¿Qué está pasando en la Unión Europea? ¿Cuál es la naturaleza de fondo de la llamada crisis de la «deuda soberana»? ¿Funcionará el plan de estabilización? ¿Se romperá la zona euro? ¿Es la salida de la UE, con la que amenazó Sarkozy para Francia, una solución para los problemas de la clase obrera francesa o […]
¿Qué está pasando en la Unión Europea? ¿Cuál es la naturaleza de fondo de la llamada crisis de la «deuda soberana»? ¿Funcionará el plan de estabilización? ¿Se romperá la zona euro? ¿Es la salida de la UE, con la que amenazó Sarkozy para Francia, una solución para los problemas de la clase obrera francesa o de cualquier otro país europeo? ¿Cómo se puede defender de forma consecuente los intereses de la clase trabajadora en esta situación? La cuestión europea se ha convertido, efectivamente, en un punto político central e ineludible, no sólo para los estrategas de la burguesía, sino también para los intereses de la clase trabajadora, y por lo tanto para los sindicatos y partidos de la izquierda.
Hace tres años, cuanto estalló la crisis de las subprime y la crisis mundial aún no era reconocida como tal, prevalecía en la prensa burguesa la idea de que la situación en Europa no tenía «nada que ver» con lo que estaba pasando en EEUU. Dentro de Europa, la banca española se ponía como un ejemplo modélico de blindaje frente a la crisis financiera. Incluso se ofrecía a dar lecciones al resto de Europa. Todo sucedió exactamente al revés. Después de protagonizar las noticias económicas durante meses, la crisis de la deuda griega pasó a un segundo plano en cuestión de días, siendo el preludio de una nueva fase de la crisis económica mundial en la que Europa se sitúa como el epicentro. Para remate, el sistema financiero español ha revelado no sólo no ser inmune a la crisis financiera sino que tiene un potencial destructivo sobre el conjunto del sistema financiero europeo incomparablemente superior al de la deuda griega.
Los hechos se han sucedido a una velocidad vertiginosa, en un contexto de tremenda volatilidad. El plan de salvamento de Grecia1 (concebido en realidad para salvar los intereses de la banca europea) aprobado el domingo 2 de mayo, que prevé movilizar 110.000 millones de euros en tres años para evitar que el país entre en un situación de impago, en vez de tranquilizar a los «mercados», dio lugar a una de las oleadas de pánico más intensas en los casi años de crisis mundial. El miércoles 5 de mayo Portugal tuvo que pagar por obtener nuevos créditos un tipo de interés cuatro veces superior a los buitres financieros exigían en marzo. El jueves 6 de mayo el Dow Jones de Nueva York caía durante unos minutos más del 9%, el Ibex-35 llevaba una pérdida acumulada del 7,5% en dos días y la «prima de riesgo» de la deuda española alcanzaba máximos históricos desde la implantación del euro. La crisis de la deuda amenazaba, por momentos, con saltar de Grecia a otros países de Europa sin que nadie lo pudiera detener.
Los llamados mercados temían por sus préstamos a la banca griega, de 110.000 millones de euros, pero a la banca española esa cifra asciende a 770.000 millones. Las consecuencias de un impago por parte de algún país de los mencionados, o de alguna de sus entidades financieras importantes, arrastraría a todo el sistema financiero europeo. La exposición de inversores extranjeros a la deuda (tanto pública como privada) griega, portuguesa y española alcanza los dos billones de euros.
La actual crisis de la deuda es una manifestación más de la crisis capitalista de sobreproducción que afecta a toda la economía mundial, y no es un fenómeno exclusivamente europeo2. Los altos niveles de endeudamiento, tanto público como privado, es un fenómeno generalizado en todo el mundo y tienen enormes implicaciones3 en el desarrollo que está teniendo la crisis. EEUU tiene un déficit presupuestario del 10% y una deuda pública de 12,98 billones de dólares (10,4 billones de euros), aproximadamente el 90% de su PIB. Pero incluso esas cifras, que son asombrosas, camuflan la realidad. El tesoro norteamericano acumula debajo del colchón «activos ilíquidos», o sea bonos basura que se ha quedado de los bancos privados invendibles en el mercado, por el valor de 1,7 billones de dólares. Tarde o temprano esta situación dará lugar a nuevas convulsiones financieras. No obstante, además de ser partícipe de las causas y consecuencias generales de la crisis de la deuda, Europa tiene factores particulares que la agravan.
Interconexión financiera
La implantación del euro en 2002, en un contexto de boom económico, intensificó la interconexión financiera entre los diferentes países de Europa y facilitó el endeudamiento de los países económicamente más débiles. La existencia del euro en Grecia, España, Portugal e Italia propició un estímulo extra a los banqueros alemanes, franceses y británicos a invertir en ellos ya que no corrían el riesgo de que los beneficios obtenidos en las operaciones que se hacían en estos países se vieran mermados por eventuales devaluaciones de sus monedas nacionales. Sin embargo, con la crisis, la debilidad histórica de estas economías salió otra vez a la superficie, manifestándose, entre otros aspectos, en un crecimiento vertiginoso del déficit y de la deuda. La intensidad del crecimiento de estos dos parámetros económicos en el Estado español no tiene antecedentes entre los países capitalistas desarrollados en tiempos de paz.
Debido a la interconexión financiera alcanzada en los últimos años la crisis inmobiliaria española, por ejemplo, se ha convertido, literalmente, en un problema de la banca europea. Además, bancos y gobiernos comunitarios se deben billones de euros entre sí. Si uno cae el efecto arrastre es inmediato. Algunos ejemplos: Italia le debe a Francia 511.000 millones de dólares (el 20% del PIB francés); la banca española posee casi un tercio de la deuda portuguesa (más de 86.000 millones de dólares); mientras que el Estado español le debe a Francia 220.000 millones, a Alemania 238.000 y a Reino Unido 114.000 millones de dólares, según datos del Banco Internacional de Pagos. Esa profunda interrelación es lo que hace que los problemas que se manifiestan en un país, repercutan en el conjunto, afectando a la propia estabilidad del euro.
Aunque en los últimos meses las manifestaciones más espectaculares de la crisis se han producido en la periferia del grupo de países capitalistas más desarrollados, el problema de la deuda afecta de lleno al núcleo central del sistema. Cuando una deuda es relativamente pequeña, el problema es del que debe, pero cuando la deuda es gigantesca el problema es del que presta. De hecho, el principal problema en Europa lo tiene la banca alemana, francesa e inglesa. También los estados más desarrollados de Europa soportan deudas históricamente gigantescas y lo mismo se puede decir de sus empresas. Es normal que la enfermedad se manifieste en primer lugar en los países económicamente más débiles, pero la noción de «contagio» de países «enfermos» a países «sanos» es equívoca. El virus de la enfermedad ya está incubado en todos los países, tanto en el sector público como en el privado. Las oleadas de crisis no hacen más que llevar a la superficie problemas que ya existen. En la medida que todas las condiciones objetivas están dadas, cualquier accidente puede ser el desencadenante de un nuevo episodio de la crisis, aunque adquiera la apariencia de un proceso de contagio. La crisis griega por ejemplo, se desató con el «descubrimiento», en noviembre, de que las cuentas del Estado estaban falseadas. Pero esta mentira pasará a la historia como una inocencia infantil cuando se sepa el agujero real de los bancos alemanes, españoles y de todos los países de Europa, que están maquillando sus cuentas, minimizando el volumen de los préstamos en peligro de entrar en mora. La necesidad se expresa a través del accidente, y en una situación de tanta tensión e instabilidad hasta una «noticia» puede ser el desencadenante de nuevas oleadas de pánico. El rumor sobre la solicitud por parte del gobierno de Zapatero de un préstamo de más de 200.000 millones de euros al FMI pudo ser falso, pero fuera mentira o no, no dejaba ser bastante realista, y tuvo sus efectos.
Todos estas contradicciones de la situación objetiva estaban en la base del pánico que cundió en los mercados internacionales los días que siguieron al plan de salvamento griego. La situación llegó hasta el punto de que las entidades financieras norteamericanas dejaran de prestar a los bancos europeos, «secando» el mercado interbancario. El peligro de un nuevo «Lehman Brothers de la deuda soberana», con efectos imprevisibles, estaba muy presente en la situación.
El plan de estabilización
Por todo ello se aceleró la puesta en marcha de un plan de estabilización, hacia el que había más de una resistencia, empezando por Alemania, ya que es su principal fuente de financiación4 y a cuya burguesía no le gusta nada tener que hacer frente constantemente a los desequilibrios provocados por las economías periféricas y que ponen en peligro la estabilidad de «su» moneda. Estas tensiones están ligadas a la contradicción que implica la existencia de una moneda única y su funcionamiento en 16 estados diferentes.
Finalmente se llegó a un acuerdo en la madrugada del domingo al lunes 10 de mayo, con la movilización potencial de 750.000 millones euros. Inicialmente provocó una espectacular pero superficial y fugaz (duró apenas un día) muestra de euforia en las bolsas, para de nuevo, abrir una profunda sensación de incertidumbre y nerviosismo. La paradoja de la situación es que tanto los altos niveles de endeudamiento como los planes salvajes de recorte para tratar de atajarlo al que va asociado el plan de estabilización, inciden de forma depresiva sobre la economía. La burguesía se encuentra ante un impás frente a la crisis generada por su propio sistema ya que, hagan lo que hagan la situación va de mal en peor.
La crisis europea está muy asociada a los movimientos especulativos5. Por su propia naturaleza, los movimientos especulativos son extremadamente temerarios, sobre todo con el dinero de los demás. Efectivamente, los ‘mercados’ temen que los estados o las empresas lleguen al límite del impago, pero saben también que cuanto más cerca están de este límite más intereses pueden obtener prestándoles dinero. En el caso de Europa este límite llegó a niveles muy críticos debido a las fricciones existentes entre los diferentes estados dentro de la UE y a sus propias presiones internas, como ha sido evidente también en el caso de Alemania. Esta situación retrasó la toma de decisiones coordinadas. Aunque la causa de fondo de la crisis europea no sea la especulación, el mecanismo especulativo ha empujado de forma acelerada a determinados países al borde del abismo. La voracidad especulativa alimenta la inestabilidad no sólo económica sino política del sistema, como se ha visto en Grecia. El plan de estabilización tiene como objetivo introducir un cierto elemento de control sobre esta situación. Aquí se produce otra paradoja. A la burguesía le gustaría resolver sus problemas (desde el punto de vista de sus intereses, obviamente) de forma «ordenada», de ahí que intente atajar, o al menos paliar, las expresiones más agudas de la especulación y en general del caos capitalista. Sin embargo, uno de los principales «obstáculos» para frenar la especulación es que ésta ha sido una de las fuentes más importantes de beneficios de los bancos en el periodo reciente, y no podemos perder de vista que salvar a los bancos, a costa de los intereses de la inmensa mayoría de la sociedad, ha sido y es la prioridad absoluta de los gobiernos. Así que la especulación es una fuente de inestabilidad, problemática para la burguesía, pero es también una de sus actividades esenciales. La complejidad de los «productos financieros» no puede ocultar que la especulación ha sido alimentada oficialmente y está amparada por la más estricta legalidad. El Banco Central Europeo sigue facilitando créditos baratos (1%) a la banca privada, que a su vez presta este dinero a Grecia, España o Portugal a tasas de interés muy superiores. Esto es pura especulación, y además, una modalidad bastante simple.
Cuando el negocio llegó a ser una amenaza para la estabilidad de todo el sistema la burguesía lanzó el plan de estabilización del 10 de mayo, un plan que habilita, entre otras cosas, al BCE a comprar directamente «deuda soberana» para tratar de contener los tipos de interés que exigen los «mercados». La «lucha contra la especulación» de la burguesía tiene una profunda carga de cinismo y demagogia, pero incluso cuando se dan pasos concretos para limitarla fracasan inevitablemente, como se demuestra con las recientes medidas de Merkel contra las ventas al descubierto6. No se puede atajar la especulación preservando, a la vez, las reglas del sistema capitalista. El objeto de la especulación es enormemente variable: puede ser la deuda, el sector inmobiliario, las materias primas, las divisas, etc. Los movimientos especulativos mueven ingentes cantidades de dinero, aprovechan cualquier desequilibrio, anomalía, fallas en el sistema, para sacar beneficios rápidos en cualquier parte del mundo, sin crear un átomo de riqueza. No es la especulación la que está provocando la caída del euro, pero es inevitable que sobre esa tendencia, que tiene sus raíces en los problemas reales de la economía europea, actúe la especulación. Las medidas para impedir la especulación contra determinados productos financieros, o contra la deuda de los países más débiles, lejos de atajar el problema, puede acabar acrecentando la presión especulativa sobre el conjunto de la zona euro, concentrándose en su moneda.
La posibilidad de que el plan de estabilización acabe en aborto es real. Los interrogantes empiezan por el primero y más elemental requisito para su funcionamiento: reunir los 750.000 millones de euros con los que hipotéticamente la UE podría comprar toda la deuda necesaria de los países en situación crítica y así disuadir a la especulación. De esa cantidad, 250.000 millones provienen del FMI, 60.000 de fondos de la UE, pero el resto, 440.000 millones, depende del éxito que tenga la emisión de los eurobonos. ¿Tendrá éxito su venta en el mercado? La esencia del plan consiste en emitir deuda para comprar otra deuda, lo cual no parece muy estimulante para la inversión. Si fracasa podría abrir otra oleada especulativa contra los bonos españoles, griegos, italianos o de cualquier otro país. Y si consigue colocarlos, ¿a qué precio lo conseguirá? ¿Se podrán devolver los préstamos adquiridos con esos bonos sin recurrir a los presupuestos de los estados que los respaldan, fundamentalmente, Alemania y Francia? ¿Cuáles serían los efectos sobre la economía europea si eso ocurriese? Por último, ¿cuál es el tamaño real del agujero financiero potencial que hay en Europa? La mayoría de esta deuda está en manos de fondos y bancos de la zona euro. ¿Qué parte de esta deuda es incobrable, o será incobrable en el futuro, en un contexto de estancamiento económico prolongado? Y lo más importante, si como parece más probable, la economía europea entra en una fase de crecimiento débil o estancamiento, el problema de la deuda seguirá pesando como una losa. En último término, las deudas sólo se puede resolver creando riqueza (y ya hemos visto los efectos depresivos que los planes de ajuste tendrán sobre el crecimiento) o con quiebras generalizadas, «limpiando» así el sistema.
A pesar del plan de estabilización, la economía europea estará plagada de nuevas sacudidas. La reciente intervención en CajaSur, con un agujero inmobiliario y de morosidad cercano a 2.000 millones de euros revela la rapidez con la que la deuda privada puede trasladarse a la deuda pública. El País alertaba de que la necesidad de intervenir en la entidad «era la peor noticia en el peor momento» tanto para la banca española como «tal vez incluso para el euro». Si una entidad pequeña puede ser un factor de desestabilización del euro, ¿Cuántos otros factores, ahora ocultos, pueden emerger a la superficie en las próximas semanas? ¿Qué ocurriría si el gobierno español, o cualquier otro, tuviera que intervenir en un banco de mayor envergadura? Nuevas bajadas de rating y nuevas subidas de las «primas de riesgo» estarán otra vez a la orden del día.
Así, no es nada extraño que el plan de estabilización termine convirtiéndose en un nuevo problema que acentúe la incertidumbre sobre el futuro de Europa. De hecho, la burguesía europea es perfectamente consciente de la fragilidad y la inconsistencia de este plan y la propia Merkel ha dejado bien claro que el objetivo real del mismo es «comprar tiempo». En otras palabras, la burguesía europea quiere tener más margen para preparar el terreno político para poner en marcha los planes salvajes de ajuste contra la clase obrera, que no han hecho más que empezar. Esto es lo verdaderamente decisivo e importante que hay detrás de los abstractos y fríos objetivos «macroeconómicos».
¿Hacia un gobierno único?
Al día siguiente de aprobarse el plan de estabilización la inmensa mayoría de los periódicos se congratulaban, con grandes titulares en portada, de que «por fin» la Unión Europea había dado un paso en serio hacia un gobierno único. En realidad, lo que ha ocurrido es que la dictadura política y económica del capital financiero se ha hecho más clara y más exigente, materializándose en la consolidación de la hegemonía alemana sobre el conjunto de la Unión Europea y en la puesta en marcha de planes de ataque de envergadura histórica, contra la clase obrera de todos los países. La burguesía alemana está siendo la principal impulsora de estrictas normativas que restringirán, de antemano, la política de gasto social de cualquier gobierno. La idea planteada por el marxismo de que los gobiernos capitalistas no son más que consejos de administración del capital financiero, va adquiriendo un rango legal, poniendo aún más en evidencia la falacia de la democracia burguesa y toda su desacreditada liturgia.
La necesidad crea el órgano, pero no necesariamente este órgano surge sano, completo y armónico con el resto del cuerpo. El «gobierno del euro», en forma de un dominio más tosco y descarado de la burguesía alemana, en su condición de potencia económica, de gran prestamista de la eurozona y garante del euro, no necesariamente lleva a más estabilidad, a la supresión de los intereses nacionales y a la unificación política de la UE. Ciertamente, la intensificación de la disputa por los mercados internacionales entre los grandes bloques económicos (EEUU, Japón y China) hace que la unidad monetaria europea siga siendo fundamentalmente ventajosa para las burguesías que la conforman. De hecho, este factor ha sido el principal impulsor del proceso de unidad. Sin embargo, convive con una disputa creciente por el mercado externo dentro de la propia UE y no es nada secundario el hecho de que el principal destino de las exportaciones de los países de eurozona sea la misma eurozona.
Una de las fuentes de tensión entre Alemania y Francia ha tenido como punto central el superávit comercial alemán. Éste alcanza 134.000 millones de euros al año, de los que el 86% proceden del comercio en el interior de la Unión Europea. La exportación alemana a otros países europeos se ha incrementado, entre un 1995 y 2008 a un ritmo del 7,4% anual, mientras que las exportaciones a Japón aumentaron a un ritmo del 2,2%. La dependencia del PIB alemán de las exportaciones se ha incrementado vertiginosamente en los últimos años. En 1990 las exportaciones alemanas aportaban el 20% del PIB, mientras que en la actualidad su peso ha alcanzo el 47%.
Bajo la misma moneda conviven distintas burguesías nacionales que compiten entre sí y economías con problemas distintos. En el último medio siglo el proceso de unificación europea ha avanzado, pero sigue siendo incompleto. El hecho de que se haya consolidado una moneda única sin un auténtico proceso de unificación nacional, en este contexto de crisis histórica del capitalismo, ha exacerbado las contradicciones al máximo, como señalamos los marxistas en su momento. El proceso ha quedado a medio camino y ahora la vuelta atrás estaría plagada de tensiones brutales, al igual que el avance hacia un «gobierno del euro», visto con cada vez mayor desconfianza por las masas y sin poder evitar el choque de intereses entre diferentes las burguesías nacionales.
La recuperación sobre el control de la moneda nacional puede ser una tentación en momentos de crisis, pero es ahora más complicada que hace 10 años. Una salida de Grecia o España de la zona euro provocaría una conmoción económica de consecuencias imprevisibles. La recuperación de un nuevo dracma o una nueva peseta, no resolvería el problema de la deuda ya que su valor seguiría establecido en euros, con el agravante de que con una moneda más débil, sería más costoso devolverla, propiciando más ataques a la clase obrera. Desde el punto de vista de la competitividad tampoco, ya que una devaluación abarataría las exportaciones pero encarecería, en la misma proporción, las importaciones, volviéndose, a la larga, a la misma situación actual, en la que la que la presión por la «competitividad» se consigue a costa de salarios más bajos. Por otro lado, ¿cómo se efectuaría la conversión monetaria? ¿Quién querrá estar en posesión de las nuevas pesetas o nuevos dracmas sabiendo que sufrirían una inevitable devaluación respecto al euro? La simple perspectiva de una vuelta a una moneda más débil provocaría una estampida de capitales hacia fuera del país en cuestión. La ruptura del euro abriría una perspectiva extraordinariamente incierta y por eso todas las burguesías quieren evitar esta perspectiva, al menos a corto y medio plazo. No obstante, en la medida que los desequilibrios internos en la UE continúen , se produzcan nuevos episodios de crisis financiera y la perspectiva de estancamiento económico prolongado se consolide, todo ello introduciendo fuertes presiones sobre la estabilidad del euro, podrían producirse desgajamientos o expulsiones de la zona euro.
Europa y los intereses de la clase trabajadora
Desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera, el debate no puede ser euro sí, euro no. Dentro o fuera del euro la burguesía necesita atacar a los trabajadores, y lo está haciendo. La ruptura con el euro no significa que puedas aislarte de la crisis capitalista o de la competencia del mercado mundial. Mientras el Estado español, Grecia, Alemania o cualquier otro país siga siendo capitalista la burguesía intentará descargar sobre los hombros de los trabajadores el peso de la crisis, y los problemas para la mayoría de la población seguirán siendo fundamentalmente los mismos. La auténtica disyuntiva es capitalismo o socialismo y esta lucha sólo es posible, hoy más que nunca, con la unidad de la clase obrera de toda Europa en una lucha común contra la burguesía de todos los países.
La lucha de clases en Europa no ha hecho más que empezar. La experiencia demostrará que la única alternativa a los problemas de los trabajadores del Estado español y de todo el continente es una Federación Socialista de Europa. Sólo podremos hacer efectivo el verdadero potencial económico y cultural de Europa, que la burguesía es completamente incapaz de aprovechar, con el establecimiento de una Federación Socialista que, sobre la base de la expropiación de la banca, los monopolios y los latifundios, establezca las bases de una economía planificada bajo control de los trabajdores que acabe con la lacra del desempleo, mejore todas las conquistas en materia de sanidad y educación, acabe con cualquier tipo de opresión nacional y establezca una auténtica igualdad entre las personas.
NOTAS 1. Para profundizar en todo lo relacionado con Grecia y la crisis de la deuda:
· Los trabajadores griegos marcan el camino. ¡Que la crisis la paguen los capitalistas! en www.elmilitante.net/content/view/6392/85.
· Crisis y lucha de clases en Europa, en www.elmilitante.net/content/view/6290/85/.
· Temblores en la Unión Europea Grecia al borde de la quiebra, en www.elmilitante.net/content/view/-6160/85.
2. Para profundizar más en la relación entre la deuda y la crisis capitalista de sobreproducción:
· El movimiento obrero y la crisis del capitalismo, en www.elmilitante.net/content/view/6365/29.
· Pirómanos apagando un fuego, en http://www.fundacionfedericoengels.org/images/stories/PDF/jir_economia.pdf
3. Ver en este mismo periódico ¿Qué es la deflación?
4. De hecho, Alemania se ha comprometido a aportar al plan de estabilización más de lo que en proporción les correspondería, en previsión de que otros países del euro no puedan hacer frente a su compromiso.
5. Para profundizar más en la especulación y sus mecanismos:
· Se puede regular la especulación financiera?, en http://www.elmilitante.net/content/view/6366/29/
· Cómo hacerse de oro con el hundimiento de las finanzas griegas, en www.elmilitante.net/content/-view/6367/29.
6. Venta al descubierto es una modalidad de venta de bonos, acciones u otros activos, que se realiza en los mercados a plazo. Se efectúa sin compra previa de títulos, previendo una tendencia a la baja de la cotización para poderlos adquirir más tarde a un menor precio, saldando la venta con beneficios.