Las protestas y movilizaciones juveniles sacuden al Paraguay, a este país tranquilo y amigable, en ocasiones demasiado tranquilo. Por varios días jóvenes estudiantes se movilizan en varias partes del territorio paraguayo, las protestas han acaparado por completo la atención de las autoridades y opinión pública, de la prensa nacional e internacional, y ha logrado el […]
Las protestas y movilizaciones juveniles sacuden al Paraguay, a este país tranquilo y amigable, en ocasiones demasiado tranquilo. Por varios días jóvenes estudiantes se movilizan en varias partes del territorio paraguayo, las protestas han acaparado por completo la atención de las autoridades y opinión pública, de la prensa nacional e internacional, y ha logrado el apoyo masivo de la ciudadanía. Voces y rostros jóvenes están en las redes sociales, en los medios de comunicación televisivos, radiales, escritos; la principal agenda del país gira alrededor de los reclamos juveniles.
Lo que ocurre en Paraguay no tiene precedentes en la historia reciente, la era democrática iniciada en 1989, pos dictadura stronista, se ve renovada con una nueva generación de jóvenes que han aprendido a perder el miedo, que han aprendido a gritar, a revelarse y a tomar las calles por el respeto a sus derechos. Hablamos de miles de jóvenes manifestándose no solamente en Asunción, también por las calles y centros educativos de las distintas ciudades del país comprometidos por clamar un país diferente.
Paraguay es mayoritariamente de población joven, del total de 6.783.374 habitantes, 4.643.579 tiene menos de 35 años. Un país, que como muchos en nuestro continente, posee importantes riquezas naturales, pero corroído por la corrupción y la impunidad, que se representa en su clase empresarial y política, donde la mafia ocupa un lugar relevante y las transnacionales se mueven a su antojo con la complacencia de las cúpulas gubernamentales, con una política internacional marcada por la sistemática injerencia de los Estados Unidos y sus intereses en la región.
La prolongada lucha estudiantil está demostrando que los cambios que el país necesita y la construcción de una sociedad mas igualitaria necesita incorporar como protagonistas a los sectores mayoritarios del país, niños, niñas y jóvenes.
Como resultado, la magnifica movilización juvenil, ha logrado la renuncia del Rector de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y su prisión en la cárcel de Tacumbú, la renuncia de 5 de los 12 decanos; personas, que antes del levantamiento estudiantil se sentían inamovibles en sus puestos, con fuerte apoyo de los partidos tradiciones (en particular el Colorado), tenían el mando absoluto sobre las facultades, sobre las carreras, sobre los presupyestos, pero de repente algo empezó a entorpecer su buena estadía al frente de las casas de estudios y hoy abandonan sus confortables puestos académicos.
La victoria estudiantil también se extiende a otras universidades como la UNCA (Universidad Nacional de Caaguazú) con las renuncias del rector y vice rector, acusados también por hechos de corrupción. En la ciudad de la triple frontera, Ciudad del Este, también los estudiantes han tomado el control de la UNE (Universidad Nacional del Este) y exigen la intervención del Ministerio Público y la contraloría ante una gama de irregularidades que involucra a las autoridades universitarias.
Por su parte, los estudiantes secundarios mantienen en vilo a la ministra de educación, han decidido abandonar la mesa de diálogo con el gobierno por sentirse burlados por las autoridades que acuden a los diálogos, retomando constantes movilizaciones y acciones callejeras porque no encuentran respuestas concretas a sus reclamos. Ya no quieren mentiras, ni discursos, exigen acciones.
El protagonismo juvenil hoy explota desde los colegios y las universidades, sin embargo no se debe perder de vista que las revueltas en Paraguay estan compuestas de un rostro juvenil diverso, campesinos, indígenas, trabajadores/as informales, bañadenses, entre lo que se destacan los conflictos alrededor del territorio y de las enormes desigualdades producidas por las estructuras económicas. Los jóvenes participan activamente en las distintas acciones directas de estos movimientos. Cabe recordar que de los 115 campesinos muertos alrededor del conflicto por la tierra entre 1989 al 2013, 56 de ellos eran jóvenes campesinos con menos de 35 años de edad.
Quizá sea prematuro profundizar el análisis sobre lo que ocurre en el país y el impacto de las actuales movilizaciones estudiantiles y juveniles; pero podríamos señalar entre otros, que al igual que en Chile (la revolución pingüina), los universitarios colombianos en 2011, en México con los jóvenes de «yo soy 132», ahora Paraguay, los movimientos juveniles y estudiantiles siguen alumbrando al continente tratando de expulsar sus vestigios de corrupción y autoritarismo heredados en la educación y en sus instituciones políticas. Claro está, además, que la gente en la calles es un peligro para cualquier poder hegemónico que produzca desigualdades y miserias… «los de arriba están temblando porque los de abajo nos estamos moviendo…» aseguraba la estudiante Natalia Ramírez en la movilización nacional de estudiantes secundarios el viernes 18 de setiembre.
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