Traducido del catalán para Rebelión por Lucas Marco
Días atrás murió Marcel Bigeard. El primer para del mundo, dijo el diario francés Le Monde. «El general francés más condecorado» –tituló El País, diario de referencia de Madrid, en un obituario alucinante que descuidó las cosas más importantes: que era de derechas de toda la vida, que luchó en las últimas guerras coloniales de su país y las perdió todas, que fue hecho prisionero en Dien Bien Phu, que era la mano derecha de Massu en la batalla de Argel contra el FLN y que incluso defendió la tortura durante la guerra de Argelia como «un mal necesario». A raíz del descuido, podría creer en la ignorancia con mayúscula, pero me inclino más por el lado de la mala fe.
Marcel Bigeard era un guerrero y lo probó con creces en el maquis contra los nazis que ocuparon Francia, en los arrozales indochinos contra las guerrillas del Vietminh (liga por la independencia de Vietnam) y en las montañas argelinas contra los bandidos del FLN. Nacido en Toul, muy cerca de donde empezó la batalla de Verdun, trabajaba en la banca cuando, en 1939, se presentó voluntario en los cuerpos francos que hacían operaciones de comando tras las lineas alemanas. Desde entonces no paró nunca. Lo hicieron prisionero, se escapó y retomó el combate. En el 44, al frente de las FFI (Fuerzas Francesas del Interior), liberó Foix y el año siguiente se fue a Indochina porque su ideal era «estar en todos los lugares donde Francia combatía». Estuvo nueve años y salió convertido en una leyenda y con galones de teniente coronel.
En Argelia, en 1955, cuando dirigía el 3r Batallón de paracaidistas, resultó herido en el tórax, lo condecoraron con la Legión de honor y el periodista Jean Larteguy ensanchó aún más el mito, haciéndole salir de forma destacada en Los centuriones, su famosa novela, después transformada en film. A las órdenes del general Massu durante la batalla de Argel, sus hombres ocuparon la casba, torturaron sin manías y perpetraron todo tipo de excesos para eliminar las redes urbanas del FLN independentista. Paul Tetitgen, secretario general de la policía en aquel momento, habló de las gambas de Bigeard, refiriéndose a la práctica que consistía en poner los pies de los prisioneros enemigos dentro de un recipiente lleno de cemento antes de lanzarlos al mar desde los helicópteros. La represión fue tan salvaje que en agosto del 58, tras el retorno de De Gaulle al poder, lo hicieron volver rápidamente a París. Su estrella se apagó un tiempo, ascendió a general de brigada, lo enviaron dos años a Madagascar y en el 75 Giscard d’Estaing le nombró secretario de Estado de Defensa. Más adelante fue diputado por UDF y un fiel nostálgico del pasado colonial de su país hasta el final.
Xavier Vinader (Sabadell, 1947), veterano periodista de investigación, recibió en 2007 la Creu de Sant Jordi.
Publicado en la revista El Temps (nº 1359) del 29 de junio del 2010