La mitad de las españolas ha sufrido acoso sexual en algún momento de su vida; el 55 por ciento de las europeas. El 32 por ciento, a manos de sus jefes o compañeros de trabajo. Un once por ciento de acoso on line. Así que, ya sea en casa o en el trabajo, en la […]
La mitad de las españolas ha sufrido acoso sexual en algún momento de su vida; el 55 por ciento de las europeas. El 32 por ciento, a manos de sus jefes o compañeros de trabajo. Un once por ciento de acoso on line. Así que, ya sea en casa o en el trabajo, en la calle o en el PC, las mujeres salen perdiendo. Los abusos empiezan en la infancia y ahí es donde la Comunidad Europea quiere incidir para tratar de acabar con esta mierda. Por eso, es una buena noticia que por fin haya salido un estudio serio sobre la violencia (resumen en castellano) que las mujeres experimentan a lo largo de su vida, tanto física como psicológica -aunque ésta última es mucho más difícil de registrar- en los países de la Unión Europea. El caso es que al casi 80 por ciento de las 42.000 mujeres encuestadas les parece que la violencia machista es normal o bastante normal. Esta no es una buena noticia.
Según los resultados del estudio, parece que las españolas dicen estar menos expuestas a ser maltratadas por sus compatriotas varones que la media de las europeas, y mucho menos que las danesas, por ejemplo. Cinco de cada cien españolas frente a 3 de cada cien danesas han sufrido algún palo por tener la desvergüenza de ser mujeres, más que nada. A casi la mitad de ellas, quien las atiza es el amor, o ex, de sus vidas.
Algunas voces procedentes de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA), que ha hecho el estudio, explican que no se trata de que en unos países haya más violencia que en otros, sino que en los países nórdicos las mujeres hablan con más libertad porque hay más igualdad entre hombres y mujeres. Eso es incuestionable, pero también lo es que en algunos países, por lo que sea, se producen más actos violentos contra las mujeres que en otros.
A muchos observadores extranjeros, la violencia machista en España les parecía una anomalía propia de un país meridional, poco desarrollado, poco moderno y muy torero. El caso es que en España, desde hace muchos años, se viene combatiendo este comportamiento masculino -esa sí que es una anomalía- por la denuncia de las mujeres, mientras en los desarrollados países del norte las mujeres no decían ni mu hasta hace poco. Los mayores del lugar recordamos las campañas de un grupo de abogadas para que las mujeres denunciaran una violación llamando al 016, todavía vigente, esta vez de manera oficial. Un cartel morado con el perfil de un rostro femenino y el número de teléfono con un anuncio solamente: «Mujeres violadas». Andábamos por los años 70.
Hay muchas razones por las que las mujeres no denuncian los ataques a su dignidad y a su integridad. Una, por miedo, ya que la mayor parte de las veces es su amante esposo o ex quien las atiza. Otra, por vergüenza, porque temen comprometer su prestigio social o laboral si todo el mundo se entera de lo que le hace el jefe o el compañero de mesa. De ahí, el silencio de las corderas.
El estudio del FRA señala que en España muchas cosas se están haciendo bien en esta materia y pone como ejemplo las campañas de denuncia -un 20 por ciento frente al 14 de media europea denuncia- y el recuento público de muertes en los medios de comunicación. Algunos organismos oficiales se preocupan de facilitar direcciones donde se trabaja contra la violencia machista.
Pero también es verdad que la exhibición denigrante de la figura femenina en los medios, especialmente la televisión -y los ojos infantiles suelen estar pegados a esa pantalla-, es muy alta en España, mucho más que en los países del norte donde andan con más cuidado por temor a las críticas y a los pleitos judiciales.
Que el 75 por ciento de las mujeres con altos cargos haya sufrido acoso sexual no es ninguna fantasía de bigotudas, como dicen los inextinguibles machistas, sino una realidad que responde a lo interiorizado que tiene la sociedad el que si una mujer sube de categoría laboral «con alguien se habrá tenido que acostar«, por ejemplo. El que cobre menos por el mismo trabajo que un alto cargo varón –incluso en la administración española, como acabamos de saber- es relevante. En nuestra sociedad, quien menos cobra merece menos respeto que quien más cobra. Miren si no, las clasificaciones de los más ricos del mundo. Ante ellos, las bisagras de los aduladores se doblan, como dice Manuel Vicent.
De ahí la persistencia de la imagen vomitiva de mujeres en tetas o culos, sonrientes y complacientes, de los anuncios de coches y perfumes o cualquier otra cosa, sobre todo si el producto es para varones. Ahí es donde se mantiene la idea de que la mujer es un ser aprovechable para según qué cosas pero despreciable para lo que importa a la dignidad del ser humano.
Que las mujeres mayores sean más víctima de malos tratos que los varones tampoco es casual: ni más ni menos que la continuidad lógica del maltrato que empieza en la infancia; más aún, en la imagen pertinaz que se refleja de las mujeres orbi et urbi. Ya no es -como dicen algunos jueces- que las mujeres vayan por ahí provocando a los machotes. Es que ser mujer es una inconveniencia imperdonable.
Así que, si la FRA logra que se empiece a adiestrar a los niños en la buena convivencia en toda Europa, algo se habrá conseguido en el camino del progreso auténtico del ser humano. Mejor no seguir los patrones culturales publicitarios de Estados Unidos, donde cada minuto se producen 24 víctimas de violación, y donde la imagen de las mujeres es sistemáticamente denigrada con cualquier pretexto, incluso el de la libertad (de los que machacan, claro está).
Fuente: http://www.cuartopoder.es/otromilagro/misoginia-violenta-en-europa/6201