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Tenaz Brian Haw, en la plaza del Parlamento, el pasado mayo. Foto: AFP / ODD ANDERSEN |
Cuando a Brian Haw le preguntó al juez el pasado miércoles cuál era su domicilio, su respuesta fue: plaza del Parlamento. Este pacifista inglés, de 57 años, convocó ayer a amigos y a simpatizantes a su domicilio muy particular. Se cumplían exactamente cinco años desde que Brian decidiera instalarse en una pradera de césped situada frente al Parlamento británico, con el Big Ben por sonora compañía y a dos pasos de la imponente estatua de Winston Churchill. «Estoy muy cansado. Tengo la voz destrozada, pero seguiré aquí todo el tiempo que sea necesario», afirma este cristiano casado, padre de siete hijos, que ya forma parte del paisaje londinense. Brian inició su campaña en solitario en junio del 2001 para protestar contra las sanciones internacionales contra Irak. Montó un tenderete con pancartas hablando de la paz y cartones con fotos de niños, mutilados, enfermos y desnutridos a consecuencia del boicot. Día y noche, lloviera o tronara, allí estaba Brian con su saco de dormir y el cielo por techo. Los turistas le sacaban fotos, algún diputado se acercaba a hablar con él y la policía le vigilaba discretamente. Más tarde cuando George Bush y Tony Blair invadieron Irak, su campaña cobró nuevos bríos.
Visita de militares «Al principio muchos pensaban que apoyaba a Sadam. Ahora son los propios soldados que han ido a Irak los que vuelven traumatizados y se acercan a hablar con él por la noche», comenta María Galiastegui, una británica hija de un refugiado vasco, que salió de España siendo niño durante la guerra civil. María es una de las 19 personas que se turnan regularmente para que Brian pueda tomarse un respiro. En estos cinco años, el pacifista impenitente ha sido detenido en una ocasión y ha librado una larga batalla judicial, que aún no ha concluido, para poder quedarse donde está. También se ha convertido en una celebridad y en el símbolo de la libertad de expresión que el Gobierno de Blair se empeña en recortar. Su protesta solitaria, algo excéntrica y tan inglesa, despierta simpatías anónimas, como la del conductor que ayer se detuvo un instante ante el chiringuito de Brian y le dio un billete de 20 libras (30 euros) como contribución a la causa. «Estamos en Irak, estamos en Afganistán. No hemos aprendido de nuestros errores», comenta este justiciero solitario al que cada día el cartero le entrega cartas y notas de apoyo llegadas de todo el mundo. |