Mário Soares se dedicó a liquidar los principales logros de abril, especialmente la reforma de la tierra y las nacionalizaciones, e impulsó la adhesión a la UE, lesiva para el país.
Eran las 00:25 horas del 25 de abril de 1974 cuando en Radio Renascença sonó el “Grândola Vila Morena” de José Afonso. La canción que sirvió de contraseña para que los capitanes del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) se pusiesen en marcha y terminasen con la dictadura más longeva de Europa, se había estrenado en Santiago de Compostela dos años antes. Horas después, miles de personas se agolpaban en las calles para mostrar su apoyo a los soldados. Entre ellas se encontraba Celeste Caeiro, militante comunista de madre gallega que, con un ramo de claveles bajo el brazo, se acercó a uno de los soldados para preguntarle qué sucedía. El joven militar pidió a la mujer un cigarro y ella le contestó regalándole un clavel rojo que el quinto introdujo en el cañón de su fusil. El gesto fue imitado por el resto de soldados y se extendió como un reguero de pólvora. Sin saberlo, Celeste acababa de dar nombre a la Revolución, convirtiendo los claveles rojos en el símbolo inmortal de un movimiento que hizo temblar los cimientos del bando capitalista de la Guerra Fría. En España, donde el dictador agonizaba, pusieron su barbas a remojo cuando vieron cortar las de su vecino.
El temor a los sucesos de Portugal llevó a la revista Time a ilustrar su portada del 11 de agosto de 1975 superponiendo los retratos del teniente coronel Otelo Saraiva de Carvalho, estratega de la Revolución; del general Francisco Costa Gomes, presidente de la República; y del coronel Vasco Gonçalves, primer ministro, sobre una hoz y un martillo, con el titular “Amenaza Roja en Portugal. La troika de Lisboa”. Tres días antes se había constituido el V Gobierno provisional, de clara tendencia comunista. Cuarenta años después, habría de ser la auténtica troika —el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo— la que asfixiara al país lusitano con un severo programa de “austeridad” a cambio de 78.000 millones de euros prestados por la UE y el FMI. La troika comunista no consiguió apoderarse de Portugal, como alertaba Time, pero la otra troika sí asoló el país, con nefastas consecuencias para la clase trabajadora. Sirva como ejemplo simbólico (una vez más) que, en 2014, Celeste Caeiro debía sobrevivir con una pírrica pensión de 370 euros al mes.
Pese a ser una dictadura, Portugal había sido uno de los países fundadores de la OTAN y en las Azores se encontraba la base estadounidense de Lages, utilizada por los aviones que prestaron apoyo logístico a Israel durante las guerras de 1967 y 1973. De manera que EE. UU. y sus adláteres no podían permitir que, veinticinco años después, el país se convirtiese en una República Socialista. Y para neutralizar la Revolución utilizaron sus habituales métodos de actuación. La CIA creó el Frente de Liberación de las Azores (FLA) y el Frente de Liberación del Archipiélago de Madeira (FLAMA), dos grupos de extrema derecha supuestamente independentistas que tendrían una vida limitada; de hecho, se disolverían coincidiendo con la llegada al poder del gobierno moderado y proatlantista encabezado por el socialista Mário Soares. Desde Madrid, la CIA impulsó también la creación del Ejército de Liberación Portugués (ELP), cuyo apartado de correos figuraba a nombre de Mariano Sánchez-Covisa, el jefe de los españolísimos Guerrilleros de Cristo Rey. Todos estos grupos cometieron atentados contra sedes del PCP y otras acciones violentas contra las organizaciones de izquierda y sus dirigentes. Asimismo, la CIA financió la creación del partido “maoísta” PCTP/MRPP, gran colaborador del Partido Socialista en los momentos más críticos del proceso revolucionario. En esta organización militó nada menos que José Manuel Durão Barroso, quien años después sería primer ministro en Portugal, presidente de la Comisión Europea y anfitrión del trío de las Azores.
Al revés que en España, en Portugal nunca había existido un partido socialista histórico. De manera que el PS fue fundado en Alemania en 1973, y celebró en Lisboa su primer congreso en la legalidad tan solo seis meses después del brote revolucionario. Entre los presentes al cónclave se encontraba Santiago Carrillo, secretario general del PCE en aquellos momentos, a quien concedieron el uso de la palabra. Debió gustarle la experiencia, porque regresaría posteriormente al país vecino para participar en campañas electorales apoyando al PS. Mário Soares se dedicó a liquidar los principales logros de abril, especialmente la reforma de la tierra y las nacionalizaciones, e impulsó la adhesión de Portugal a la Unión Europea, especialmente lesiva para el país. El Consejo de la Revolución se disolvió en 1982. De aquellos polvos, estos lodos.
25 de abril, sempre!!!!
— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?
— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?
Fuente: https://mundoobrero.es/2024/04/25/la-revolucion-de-los-claveles-cumple-50-anos/
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