El autor explica en su artículo las razones y el contexto político de la crisis surgida en la coalición de Gobierno de Austria y, además, advierte de la posibilidad de que esa misma situación se repita en su vecina Alemania tras las vacaciones estivales.
E l canciller Alfred Gusenbauer (SPÖ) echó la toalla después de meses de manifestada ingobernabilidad. Su partido se enfrenta a un futuro incierto, mientras que los sondeos auguran que el empate técnico con la derecha va a continuar. La Eurocopa evitó que el Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ) y el Partido Popular Austríaco (ÖVP) rompiesen su gran coalición. Ambos tuvieron que mantener una falsa imagen de unidad porque las convenciones del estilo político profesado en Europa lo requerían. Pero una vez finalizado por fin el espectáculo deportivo, los dos partidos pudieron dar por terminada su relación, que se hallaba en evidente crisis desde principios de 2008.
En febrero el Estado austríaco ya se encontraba prácticamente en una fase de ingobernabilidad, ya que los socios de Gobierno no se pusieron de acuerdo en una serie de cuestiones. Por eso se da la curiosa situación de que Viena no ha puesto en práctica ni el almacenamiento de datos ni la ley anti-tabaco, decretados por la Unión Europea (UE). De esta forma, los austríacos pueden sentirse libres a la hora de realizar sus comunicaciones por teléfono, móvil o internet. Además, pueden gozar de sus excelentes cafés fumándose un adecuado puro o un sencillo cigarrillo en un establecimiento público.
Sin embargo, éste casi paraíso tiene los días contados, ya que probablemente el 21 de setiembre los ciudadanos volverán a acudir de nuevo a las urnas. La élite política espera que el resultado sea más decisivo que hace tan sólo año y medio. En octubre de 2006, el SPÖ fue el partido más votado, pero necesitaba un socio para formar el nuevo Ejecutivo. El ÖVP no podía ni quería seguir gobernando con la ultraderecha. Eso llevó a los dos grandes a unirse, tal y como lo hicieron entre 1986 y 2000, cuando lideraron el país con sus respectivos bipartitos.
Desde el principio estaba claro que esta unión sólo serviría para administrar el status quo pero no para hacer política, y mucho menos para solucionar los problemas del país. La reforma del sistema federal y de la Hacienda son los dos retos principales que la gran coalición no ha podido llevar adelante debido a la falta de consenso.
El 7 de julio, el ÖVP optó por paralizar el trabajo del Ejecutivo. El pretexto utilizado fue la propuesta del SPÖ de que en adelante todos los pactos de la UE fueran sometidos a referéndum. La derecha ha esperado el momento propicio para anunciar el final de ese matrimonio político de conveniencia.
Su ex socio, el SPÖ, atraviesa una grave crisis. En junio cayó en picado hasta el 15% de los votos en las elecciones regionales de Tirol. A consecuencia de ésta debacle electoral el canciller Gusenbauer tuvo que entregar la presidencia del partido a Werner Faymann. Este político vienés es el candidato socialdemócrata a canciller en los comicios anticipados. Competirá con el vicecanciller y ministro de Hacienda en funciones, Wilhelm Molterer, máximo representante del ÖVP.
Aún no está claro qué partido se va a beneficiar de unos comicios anticipados. Según los primeros sondeos, realizados antes de la ruptura, la mayoría de los austríacos ha preferido este «fín con horror al horror sin fín». Los analistas esperan que los dos partidos mayoritarios acentúen sus respectivos perfiles. Eso significa que el ÖVP se inclinará aún más por la política neoliberal y por una UE definida por el Tratado de Lisboa, mientras que el SPÖ podría girar a la «izquierda», orientándose en el discurso del partido alemán Die Linke.
No obstante, las encuestas prevén que el empate técnico de los dos grandes va a continuar. Por el momento indican que cada uno recibiría un 33% de votos. Entonces el ÖVP podría elegir como socio al ultraderechis- ta Partido Liberal de Austria (FPÖ), situado como tercera fuerza con 16 puntos. El cuarto puesto lo ocupan los Verdes, con el 14%. Los ecologistas han anunciado su interés en integrar un Gobierno nacional. Como quinta fuerza queda la ultraderechista Alianza Futuro Austria (BZÖ), una escisión del FPÖ.
El desenlace de la gran coalición de Viena predice lo que podría pasar en Alemania dentro de algunas semanas, al término de las vacaciones de verano. La situación es similar a la austríaca, pero sólo en lo que se refiere al partido socialdemócrata. El SPD, socio minoritario en el Gabinete liderado por la canciller cristianodemócrata Angela Merkel (CDU), atraviesa igualmente una profunda crisis. Su presidente, Kurt Beck, no ha decidido aún si se postulará como candidato a canciller en las elecciones generales de 2009.
El líder socialdemócrata anunció recientemente que en determinadas circunstancias podría dejar la presidencia. Además, las encuestas le auguran resultados muy malos. Algunas de ellas otorgan al CDU una ventaja de 10 puntos frente al SPD. Muchos de estos votos perdidos han ido a parar al socialista Die Linke.
Si la UE ha sido el detonante en Austria, en Alemania podría serlo el debate sobre el resurgimiento de la energía atómica. La CDU ve en la construcción de nuevas centrales nucleares la respuesta adecuada a la crisis del petróleo. El SPD, por su parte, se opone, porque en 2000 pactó con los Verdes y el sector industrial el abandono de esta peligrosa fuente de energía.