9,5% de los votos en Italia; 12,78% en Austria; 17% en Holanda; 11,96% en Bulgaria; 14,9% en Dinamarca… los resultados de los partidos de extrema derecha en las elecciones europeas encienden las alarmas.
Dicen que le pilló de sorpresa, pero sus escoltas actuaron como si nada hubiera salido del guión. Mientras daba una de sus primeras ruedas de prensa tras las elecciones europeas del 7 de junio, el líder del ultraderechista Partido Nacionalista Británico (BNP), Nick Griffin, fue interrumpido a huevazos por una veintena de personas. Casi sin inmutarse, Griffin -quien en 1998 fue condenado a nueve años de prisión por calificar el holocausto de «engaño»- se refugió entre sus fornidos guardaespaldas, simuló una sonrisa y se metió en el coche. Más allá de la imprevista lluvia de huevos, el carismático portavoz del BNP estaba eufórico: su partido, con un discurso basado en la fobia a los extranjeros, había obtenido dos europarlamentarios.
El caso de este grupo es tan sólo un ejemplo de unas elecciones marcadas por la abstención, en la que los ultraderechistas de varios países se han convertido en sus auténticos protagonistas. Hay caras nuevas, pero también algunas ya bien conocidas en el resto del continente. Es el caso de la Liga Norte italiana, que consigue un 9,5% de los votos emitidos -en las europeas de 2004 había alcanzado el 5%- y logra ocho escaños. Llevado a la fama por su pretensión de separar el norte del empobrecido sur del país, la Liga promueve la implantación del delito de «inmigración ilegal». En esa línea, el partido fundado por el mediático Umberto Bossi plantea, sin cortapisas, la expulsión de los sin papeles.
Dentro del arco de extranjeros que habitan en este continente, los preferidos por los partidos xenófobos son los que profesan el Islam. De hecho, representantes de estos partidos ya habían coincidido anteriormente en actividades anti islámicas. Es el caso del secretario general del Partido Liberal Austríaco (FPÖ), Harald Vilimsky, y el portavoz del Vlaams Belang (Interés Flamenco) de Bélgica, Filip Dwinter, quienes compartieron mesa en un congreso contra la «islamización» de Europa, realizado en la ciudad alemana de Colonia en septiembre de 2008. El acto, en el que también participaban otros líderes de la ultraderecha europea -entre ellos Manuel Canduela, de la formación española Democracia Nacional- fue finalmente prohibido tras las manifestaciones de denuncia protagonizadas por los grupos antifascistas.
El FPÖ austríaco, uno de los invitados estrella de aquel evento, obtuvo el 12,78% de los votos en estas elecciones -el doble del porcentaje logrado en los anteriores comicios de 2004-, lo que equivale a dos escaños en el nuevo parlamento de Estrasburgo. Durante su polémica campaña electoral, en la que se dedicó a alertar sobre el crecimiento de la inmigración de origen islámico en este continente, lanzó unos carteles que advertían que Europa «tiene que seguir siendo cristiana».
Sus camaradas del Vlaams Belang belga, acérrimos enemigos del Islam, consiguieron dos eurodiputados, mientras que en Holanda, el Partido de la Libertad logró el 17% de los votos y cuatro escaños, convirtiéndose en la segunda fuerza política del país. Su líder, el diputado Geert Wilders, quiere prohibir la construcción de mezquitas y propone todo tipo de trabas a la llegada de inmigrantes musulmanes, pues está firmemente convencido de que el Corán incita al odio y al asesinato. En marzo de 2008, Wilders produjo un corto cinematográfico titulado Fitna, en el que hacía gala de su profundo desprecio hacia el mundo árabe. Ahora es uno de los abanderados contra el ingreso de Turquía a la Unión Europea.
Precisamente, la campaña contra la incorporación turca fue otro de los principales factores que posibilitaron el aumento electoral de la ultraderecha. Ataka, un partido búlgaro nacido de un plató de televisión -su líder, Volen Siderov, conduce un programa de política en un canal cable local-, dirigió sus dardos contra Turquía, y no le fue nada mal: consiguió un 11,96% de apoyos, lo que se traduce en dos europarlamentarios. El ultranacionalista Siderov regenta además el periódico Ataka, un tabloide de 24 páginas cargadas de insultos contra inmigrantes, homosexuales y gitanos.
Por su parte, el Partido del Pueblo Danés (PPD), que pasó de un 6,8% en las elecciones europeas de 2004 a un 14,9% en las del 7 de junio, tendrá dos de los 13 representantes que le corresponden a Dinamarca en el parlamento de la UE. Con un duro discurso contra la inmigración, el Islam y Turquía, esta formación de marcado carácter ultranacionalista es la tercera pata del actual Gobierno de Dinamarca, de corte liberal-conservador. Durante la crisis desatada por la publicación de las caricaturas de Mahoma en la prensa danesa, los representantes del PPD no dudaron en pedir la expulsión del país de todos los imanes que no tuvieran nacionalidad danesa.
La islamofobia también tiene amigos en Finlandia, donde el partido Verdaderos Finlandeses logró un escaño en Europa gracias a un 9,8% de respaldo, mientras que en Grecia la formación ultraderechista Alerta Ortodoxa Popular (LAOS) reunió el 7% de los votos emitidos y dos escaños en el europarlamento. Basados en un similar discurso, los ultranacionalistas rumanos del partido Romania Mare se aseguraron dos escaños, que serán ocupados por el líder de este grupo, Corneliu Vadim, y el multimillonario Gigi Becali, dueño del equipo de fútbol Steaua de Bucarest Sin embargo, la ultraderecha rumana podría quedarse sin sus representantes a raíz de una resolución que impide a Becali abandonar el país, debido a que se encuentra inmerso en un proceso legal por ordenar a sus escoltas que capturaran y amenazaran a tres hombres que intentaron robar su coche. En caso de que Becali no pueda asumir su escaño, el líder ultraderechista Corneliu Vadim ha manifestado que tampoco asumirá el suyo en solidaridad con su compañero. Las buenas relaciones entre los nuevos representantes ultraderechistas europeos, lo que posibilitaría llevar adelante políticas en común, enfrentan un inconveniente: las posturas ultranacionalistas del Partido Nacional Eslovaco (SNS), con un escaño, y de la formación húngara Jobbik, que tendrá tres diputados. Mientras que el SNS, que forma parte de la coalición de Gobierno eslovaca junto a los socialdemócratas locales, mantiene un discurso declaradamente xenófobo contra la minoría húngara que vive en este país -su líder, Ján Slota, les considera «un cáncer en el cuerpo de la nación eslovaca» y sugirió enviar los tanques a Budapest-, los promotores de Jobbik prometen defender la autonomía de los magiares que viven fuera de Hungría, incluyendo al cerca de medio millón de compatriotas ubicados en la vecina Eslovaquia.
Jobbik cuenta además con la temida Guardia Húngara, un grupo paramilitar al que se acusa de estar detrás de asesinatos de gitanos. Amnistía Internacional calificó recientemente a esta milicia como «una organización derechista y radical, contraria, sobre todo, a la comunidad romaní». Ahora contarán con representantes en la cámara.
El incremento electoral experimentado por la ultraderecha en varios países contrasta con los resultados del Frente Nacional francés de Jean-Marie Le Pen, que sufrió un descenso de tres puntos en relación a las elecciones europeas de 2004 y se queda con tres escaños en el nuevo parlamento. Uno de ellos será ocupado por el propio Le Pen.