Los países donde la gente está saliendo a la calle para manifestarse contra el aumento de los gastos, la atención sanitaria insuficiente, el atraso de la edad de jubilación, etc., son los mismos que gastarán mucho más en armamento en el futuro. No es casualidad, ya que un mayor gasto en armamento significa sacrificar gastos sociales y de bienestar. Ya es hora de hacer frente a esta contradicción.
Ira y agitación
Las últimas semanas han sido especialmente inestables en varios países europeos. El enfrentamiento entre amplios sectores de la población y el gobierno es patente.
El 15 de marzo los trabajadores en huelga pararon Londres. Más de 40.000 personas trabajadoras salieron a la calle. Un mes antes Gran Bretaña también se había visto envuelta en una tormenta de protestas. A mediados de febrero hubo manifestaciones en más de 40 ciudades.
Al igual que en marzo, los manifestantes descargaron su ira contra el aumento del coste de la vida, que está sumiendo en la pobreza a millones de personas trabajadoras. En las pancartas se podía leer: «Congelar la factura energética», «Que paguen impuestos los ricos» y «No vamos a pagar la crisis».
A principios de febrero más de medio millón de británicos ya había hecho huelga en departamentos gubernamentales y empresas. La actual oleada de descontento social comenzó el verano pasado. Bajo el nombre basta ya (enough is enough), movimientos sociales y sindicatos se han unido en un frente contra las políticas antisociales del gobierno británico.
Francia está muy inquieta desde el 19 de enero por el ataque de presidente Macron a las jubilaciones. Desde entonces diversos sectores están realizando paros, se están organizando cortes de carretera y ya se han celebrado 11 días de acción. En todas esas acciones cientos de miles de personas salieron a la calle en decenas de ciudades.
Cuando Macron dejó afuera al Parlamento el 16 de marzo para aprobar su proyecto de ley de pensiones, se abrió la compuerta. En varias ciudades estallaron disturbios espontáneos. Se aprobó la ley f, pero los disturbios no han terminado. Sorprendentemente, no solo las personas trabajadoras, sino también muchas jóvenes salen a la calle para oponerse a la ley.
Alemania tampoco escapa a los disturbios. A finales de marzo se produjo una huelga – una de las peores en décadas – en el sector del transporte. Provocó enormes trastornos en los aeropuertos, el transporte público y los mayores puertos del país.
En Alemania los salarios no se ajustan automáticamente al índice de los precios de consumo. Dada la elevada inflación del año pasado, los trabajadores piden un aumento salarial de 650 euros, mientras que los empresarios sólo quieren dar 92 euros.
A mediados de marzo los trabajadores de la salud alemana hicieron un paro de 48 horas. Además de un aumento salarial, se oponen a los planes de recortar camas hospitalarias y puestos de trabajo. Son medidas que forman parte de un ataque más amplio contra la salud pública.
En Grecia el detonante de los disturbios fue el trágico accidente ferroviario de Tempe. Griegos de todas las edades y procedencias llevan semanas participando en manifestaciones multitudinarias por todo el país. Esta puede ser la mayor revuelta desde los disturbios contra las medidas de austeridad de 2010.
La ira se dirige contra una élite política corrupta cuyo historial de austeridad y privatización se considera, justamente, responsable de la muerte de 57 personas.
¿No hay dinero?
El desencadenante del malestar social varía de un país a otro, pero la causa es esencialmente la misma. Cada uno de estos gobiernos tiene unos planes de austeridad que derriban los servicios públicos y miman a la capa superior rica mientras deja a las personas trabajadoras empobrecidas y trabajando más tiempo. En algunos casos esto provoca víctimas mortales, ya sea por la erosión de los sistemas de seguridad (en Grecia) o por el retraso de las ambulancias (en Gran Bretaña).
Estos gobiernos tienen aún más en común. Tienen una reserva de dinero aparentemente muy grande que están gastando en una nueva carrera armamentística.
Gran Bretaña gasta bastante más en gastos militares que sus vecinos (1). Sin embargo, el Gobierno británico ha decidido conceder al ejército 11.000 millones de libras (12.500 millones de euros) adicionales, mientras que para el personal de enfermería, el profesorado o el funcionariado no hay dinero.
El gobierno francés afirma que las jubilaciones son inasequibles, pero en enero anunció de paso que aumentaría más de un tercio el presupuesto de defensa en los próximos años, es decir, cinco veces más que los sacrificios que se requieren para pagar las jubilaciones (2).
Debido a los elevados costes energéticos, los hospitales alemanes se enfrentan a déficits financieros. Como consecuencia, tendrán que reducir la plantilla y se aplazarán operaciones ya planificadas. Aparentemente el gobierno alemán es incapaz de intervenir y tapar un agujero de 9.000 millones de euros, pero sí ha anunciado que destinará 100.000 millones de euros más a las fuerzas armadas en los próximos años.
El Gobierno griego, que supuestamente no puede permitirse mantener una red de transporte segura, ha aumentado el gasto militar en más de 60% desde 2019. La pobre Grecia ya paga proporcionalmente casi tres veces más en gastos militares que el resto de Europa (3).
Cuestión fundamental de la democracia
Una cuestión central de la democracia es en qué gasta su dinero un gobierno. Deja claro cuáles son las prioridades y sus opciones sociales. ¿Gastamos más dinero en sanidad, bienestar o educación o, por el contrario, destinamos más dinero a la militarización y el armamento?
Y, si gastamos más en armamento, ¿crearemos un mundo más seguro? ¿Los años de concentración militar de la OTAN en las fronteras rusas impidieron o provocaron la terrible guerra de Ucrania? ¿Acercará algo a la paz la actual carrera armamentística en Europa, incluidos los suministros de armas a Ucrania? O, como sostiene el profesor Tom Sauer, ¿necesitamos, en cambio, una arquitectura de seguridad equilibrada que coopere con Rusia en pie de igualdad? ¿Se convertirá el mundo en un lugar más seguro enviando buques de guerra franceses, holandeses, alemanes y británicos frente a las costas chinas o nos coloca innecesariamente en la línea de fuego si Estados Unidos decide iniciar una guerra en el Pacífico?
Siguen llegando los llamamientos a una paz negociada en Ucrania desde Brasil, India y China, mientras el Occidente sigue boicoteando las negociaciones de paz. ¿No demuestra esto que el bando de la OTAN está en desacuerdo con la opinión mundial?
Estados Unidos es un imperio en relativa decadencia y aparentemente está dispuesto a iniciar una guerra mundial con tal de mantener su supremacía. ¿Es prudente que Europa se suba a ese tren de guerra? ¿No es urgente elaborar una política exterior propia e independiente?
Eso nos daría opciones en materia de comercio, cooperación internacional y también de gasto que actualmente se nos niegan, porque nuestro servilismo a Washington no solo tiene (peligrosas) consecuencias geopolíticas, sino también sociales. Aceptar un mayor gasto en armamento significa sacrificar indudablemente el gasto social y el bienestar.
¿Es esa la elección que queremos hacer? Corresponde a los sindicatos y a las organizaciones de la sociedad civil reflexionar detenidamente al respecto y hacer oír su voz en ese importante debate.
Fuente de inspiración: Public spending, war and a Europe in revolt: political choices
Notas:
(1) Gran Bretaña dedica el 2,25% de su PIB a gastos militares. En Francia es 1,9%, en los Países Bajos 1,45%, en Alemania 1,5% y en Bélgica 1,1%.
(2) El aumento del presupuesto militar asciende a 100.000 millones de euros. Aumentar en dos años la edad de jubilación permitiría recaudar 18.000 millones de euros.
(3) Grecia gasta el 3,59% de su PIB en gastos militares. La media en la Unión Europa es de 1,3%.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.