Oskar Lafontaine anunció ayer que deja la presidencia de Die Linke y su escaño de diputado en el Parlamento federal (Bundestag), lo que precipita la búsqueda de un relevo al frente de esta fuerza pujante en la política alemana. Afimó que no se presentará a la reelección como presidente en el congreso del próximo mayo y que esta decisión está motivada por su reciente operación de cáncer y no por «discusiones internas» sobre el rumbo del partido.
El líder de Die Linke desde su fundación en 2007, Oskar Lafontaine, anunció que no se presentará a la reelección como presidente en el congreso que celebrarán en mayo y que deja su escaño en el Bundestag.
En la rueda de prensa ofrecida ayer junto al jefe de su grupo parlamentario, Gregor Gysi, subrayó que su decisión se debe a problemas de salud y no a las «discusiones internas» sobre el rumbo político del partido. «El cáncer ha sido el disparo de advertencia», manifestó.
Si en 1990, tras el atentado sufrido como candidato del Partido Socialdemócrata (SPD) a la cancillería frente al conservador Helmut Kohl, pasó «una crisis existencial, que superé», ahora el cáncer y varios «toques de aviso» sobre su salud le han llevado a rebajar sobremanera su actividad política. «Los ataques personales nunca me intimidaron. Al contrario», resaltó.
Esta enfermedad lo ha mantenido retirado de la vida pública desde octubre, lo que incrementó las especulaciones sobre su reelección. En noviembre fue sometido a una operación. «Por supuesto, voy a acabar mi misión al frente del partido hasta el congreso y a implicarme en campaña electoral para las elecciones de Renania del Norte-Westfalia en la medida en que mi salud lo permita», indicó.
El anuncio de Lafontaine, de 66 años, deja al partido sin jefatura visible, ya que su coopresidente Lothar Bisky tampoco tiene intención de presentarse a la reelección para concentrarse en su función de eurodiputado.
Bajo su liderazgo, Die Linke se ha convertido en una fuerza pujante tanto en el oeste como en el este del país y rozó el 12% en las últimas elecciones generales. En buena parte se benefició de la pérdida de votos del SPD, que aún hoy no le perdona que en 1999, pocos meses después de la llegada al poder de Gerhard Schröder al frente de su coalición roji-verde, dimitiera como presidente del partido y ministro de Finanzas.
Explicó que su intempestiva retirada estaba relacionada con la «traición» a los principios de la formación que suponía la línea Schröder, acrecentada por los recortes sociales.
Lafontaine pasó entonces a ser el azote del SPD, en el que militó 40 años y a cuya presidencia accedió en 1995.
Otra dimisión
Su alianza con el Partido del Socialismo Democrático (PDS) le devolvió al primer plano político. Pero, pese al ascenso electoral, Die Linke no ha logrado una cohesión interna. Tales discusiones derivaron hace unas semanas en la renuncia al cargo de su secretario ejecutivo, Dietmar Bartsch, entre acusaciones de deslealtad hacia el todavía convaleciente Lafontaine.
Bartsch reclama el acercamiento al SPD para ascender a socios de gobierno. Hasta ahora, sólo lo ha logrado en gobiernos regionales del este, como la ciudad-estado de Berlín, donde forman coalición con el alcalde socialdemócrata Klaus Wowereit.
Die Linke nació en junio de 2007 de la fusión entre el oriental Die Linkspartei.PDS y el occidental WASG. «Asistimos a la única verdadera unificación», resaltó el jefe del grupo parlamentario en el Bundestag, Gregor Gysi.
El primero tiene sus raíces en el desaparecido Partido Socialista Unificado de Alemania, que gobernó la RDA durante 40 años.
El WASG surgió en 2005 de la mano de sindicalistas y socialdemócratas descontentos con la política de Schröder.
Si bien la convivencia entre ambas corrientes no ha sido fácil, Die Linke no ha parado de crecer.