Traducido por Gorka Larrabeiti
Pese al activismo del presidente francés, la cumbre euromediterránea celebrada en París el 13 de julio no ha obtenido los resultados esperados. El abrazo que se dieron el primer ministro israelí Ehud Olmert y el líder palestino Abu Mazen dio lugar a proclamaciones optimistas. Se declaró solemnemente: «La paz jamás ha estado tan cerca». Pero la realidad es que en Oriente Próximo y en el Mediterráneo la paz jamás ha estado tan lejos, y no parece que la cumbre parisina haya contribuido a acercarla. La pesadilla de un ataque israelí contra Irán se diría cada vez más inminente a juzgar por las amenazantes maniobras militares por ambas partes.
El proyecto mediterráneo de Sarkozy era ambicioso a la vez que improvisado, pretencioso y ambiguo. Aspiraba a dar vida a una «Unión mediterránea» que, aun sirviéndose del respaldo económico de toda Europa, se limitaría sólo a los países ribereños, y cuyo liderazgo debía recaer en Francia. Se trataba, pues, de un proyecto inaceptable tanto para los países del centro y norte de Europa como para los países árabe-islámicos, sometidos a una operación neocolonial. En realidad, una vez más, se trataba de una iniciativa europea unilateral, marcada por una asimetría neta entre las dos partes: de un lado una de las mayores potencias del mundo, la Unión Europea, y del otro los estados árabes, muy débiles económica y políticamente, a los que se identifica por una simple posición geográfica.
Bien mirado, el intento de Sarkozy de relanzar el «proceso de Barcelona», emprendido en 1995, ha heredado los aspectos menos felices de aquella importante iniciativa euromediterránea, aspectos estos que fueron la causa de su crisis. El más grave fue la pretensión de realizar la unificación política del Mediterráneo sin plantearse el problema del conflicto israelo-palestino. Europa volvió a dejar el destino infeliz del pueblo palestino en manos de un dishonest broker, un «mediador deshonesto» como los Estados Unidos de América.
Pasar por alto que este conflicto corre el riesgo de agravarlo hasta que adquiera la envergadura de una guerra global, lo que prueba una miopía extraordinaria, aunque en el caso de Sarkozy es más probable que se haya tratado de una complicidad directa con las potencias occidentales, favorables a la guerra. Sea como sea, se trata de estados listos para ponerse del lado de Israel: es justo que la cuarta potencia nuclear del mundo no tolere que en Oriente Medio haya otros países que dispongan de centrales nucleares ni siquiera con meros fines civiles.
En la cumbre parisina se ha soslayado otro tema: el económico. Se han visto un cierto número de propuestas para las que no hay financiación alguna. Son propuestas poco originales, como la construcción de autopistas marítimas, la creación de una universidad mediterránea y el apoyo a la pequeña y mediana empresa. Son ideas antiquísimas y ya figuraban en el ambicioso proyecto de Barcelona, que pretendía realizar para 2010 una «Zona de libre cambio» (ZLC) entre la Unión Europea y los países mediterráneos. Se sabe, por otro lado, que en el periodo 1980-2005 la diferencia de renta entre los países mediterráneos y los de la Unión Europea ha crecido constantemente, y que el PIB de los países árabes se ha mantenido estable sólo gracias a las remesas de los emigrantes.
Hoy se corre el peligro de que el valioso patrimonio histórico y político del Mediterráneo se vea eliminado. Una política mediterránea realista debería hacer frente al expansionismo neoimperial de los Estados Unidos, que se propone truncar las relaciones entre las dos orillas del Mediterráneo supeditando Europa al espacio atlántico y sometiendo el mundo árabe-islámico a una presión política y militar creciente. De lo contrario, la etiqueta «Unión mediterránea» se usará como una artimaña ideológico-política para encubrir la cruda discriminación existente entre ambas orillas, así como para ignorar las razones del flujo cada vez mayor de migrantes irregulares, que está transformando las costas europeas -en especial las italianas- en un cementerio marino.
Fuente: http://www.ilmanifesto.it/Quotidiano-archivio/16-Luglio-2008/art7.html
Gorka Larrabeiti es miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a sus autores, al traductor y la fuente.