Ensoñados con el ayer franquista y queriendo recrear los «años de oro» de la Europa postguerra, los lugartenientes del presidente de España Mariano Rajoy, Luis de Guindos e Iñigo Méndez de Vigo, ministro de Economía y Competitividad y secretario de Estado de Relaciones Exteriores, respectivamente, han solicitado a la Alemania Angelical y Merkeliana el » […]
Ensoñados con el ayer franquista y queriendo recrear los «años de oro» de la Europa postguerra, los lugartenientes del presidente de España Mariano Rajoy, Luis de Guindos e Iñigo Méndez de Vigo, ministro de Economía y Competitividad y secretario de Estado de Relaciones Exteriores, respectivamente, han solicitado a la Alemania Angelical y Merkeliana el » lanzamiento de un Plan Marshall para relanzar la economía de la Eurozona». Tamaña ocurrencia, propuesta para salvar la crisis bancaria del país, se conjuga sin duda con lo sostenido por Carlos Marx durante una polémica con Federico Hegel transcripta en «El XVIII Brumario de Luis Bonaparte». Al sostener Hegel que los «grandes hechos» se repetían en la historia más de una vez, Marx le respondió que sí, pero que se producían «una vez como tragedia, y otra como farsa».
Metafísico, idealista y por lo tanto antidialéctico, el capitalismo, en boca de panegíricos notables- ahora ibéricos- pretende volver sobre sus fueros, intentando morigerar su decrepitud con vueltas al pasado pisado. Tal como se intenta hoy, a falta de producir nada nuevo bajo el sol histórico, social y económico-cultural del sistema, trasladar a los inolvidables Tres Chiflados a una irrerealidad celuloidea chatarresca y mediocre, se proyecta una «salvación» europea a través de un engendro concebido para otros contextos.
Un ERP que no fue del pueblo
Luego de terminada la Segunda Guerra, emergiendo EE.UU. como único ganador- por cuanto ninguna de sus ciudades fue bombardeada ni sus ciudadanos masacrados en masa- a los yanquis se les ocurrió un plan maestro: colonizar a Europa occidental a partir de un «préstamo» multimillonario que se denominó «European Recovery Program» (ERP), más conocido como «Plan Marshall, en honor a su mentor, el ex general de Ejército de EE.UU., George Cattlett Marshall.
Con el fín de «evitar el avance del comunismo» en Europa, en cuyo ámbito había actuado durante la Segunda Guerra, Marshall propuso al presidente Truman un plan de salvataje de la economía europea que, en realidad, consistió en:
a) Revivir una «estable y productiva Alemania» (norma JCS 1779 de ‘ocupación punitiva’) a fin de propiciar la centralización del capital en ese país, en el cual se destruyeron 1500 fábricas pequeñas y medianas, y recrear el rearmamentismo del mismo y del resto de Europa, a partir de la producción de acero germano, cuya producción se liberó luego de que Alemania Federal se uniera en 1951 a la Comunidad Europea del Acero y el Carbón (CECA), que reguló, supervisada por EE.UU., la producción en estos rubros;-
b) Obligar a Europa occidental, exhausta en sus divisas, a consumir alimentos, materias primas y otros productos fabricados en EE.UU., su «prestamista», a fin de mantener en funcionamiento las industrias del país del Norte de América, a la par que acelerar la reconstrucción del Viejo Continente, ya en vias de convertirse en una semicolonia de los yanquis. Cabe destacar que cuando se produjo la guerra de Corea (1950/53), gran parte de la «ayuda» norteamericana pre y marshalliana propiamente dicha a Europa- 13 mil 700 millones de dólares entre 1947 y 1952- fue a engordar la estructura de los Ejércitos que, con la bandera de las Naciones Unidas, ayudaron a masacrar al pueblo coreano;
c) Establecer un Fondo Especial de reserva de monedas europeas, administrado por el ministro de Economía alemán, que de 10 mil millones de marcos en 1971 pasó a 23 mil millones de marcos en 1997. Si bien, de acuerdo a las normas de la Administración para la Cooperación Económica Europea ( ACE), que administraba los fondos del Plan Marshall, éstos debían ser invertidos en equipamiento industrial, 140 mil millones de marcos fueron prestados en 1995 por el gobierno alemán a ciudadanos alemanes en créditos blandos. Alemania Federal, contando con innumerables criminales de guerra nazis reciclados en sus aparatos de inteligencia, defensa, comercio, industria y otras instancias del Estado y privadas, pasó entonces a ser el gendarme continental principal de los EE.UU. en el viejo mundo;
d) Enviar centenares de consejeros técnicos norteamericanos a Europa a fin de aleccionar a los europeos y como contrapartida formar ingenieros y otros técnicos europeos en los EE.UU., en el marco de un plan de colonización científico-técnica.
Marshall en acción, de la tragedia a la comedia
El 3 de abril de 1948, el presidente estadounidense Harry Truman creó la ya citada ACE, que contaba en cada país europeo con un eminente empresario de EE.UU., quien aconsejaba a los gobiernos respectivos que hacer en relación con la «ayuda». La RFA, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Reino Unido, Grecia, Islandia, Italia, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega, Suecia, Suiza, Turquía y los EE.UU., unidos en Santa Alianza, ( la España franquista recibió fondos ‘por izquierda’, habida cuenta de que no era «democrática» ) firmaron los acuerdos de Organización Económica de Cooperación Europea (OECE). Pero la base fundamental del Plan no se relacionaba justamente con la bondad imperialista para con la Europa devastada, sino con «la amenaza del comunismo».
Sin posibilidades de cooptar a la URSS a través del Marshall- del cual no quiso participar, obviamente- y temiendo el avance de la revolución en países como Francia e Italia, que contaban con Partidos Comunistas fuertes, organizados y fogueados en la resistencia antinazifascista, entre otros, los norteamericanos se lanzaron a crear una Europa policial en cuanto a la guerra contra el comunismo.
«El 5 de marzo de 1948 (…) llegó al Pentágono un cable aterrador del general Lucius D. Clay, jefe de las fuerzas de ocupación estadounidenses en Berlín. El general decía que tenía el presentimiento de que en cualquier momento podía producirse un ataque soviético. El Pentágono filtró el cable y Washington se vió inundado de temor. Aunque la base de la CIA en Berlín envió un informe tranquilizador al presidente, en el que aseguraba que no había signo alguno de ningún ataque inminente, nadie hizo caso»- transcribió en su volumen «Legado de Cenizas- Historia de la CIA» , el escritor Tim Weiner (Debate- Sudamericana, 2007, página 55).
Y sostuvo a continuación que Truman, previa advertencia al Congreso de que la URSS amenazaba con un «cataclismo», obtuvo de éste la aprobación del lanzamiento del Plan Marshall. «George Kennan y James Forrestal se hallaban entre los principales autores del plan»- agregó Weiner. «Allen Dulles» (director de la CIA, N. de R.)» colaboró con el plan». «Los tres contribuyeron a diseñar un dispositivo secreto que otorgaba a la CIA la capacidad de hacer la guerra política, y que permitía que muchos millones de dólares del plan se desviaran a la Agencia. La mecánica resultaba sorprendentemente simple. (…) Cualquier país que recibiera ayuda del plan debía apartar una suma (…) el 5% de esos fondos», consistentes en trece mil 700 millones de dólares, o sea 685 millones de dólares en total) » se ponía(n) a disposición de la CIA a través de las oficinas extranjeras del plan». (Weiner, obra citada , pagina 55)
«Los fondos secretos eran la clave de las operaciones secretas. La CIA contaba ahora con una fuente inagotable de dinero imposible de rastrear.». (56). Así, la PoliCIA política yanqui internacional operó en los inicios de la Guerra Fria contra el campo socialista, como lo haría luego y/o conjuntamente contra los pueblos y gobiernos revolucionarios del Tercer Mundo y Nuestra América en particular.
Hoy, la recreación que proponen Rajoy y sus acólitos del Plan Marshall suena a broma. No existe la URSS ni el campo socialista, Europa, luego unificada y en competencia con EE.UU. en cuanto a producción de mercancías, imbuída del «Estado de bienestar» creado como consecuencia del «peligro comunista», se desangra en una crisis aprovechada por EE.UU., principal deudor y productor de inflación y armas del mundo, con el apoyo de Alemania, su socio confiable en Europa además del Reino Unido, para inyectar dinero a sus arcas también maltrechas.
Según el autor Jean Claude Payé, en su trabajo «Crisis del Euro, Crisis de la UE», citado por Jorge Kreyness en «Cuadernos Marxistas» (Buenos Aires, abril del 2012), la crisis del euro «lejos de ser resultado de la invisible mano del mercado, es fruto de una estrategia pacientemente preparada por Cristina Romer y el Comité de Consejeros Económicos de la Casa Blanca. El objetivo es salvar a la economía estadounidense obligando a los capitales europeos a cruzar el Atlántico en busca de protección y poniendo en definitiva bajo control estadounidense la economía de los Estados de la Eurozona, a través del FMI y la propia Unión Europea».
Hoy no hay Plan Marshall que valga para contener la bancarrota de una Europa colonizada, aliada fundamental en la campaña terrorista desatada por EE.UU. contra, entre otros, el pueblo afgano, libio, sirio y en un futuro probable iraní. Ni ajustes ni palos pueden parar la crisis, sólo el pueblo europeo, unificado en sus luchas, organizado y decidido a terminar con la opresión del capital puede trazar su propio destino. España cruje de bronca y dolor, Grecia también, Italia no le va en zaga, Francia está en alerta, el resto de Europa también lo hace. No hay salida sino creando Poder Popular, confiscando a los confiscadores, terminando de liquidar al muertovivo, el capitalismo, antes que nos lleve a todos los pueblos del mundo a la tumba con él.
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