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Perú

La sangre derramada…

Fuentes: Rebelión

Los Incas la llamaron Amarumayo, es decir, «Río serpiente» y los habitantes de hoy la consideran la Capital Mundial de la Bio Diversidad. Con casi 80,000 kilómetros cuadros de selva impenetrable, Madre de Dios es un gigantesco paraíso natural. Ubicada al sur este peruano, en zona fronteriza con Brasil y Bolivia, es muy rica en […]

Los Incas la llamaron Amarumayo, es decir, «Río serpiente» y los habitantes de hoy la consideran la Capital Mundial de la Bio Diversidad. Con casi 80,000 kilómetros cuadros de selva impenetrable, Madre de Dios es un gigantesco paraíso natural. Ubicada al sur este peruano, en zona fronteriza con Brasil y Bolivia, es muy rica en minerales -particularmente oro- pero también en bio diversidad. Allí, las riquezas del bosque tienen una importancia excepcional dado que registran la existencia de dos millones y medio de hectáreas en la localidad. Aunque formalmente la explotación de ellas se hace vía concesiones, la desorganización de la Republica y la corrupción imperante han ido variando esa realidad y hoy la tala ilegal se ha convertido en un oficio muy difundido; como lo es también la minería informal -y la ilegal- del oro.

El oro, en la región viene mayoritariamente en polvo, entre sedimentos de arena negra y piedra depositada debajo de la capa de vegetación, por lo cual la primera acción de quienes lo buscan consiste en depredarla. Para los buscadores de oro – que usualmente son miles que llegan en condición de migrantes desde distintos confines- el trabajo responde casi a una cartilla: hay que arrasar, primero, la vegetación. Luego quemar la maleza hasta dejar el suelo al descubierto. Después, descargar tierra extraída de las orillas de los ríos, hasta ganar la capa aurífera. Finalmente lavar el polvo para separar el preciado mineral. Por eso a los centros que operan con esa modalidad, no se les conoce propiamente como «minas», sino apenas como «lavaderos de oro». Sólo que de allí se extraen ingentes fortunas.

En las últimas décadas las dos actividades favoritas de la región -la tala de la madera, y la extracción del oro de las arenas de los ríos- se han convertido en prácticas usuales y, por su carácter precario, han dado lugar al surgimiento de diversas mafias que operan a la sombra -muchas veces- de autoridades locales, pero también de otros poderosos consorcios. La informalidad -que es la norma- tiene dos secuelas: pocos pagan impuestos y no se controla el destino de la producción. Por eso ocurre que tras los informales y los ilegales, suelen moverse algunas grandes empresas que buscan quitarle piso al fisco y burlar regalías tributarias para llevarse el integro de la riqueza extraída.

En estas condiciones, y desde hace varios años, Madre de Dios ha venido siendo una bomba de tiempo que finalmente estalló. El pasado miércoles 14, graves disturbios, y la desmedida intervención policial, dejaron una dolorosa secuela: tres muertos y 38 heridos, 9 de los cuales son efectivos policiales. ¿El escenario? La plaza central y las principales calles de una ciudad compleja en la que se cruzan infinidad de carencias. ¿El motivo? La resistencia de mineros informales e ilegales a recientes disposiciones que penalizan su actividad.

Hubo, por cierto, hechos anteriores a este que permitían suponer la posibilidad de un acuerdo racional entre las partes: visitas de titulares de Portafolios a la región, entrevistas entre funcionarios del Estado y líderes de la protesta, una huelga bulliciosa, y Mesas de Diálogo; pero hubo también acciones de fuerza. En diciembre, por ejemplo, el gobierno movilizó gigantescas dragas para neutralizar la maquinaria de informales e ilegales, dispuso el registro obligado de los mismos y ofreció un Plan de reinmersión de los afectos en el proceso productivo. Ni una, ni otras medidas, arrojaron los resultados que se esperaban. Por el contrario, poco a poco se fueron caldeando los ánimos y finalmente, se generó la crisis que dejara su dolorosa huella.

Bien podría decirse que entre los mineros contestatarios hubo quienes precipitaron la crisis. Pero es verdad, también, que el gobierno no supo preveer lo que habría de ocurrir. Y no tuvo propuestas alternativas que aunque no convencieran a los más obtusos, sí ayudaran a hacerles perder sustento social. Habría que haber diferenciado, en primer lugar a informales de ilegales. No son lo mismo. Además, los trabajadores de la región no tienen por qué sentirse identificados, ni ser «solidarios», con los patronos que los explotan, trafican con ellos y los someten a prácticas vejatorias y salarios exiguos. Pero eso, no funcionó de modo que en la protesta del 14, no sólo estuvieron mineros cuestionados, sino también miles de otras personas que no tienen que ver con la propiedad ni las grandes utilidades, pero que -en efecto- viven cerca del conflicto. La torpeza de las autoridades no ayudó a evitar eso, y 700 efectivos policiales no pudieron contener la ira de más de quince mil personas reunidas y preparadas para la acción. El desenlace, fue trágico.

Ahora, los que siempre piden «mano dura» dicen satisfechos que «ya era tiempo» que el gobierno se manche las manos con sangre. Apoyan entonces «la restauración del principio de autoridad» y cierran filas al lado del régimen en el empeño de convencerlo de que ése, es el camino. «Maten más, como nosotros, más que nosotros» parecieran decir, parodiando a Jorge Trelles Montero «La inteligencia en acción» de Keiko Fujimori. Las deplorables intervenciones parlamentarias de Martha Chávez, María Luisa Cuculiza, Lourdes Alcorta o Javier Velásquez Quesquén, se inscriben en esa melodía. Sólo lamentan que un hecho así, no hubiese ocurrido antes. En Conga, por ejemplo.

Y, en efecto, en Conga estuvo a punto de ocurrir una tragedia parecida, que alcanzó a ser neutralizada. Pero la suerte no toca dos veces. Aunque la situación en Cajamarca está aun lejos de ser superada, gobierno y población debieran sacar de Madre de Dios una lección imperecedera: esto es algo que no debe volver a ocurrir. Ni en Cajamarca, ni en Madre de Dios, ni en ninguna parte de nuestro martirizado país. La sangre, para perpetuar un sistema de dominación injusto, nunca debe correr por nuestra tierra, ni regar el suelo que pisamos. Debiera tenerlo claro el Presidente Humala.

La situación nacional es, por cierto, harto compleja. A los inmensos daños materiales provocados por catástrofes naturales: temblores, lluvias, desborde de ríos, huaycos, incendios provocados, y otros; se han sumado escándalos políticos algunos de ellos artificialmente alimentados por la prensa sediciosa, y una ofensiva descarada de ciertos medios contra al Presidente del Congreso y otras autoridades del gobierno. Es claro que la Mafia y los suyos sienten que tienen una gran fuerza y que pueden golpear a su gusto sin obtener respuesta. Y es que el movimiento popular luce paralizado y sin iniciativa y el propio gobierno parece estar con las manos atadas. Por ello -piensan- les ha llegado la hora de recuperar la iniciativa y golpear en todos los frentes. Creen tener a un adversario el borde del K.O., y quieren ultimarlo, sólo que a la mala.

En este marco, los tagarotes de la derecha clásica -de la mano del Imperio- buscan colocar una pica en Flandes. Bajo el pretexto de «reflexionar sobre la realidad continental» se darán cita el próximo martes 20 en la Universidad de Lima – centro privado de escasa trayectoria académica- para dictarle la cartilla al Presidente Humala y decirle todo lo que tiene que hacer para «librarse» de las acechanzas populares. Su máximo aspiración, es gobernar al lado de Ollanta, a través de Ollanta, en nombre de Ollanta. Así, alcanzar una doble victoria: envilecer a Humala y desmoralizar al pueblo.

Desde Alvaro Uribe -el ex Presidente colombiano- vinculado al asesinato de dirigentes sindicales y periodistas, y cuyo embajador en el Perú acaba de ser involucrado en un juicio criminal por su participación en bandas paramilitares que operan en su país; hasta Carlos Alberto Montaner, el terrorista de la cáfila de Posada Carriles y Orlando Bosh; arribarán a nuestro suelo para decirles a los peruanos lo que deben hacer para librarse, no del hambre ni de la miseria, sino «del discurso populista que ahuyenta a las inversiones»: ponerla una cara linda a Washington y esperar las prodigiosas caricias del Imperio.

La palabra «Alerta» no alcanza, entonces, para decirle hoy a nuestro pueblo cómo debe estar en esta hora de definiciones cruciales y expectativas crecientes. Como se cumplen 120 años del nacimiento de César Abraham Vallejo Mendoza, nuestra gloria universal, sería más justo y apropiado, rememorar las premoniciones del poeta:

«no tengas pena, que no es de pobres

la pena, el sollozar junto a su tumba;

remiéndate, recuerda,

confía en tu hilo blanco, fuma, pasa lista

a tu cadena y guárdala detrás de tu retrato.

Ya va a venir el día, ponte el alma»

Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.