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Las responsabilidades criminales de la izquierda que rechaza ver el tsunami europeo de extrema derecha

Fuentes: mediapart.fr

Desde hace 3-4 años, no pasa un día sin que un responsable de Syriza nos tranquilice proclamando que en Europa todo va bien, o al menos mejor que antes, que el «buen ejemplo» de Syriza es seguido por las fuerzas emergentes de otros países, que se agrandan las brechas abiertas por Syriza en la omnipotencia […]

Desde hace 3-4 años, no pasa un día sin que un responsable de Syriza nos tranquilice proclamando que en Europa todo va bien, o al menos mejor que antes, que el «buen ejemplo» de Syriza es seguido por las fuerzas emergentes de otros países, que se agrandan las brechas abiertas por Syriza en la omnipotencia neoliberal, etc. etc. Si toda esta avalancha de trolas no tuviera efectos prácticos solamente haría reír. Sin embargo, ya que la situación es extremadamente crítica o más bien de pesadilla, como nunca desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la reacción no puede ser más que de cólera, indignación y desesperación. ¿Por qué? Pues porque esta sarta de chorradas frívolas tiene consecuencias catastróficas muy concretas, porque conduce matemáticamente a lo que ya es perceptible, a la victoria aplastante de la más negra, racista y a menudo neofascista y neonazi extrema derecha casi por todo nuestro Viejo Continente. Y sobre todo, sin que haya combate, con lo que queda de la Izquierda limitándose a ser simples espectadores pasivos de los acontecimientos ocupándose de otras cosas, es decir, exhibiendo un triunfalismo barato mientras que nuestra casa común europea ya es presa de las llamas y comienza a abrasarse…

Desafortunadamente, la realidad europea es diametralmente opuesta a la descrita por Syriza y su gobierno. Gris desde hace mucho tiempo, Europa va camino de volverse cada vez más negra, como la peste del (neo)fascismo. He aquí a continuación una rápida visión de esta realidad de pesadilla que sólo los ciegos o los que fingen no ver son incapaces de de distinguir. Naturalmente, debido también a la rabiosa actualidad, comenzamos la Francia, donde el Frente Nacional de Marine Le Pen no esperó a las últimas masacres terroristas para convertirse en el primer partido político del país. Esto es así desde hace tiempo y el único interrogante, al menos desde el año pasado, concierne a las dimensiones de su impetuosa progresión: 35%? 40%? 50%? Desgraciadamente, incluso ese terrorífico 50% ya no es irrealista, ya que el Frente Nacional no tiene adversario. Y cuando hablamos de adversario, no nos referimos en primer lugar ni a su -casi- hermana de leche la Derecha sarkozysta, ni a la socialdemocracia neoliberal del tándem Hollande-Valls, que se distingue por su acercamiento obtuso y miope al Frente Nacional, percibido como un instrumento útil para debilitar a la derecha tradicional para que sus burócratas pudieran ser elegidos aprovechándose de la división de la derecha. Aplicando el dicho francés «barrer delante de su puerta antes que barrer delante de las puertas de los demás», nos referimos pues a la izquierda francesa que se sitúa a la izquierda de la socialdemocracia. ¡Una izquierda de la izquierda que se ha desempeñado tan bien que ahora es prácticamente inexistente y atraviesa su peor crisis de los últimos 120-130 años!

No se trata de hacer aquí el balance (lamentable) de décadas de los políticos derechistas de sumisión a la socialdemocracia de esta Izquierda francesa. Nos limitamos a citar su último y enésimo pecado cometido hace un mes, cuando los diputados del PC francés votaron el Estado de Emergencia, que fue utilizado inmediatamente por las autoridades ¡únicamente contra los cientos de activistas (franceses y extranjeros) del movimiento ecológico para impedir movilizaciones con motivo de la cumbre del clima de París! Conclusión: Cuando los diputados comunistas votan a favor de una reivindicación programática del Frente Nacional, que además atenta directamente contra las libertades elementales de los ciudadanos, no podemos fingir no comprender por qué los electores, pero también los miembros de esta Izquierda la abandonan en masa y se adhieren -en familia- al partido de la señora Le Pen…

Pero, podríamos preguntarnos, ¿es que Francia es la excepción a la regla? ¿Es que fuera la cosa va mejor? Desafortunadamente, no. Y si juzgamos lo que pasa en Italia es en este país tan próximo a Grecia donde los acontecimientos dan más miedo. En efecto, en el país donde la izquierda no está representada en el Parlamento desde hace la tira (!), el único partido que avanza e incluso triplica -según todos los sondeos- sus fuerzas es la Lega de Renzo Salvini, en comparación con el cual Marine Le Pen parece apacible. Así pues, este Lega, que ya no es «del Norte» sino de toda Italia, incluso del Sur pobre donde ve crecer de manera espectacular su influencia, tiene debilidad por los pogromos contra los inmigrantes mientras que su jefe Salvini tiene la costumbre de jactarse ante las cámaras de televisión de sus pulmones asesinas contra los gitanos, ¡cuyas roulottes se complace de incendiar con sus propias manos!…

¿Sería todo esto el triste «privilegio» de este desafortunado Sur europeo mientras que en otro lado las cosas irían mejor? Desgraciadamente, no una vez más. Particularmente en el Este y en el Centro europeos, las «cosas» son seguramente bastante peores. ¡En el gran país que es Polonia, las recientes elecciones han visto la victoria aplastante de la extrema derecha racista y antieuropea sobre la derecha neoliberal! Situaciones parecidas o incluso peores van camino de crearse en la República Checa y en Eslovaquia, mientras que en Hungría, la mayoría gubernamental racista dura es erosionada progresivamente por el partido neonazi que supera ya el 20% de los votos. Y todo esto sin mencionar a países -bien europeos también- como Ucrania y Rusia, barridos por el más temible de los chovinismos y donde los racistas y otros nostálgicos del Tercer Reich disfrutan de la protección de los gobernantes ¡y el antifascismo es de aquí en adelante… infracción penal!…

¿Y qué hay del Norte europeo, del resto del Oeste europeo, ahí donde la crisis no es tan intensa y el paro permanece «insignificante» comparado con el nuestro? Desafortunadamente, ahí también, es decir, en Alemania, Dinamarca, Suecia y en Holanda, Bélgica, Austria y en parte del Reino Unido, la extrema derecha racista y aislacionista es por todas partes la fuerza emergente tanto en las urnas como en las calles. Y por todas partes, salvo raras excepciones, ¡la subida fulgurante de la extrema derecha se combina con el no menos espectacular hundimiento o incluso la desaparición de la Izquierda de toda sensibilidad!…

En fin, en cuanto a los países de la Península Ibérica que nuestros triunfalistas se complacen en presentar como locomotoras de un (inexistente) viraje a la izquierda europea, su situación es al menos bastante contradictoria y seguramente no tan rosa como nos la describen. En Portugal, el nuevo gobierno no es «de izquierdas» como nos repiten hasta la saciedad, sino de la socialdemocracia que gobierna sola, con todo lo que ello conlleva respecto a su programa que continúa en las líneas directrices fieles a la austeridad. Por otro lado, en España, que -felizmente- sigue siendo el gran oasis de los movimientos sociales en Europa, el tándem Iglesias-Errejón que monopoliza la dirección de Podemos, ha hecho todo lo posible por cortar las alas de ese partido que había arrancado cargado de otros sueños y de otra dinámica. La consecuencia de esta evolución catastrófica es que la derecha española, que se encontraba hace un año al borde del derrumbe, completa hoy su restablecimiento y contempla su futuro con optimismo. ¿Por qué? Simplemente gracias al éxito inesperado del partido Ciudadanos, que el establishment español se ha literalmente sacado de la manga cuando ha constatado que la derecha tradicional de Mariano Rajoy estaba irremediablemente desacreditada, y que Podemos amenazaba con expresar mayoritariamente la cólera y la protesta popular. Dicho esto, independientemente de las grandes posibilidades del establishment español, la experiencia de Ciudadanos no habría podido tener el éxito que ha tenido si la dirección de Podemos no hubiera hecho todo para facilitarle la tarea.

Más allá de todo esto, el gran acontecimiento que abre las avenidas a la extrema derecha es sin embargo la decepción que provoca en decenas de millones de ciudadanos europeos, que no se reconocen ni en las políticas de austeridad ni en la corrupción de los partidos tradicionales neoliberales, la traición de sus esperanzas invertidas en la Grecia de Syriza y la España de Podemos. Cuando el pasado 21 de agosto hablábamos de las «responsabilidades criminales de Tsipras» en «las consecuencias internacionales catastróficas de la capitulación anunciada de Syriza» (1), los que realmente entendieron de qué se trataba fueron pocos. Hoy, cuando esas «consecuencias internacionales catastróficas» saltan a la vista y aparecen en toda su grandeza de pesadilla, ¿quién osará cuestionar aún las «responsabilidades criminales» de Tsipras, pero también de toda la dirección de Syriza, en la desaparición de la última esperanza que constituía el último dique europeo capaz de retener la marea de la extrema derecha?

Conclusión: La condición sine qua non para hacer frente -incluso ahora- al tsunami europeo de extrema derecha es que la izquierda europea pare ya de vender gato por liebre hablando de triunfos inexistentes de la Izquierda y reconozca cuán crítica es la situación y cuán terrible es la amenaza que golpea a nuestra puerta. Sin embargo, incluso eso no será suficiente si no se fijan lo antes posible las necesarias labores (antifascistas y antisistémicas) a emprender a nivel europeo. En otros términos, las iniciativas movimentistas y otras que habrá que tomar inmediatamente para dar a las decenas de millones de ciudadanos europeos que quieren resistir, la señal de que hay aún una Izquierda que no se resigna y les llama al combate antifascista…

Notas 

1. https ://blogs.mediapart.fr/yorgos-mitralias/blog/310815/les-consequences-internationales-catastrophiques-de-la-capitulation-annoncee-de -syriza

*La versión original en griego de este artículo ha sido escrita y publicada (el 11 de diciembre) antes de las últimas elecciones en Francia y en España.

Traduccion: Fátima Martín