Irritados por la a todas luces decisiva implicación de Hizbullah en la recuperación de la ofensiva militar por parte de Damasco, los pesos pesados de la UE han decidido incluir al brazo armado del Partido de Dios en la lista de «organizaciones terroristas». Paralelamente, reconocen el importante papel político del grupo chií en Líbano, cuya desestabilización pone los pelos de punta al todo el mundo menos a Israel.
Los ministros de Exteriores de la UE decidieron ayer inscribir al brazo armado de la organización de la resistencia libanesa Hizbullah en su lista de «organizaciones terroristas» aunque mantendrán el diálogo con sus responsables políticos como parte importante del mapa político libanés y de su estabilidad.
Tras dos años de infructuosos intentos de criminalizar a la organización chií, la participación de Hizbullah en el conflicto sirio, concretamente en la toma de la localidad estratégica de Qusseir en junio pasado, ha sido la excusa utilizada por los promotores de la iniciativa para arrancar una decisión por unanimidad.
Entre ellos se encuentra Gran Bretaña, que tiene incluida desde 2008 en su propia lista al brazo armado de Hizbullah. Más testimonial es el caso de Holanda, que no hace distinciones entre sección política y militar y considera «terrorista» al Partido de Dios en su integridad.
Es el caso de EEUU, que defiende que «los numerosos brazos y filiales de Hizbullah comparten una dirección, un reclu- tamiento y una financiación común que sostienen todas las acciones violentas» que imputa a la organización libanesa.
Los Veintiocho han decidido, esta vez, quedarse a medio camino. Y es que si el Estado francés, renuente hasta ahora a la criminalización de Hizbullah, ha decidido dar el paso espoleado por los reveses occidentales en Siria (Alemania también ha dado su placet), pequeños países como Irlanda, República Checa y Malta se han apoyado en la renuencia de Italia para exigir que la UE siga dialogando con todas las fuerzas políticas libanesas, incluida Hizbullah, y que la decisión no suponga ningún castigo financiero al Gobierno de Beirut, que cuenta precisamente con la participación activa del grupo chií, además de lograr una revisión de la decisión en seis meses.
La decisión de la UE -un acuerdo político que debe ser transcrito jurídicamente para ser aplicable- reposa sobre las «pruebas» -en realidad excusas- de que Hizbullah estaría implicada en atentados en suelo de la Unión. Se trataría del atentado contra intereses israelíes de julio del año pasado en el aeropuerto de Burgas (siete muertos). El Gobierno de Sofía ha insistido en que «aunque su autor sigue siendo desconocido, hay claras pistas que llevan a Hizbullah». En el mismo paquete se ha incluido la condena en marzo contra un presunto miembro de Hizbullah en Chipre acusado de planificar un ataque contra intereses israelíes.
Con su cinismo habitual, el ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, aseguró que, al considerar «terrorista» al brazo armado de Hizbullah, «lo único que hemos hecho es hacer coincidir el derecho con los hechos».
La ministra israelí de Justicia, Tzipi Livni, no ocultó su satisfacción y señaló que «ahora está claro para todo el mundo que Hizbullah es una organización terrorista».
Contactados por la agencia AFP, los diputados y ministros de Hizbullah se negaron a valorar la noticia en caliente.
Antes de anunciarse la decisión, el vicepresidente del Comité Ejecutivo de Hizbullah, jeque Nabil Kauk, afirmó que la organización no se dejará intimidar por las amenazas de la UE. «Nadie puede minimizar sus logros ni ofender la dignidad de los muyahidines (guerreros santos)», manifestó Kauk.
El jefe del Gobierno libanés en funciones, Najib Mikati, lamentó la decisión y señaló que «esperábamos una lectura más inteligente de la situación».
Por contra, fuentes de la oposición suní libanesa señalaron que «las ambigüedades de la decisión de la UE no harán mella en Hizbullah, que tiene recursos para contrarrestarlas».
La organización Hizbullah es uno de los principales actores políticos y militares en el convulso Oriente Medio y el enemigo público número uno para el sionismo israelí.
El Partido de Dios nació al calor del seísmo que provocó el triunfo de la revolución islámica en Irán y se convirtió en la punta de lanza de la lucha de resistencia libanesa que logró expulsar a Israel del sur del país.
Este liderazgo en el combate, unido a una sólida red de trabajo social entre la población más empobrecida, disparó la popularidad de Hizbullah, sobre todo, pero no únicamente, en el seno de la población chií libanesa (un 30% según cálculos oficiales pero más de la mitad si tenemos en cuenta que Líbano sigue sin un censo de población fiable y actualizado desde hace decenios).
Perfectamente organizada, Hizbullah agrupa a decenas de miles de militantes activos, además de un potente servicio de seguridad y de inteligencia junto con su propia red de telecomunicaciones, televisión (Al-Manar) incluida. Algunos expertos críticos del movimiento como Waddah Charara, autor del «Estado Hizbullah», aseguran que cuenta con 20.000 combatientes, 5.000 de ellos perfectamente armados y pertrechados y listos para ser movilizados inmediatamente.
En el punto de mira constante de Israel, es un movimiento semiclandestino y solo se conoce a una veintena de sus cuadros militares.
Su participación abierta en el frente de guerra sirio (que no conoce fronteras con Líbano) le ha granjeado críticas desde sectores alineados con la revuelta siria.