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Tras el terremoto de 2009, el proceso de reconstrucción de la ciudad italiana no ha comenzado

L’Aquila, un año de promesas incumplidas

Fuentes: Diagonal

Giampaolo Giuliani había avisado semanas antes. Cuando a las 3.32h del 6 de abril de 2009 un terremoto de 5,8 grados Richter sacudió el centro de Italia, Giuliani ya estaba fuera de su casa junto a los vecinos que creyeron en él. Fue tachado de imbecille por las autoridades, acusado de generar alarma social. Sus […]

Giampaolo Giuliani había avisado semanas antes. Cuando a las 3.32h del 6 de abril de 2009 un terremoto de 5,8 grados Richter sacudió el centro de Italia, Giuliani ya estaba fuera de su casa junto a los vecinos que creyeron en él. Fue tachado de imbecille por las autoridades, acusado de generar alarma social. Sus comunicaciones fueron interceptadas y, posteriormente, puesto bajo vigilancia policial. Técnico del Laboratorio Nacional de Física de Gran Sasso observó un aumento en las emisiones de gas radón, información que recibía de sus prototipos de detección. Alertó a las autoridades, pero tuvo escaso éxito. El resultado, 307 muertos y cerca de 80.000 desplazados. Un año después, la gestión realizada por el Gobierno de Berlusconi ha sido de todo menos transparente. Durante seis meses se mantuvo a alrededor de 12.000 personas en tiendas de campaña, para ser desalojadas en septiembre con un preaviso de 72 horas. El Gobierno preveía la construcción de gigantescas barracas anti sísmicas a lo largo de la provincia, pero aprovechó para desestructurar completamente el tejido social y realizar, de paso, una gigantesca operación especulativa (a base de expropiaciones irregulares). Al final, dio techo tan sólo a 12.000 de los 80.000 afectados. La reconstrucción de la ciudad y de los pueblos de alrededor no ha comenzado y, poco a poco, la población aquilana empieza a darse cuenta del engaño. La censura ha sido, y es a día de hoy, férrea. El 28 de febrero, casi un año después del terremoto, más de 6.000 personas se saltaron el cordón policial que protege la inaccesible zona roja para retirar ellos mismos los escombros de su ciudad. Un gesto de empoderamiento de la población ante las promesas incumplidas de su Gobierno y de los que durante el G-8, celebrado en julio allí, apadrinaron monumentos e iglesias como el señor Zapatero o la señora Merkel. En este tiempo, otros dos devastadores terremotos han sacudido la tierra. Esta vez en zonas más deprimidas. Los terremotos de Chile y, sobre todo, de Haití han conmocionado al mundo, y desatado una ola de solidaridad, contagiosa y fugaz a las que nos tienen acostumbrados los mass media. Una avalancha de promesas gubernamentales y de ayudas de todo tipo en lo que parece ser una carrera por ver quién da más. Si bien la emergencia inicial atrae hacia sí todas las miradas, a medida que esa emergencia deja de ser tal, los medios de comunicación abandonan el lugar y el oscurantismo cae sobre la gestión del post terremoto. De esta forma, se diluyen las responsabilidades y los controles sobre la situación. Fermento perfecto para la aparición de clientelas, fraudes y, sobre todo, para un empeoramiento de las condiciones de supervivencia de la población con menos recursos.

http://www.diagonalperiodico.net/L-Aquila-un-ano-de-promesas.html