y sí mucho conseguir derrumbar el proceso revolucionario en Venezuela
Washington está desesperado, como sus secuaces de la derecha en América Latina y algunos conocidos gobiernos que le hacen el juego, por destronar al presidente Maduro, fiel seguidor de los ideales integracionistas de Hugo Chávez, y así frustrar los procesos de cambios y unidad en la región.
Sin embargo, no acaba de darse cuenta que la correlación de fuerzas es desfavorable a sus pesadillas de continuar dominando su antes traspatio, que ha decidido solucionar sus dificultades sin las interferencias del Pentágono y de su principal instrumento de dominación, la hoy muerta OEA.
Moraleja: Con la CELAC, UNASUR, y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), Estados Unidos ni la OEA tienen porque estar invitados ni a controversias ni a festines en la Patria Grande.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.