«En Dios confiamos”.
Cuando leo esa inscripción piadosa
en un billete de 60 centavos de dólar
siempre tengo la sensación de que está temblando
y gimiendo en éxtasis religioso.
Ese es nuestro lema oficial.
El verdadero, como pueden ver, es muy diferente:
“Cuando queremos algo ¡vamos y lo conseguimos!”,
Mark Twain, hace cien años.
Hace tres meses el Servicio de Seguridad de Ucrania, controlado por el presidente Zelensky, me acusó en rebeldía de traición a causa de mis opiniones vertidas en redes sociales y en entrevistas; se consideraban extremadamente peligrosas para el actual Gobierno ucraniano. Por esa razón este artículo está lleno de citas de personas famosas a quien tomo como testigos (con su consentimiento tácito) de mi objetividad y exactitud. Espero que el servicio de seguridad de Ucrania no se atreva a realizar una acusación igual de estúpida contra todos ellos.
El primer agravamiento de las relaciones entre Ucrania y Rusia comenzó mucho antes de 2022, allá por 2004-2005, tras el golpe de Estado “blando”, cuando la multitud congregada en la plaza central de Kiev (Maidán) se negó a reconocer al primer presidente electo Viktor Yanukovich y el Tribunal Supremo de Ucrania se vio obligado a conceder la victoria a su rival, un protegido de Estados Unidos, Viktor Yuschenko. Fue entonces cuando se inició la penetración masiva de políticos claramente antirrusos (Yatsenyuk, Zvarych, Hrytsenko, Nalyvaychenko, Bilozir, Lutsenko, Tymoshenko) en puestos de poder. Fue entonces cuando Soros arropó en su red de fundaciones y diversas organizaciones no gubernamentales al sistema de los medios de comunicación de masas, la educación, la cultura, el poder judicial, la justicia; paralelamente, dio luz verde a las actividades de lobby en Ucrania de diversas estructuras como USAID, Transparencia Internacional, etc. Fue entonces cuando comenzó a reescribirse la historia de Ucrania y a dividirse a los propios ucranianos: por lugar de nacimiento (Dombás o Ucrania occidental), por idioma (ucraniano de habla rusa o ucraniano de habla ucraniana), por su fe (Iglesia ortodoxa o greco-católica).
Se dispuso a Ucrania como un instrumento de lucha contra Rusia, que tras la década del “borracho” Yelsin en los 90 trataba de salir de la influencia de Estados Unidos y declarar no solo su personalidad en la escena internacional, sino también reivindicar su lugar como una de las principales potencias mundiales. Sin duda, es imposible eximir a Rusia de culpa por haberse «dormido» ante las formidables «metamorfosis» ucranianas que se estaban produciendo en su vecindario, y los políticos ucranianos a los que Rusia apoyaba en aquel momento resultaron ser perezosos, estúpidos, cobardes y codiciosos, que no pensaban en el destino de su país, sino sólo llenar abundantemente sus propios bolsillos.
El país estaba abiertamente preparado no solo para romper con Rusia, sino para un conflicto, incluso uno armado. A fin de cuentas fue entonces cuando las organizaciones militantes nacionalistas, con sus propios campamentos, comandantes, ideología, instructores y armas de combate empezaron a organizarse, en su mayor parte en Ucrania occidental.
Diez años más tarde, aprovechando la intervención y el apoyo sin precedentes de Estados Unidos y sus aliados, un sistema antirruso nutrido, entrenado y preparado se hizo con el poder del Estado durante el golpe de Estado de Maidán.
“En 2014 derrocamos al presidente legalmente electo de Ucrania, Viktor Yanukovich. Con ese fin destinamos 5.000 millones de dólares a través de la CIA, USAID y la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy). Colocamos a un dirigente títere que ahora sabemos que los neoconservadores de la Casa Blanca (incluida Victoria Nuland) habían elegido por teléfono dos meses antes. Y ello desencadenó de inmediato una guerra civil contra la población rusa del Dombás, la prohibición de la lengua rusa y causó la muerte de 14.000 personas. Y luego se organizaron maniobras militares con la OTAN. Hubo multitud de provocaciones”, afirmó Robert Kennedy Jr., candidato a la presidencia de Estados Unidos y sobrino del famoso presidente J.F. Kennedy.
Denomino intencionadamente a las fuerzas que tomaron el poder en Ucrania en 2004-2005 y en 2013-2014 “antirrusas”, porque esa es la esencia de su existencia y actividad, porque con ese propósito fueron aupados al poder. No las confundan con las verdaderas fuerzas patrióticas proucranianas; NO son proucranianas en absoluto. Durante su estancia en el poder no han hecho nada bueno por el país y sus gentes, ¡porque no les mueve la idea de establecer y desarrollar un Estado verdaderamente independiente, socialmente justo, desarrollado y moderno!
Juzguen ustedes mismos:
Pocos años después de Maidán, Ucrania, que llegó a ser la cuarta mayor economía de Europa, se convirtió en su país más pobre. Más del 80% de los ancianos ucranianos están por debajo del umbral de pobreza. Uno de cada dos trabajadores es pobre. La parte destinado a costear los gastos de una familia ucraniana en vivienda y pagos comunales supone más de la mitad de sus ingresos mensuales. Cada familia ucraniana se ha empobrecido tres veces. El país ha perdido su independencia, sus bienes propios y su capital humano.
Piensen en esto: en 1991 vivían en Ucrania 52 millones de personas. A comienzos de 2022 eran de 34 a 37 millones. ¡De 16 a 18 millones de habitantes menos! ¡Como si hubieran sufrido una guerra devastadora! Añadan a esto la destrucción del sistema bancario, de la industria, la devaluación de la moneda nacional en una tercera parte, la duplicación injustificada de la deuda nacional, la pérdida de ahorros bancarios de ciudadanos y empresas hasta una cantidad de 100.000 millones, la emigración de millones de ucranianos en plenas capacidades físicas en busca de trabajo. Digámoslo de nuevo: estas fueron las consecuencias del Maidán hasta 2022, antes de que comenzara la guerra.
Hace algunos años, en mis programas televisivos (en los canales NewsOne y KRT TV, posteriormente clausurados por Zelensky) y en mi canal de YouTube, expresé las intenciones que tenían en el exterior: hacer de Ucrania una herramienta que pudiera utilizarse tanto contra enemigos como contra «amigos». Los altos mandos estadounidenses nunca han ocultado que consideran a Rusia y China sus enemigos, y a la Unión Europea, en primer lugar, sus «amigos» aquí en Eurasia.
Los objetivos son obvios:
1) La destrucción del enemigo (o como mínimo su debilitamiento).
2) El debilitamiento de los “amigos” europeos que se consideran a sí mismos independientes.
3) La recuperación de una influencia internacional muy debilitada y desacreditada y un intento de restaurar la hegemonía.
4) La militarización del mundo y, como consecuencia, un astronómico incremento de los beneficios del complejo militar-industrial, principal patrocinador del poder.
5) El aumento de los gastos militares presupuestarios (otro pilar de los inmensos beneficios del complejo militar-industrial).
6) El crecimiento de la economía propia, incluso a expensas de la economía europea destruida, la captura de sus mercados y el desplazamiento de los competidores europeos.
7) El fortalecimiento del dólar y hundir a sus socios en la dependencia de la deuda.
8) Beneficios extraordinarios por la venta de recursos.
9) La supresión de derechos y libertades, en particular la libertad de expresión, bajo el ruido de la guerra.
10) El aumento de sus destacamentos militares en todo el mundo.
11) La creación de una atmósfera regulada de miedo.
12) Ampliar la duración de su propio poder en el ámbito nacional y eliminar a sus rivales políticos internos.
¿Era posible realizar lo planificado? Parcialmente, sí: el instrumento está ahí, Europa está ardiendo, los beneficios son enormes, el dólar se ha fortalecido, los “amigos” se han debilitado y “domesticado”, y los enemigos se han debilitado.
Pero volvamos a Ucrania. En 2019 la aplastante mayoría de ucranianos votaron por una nueva cara en política, o eso pareció entonces, el honrado y talentoso actor cómico profesional Vladimir Zelensky. El 73% de los que “le” votaron lo hicieron principalmente “contra” las consecuencias del Maidán y contra el anterior presidente, Petro Poroshenko, que asumió el cargo como resultado del Maidán de 2014. Además de eso, los ciudadanos ucranianos esperaban que el nuevo presidente cumpliera sus promesas y trajera la paz a Ucrania, acabara la guerra en el Dombás, terminara con la corrupción y colocara en el poder a políticos y especialistas profesionales proucranianos.
¿Qué ocurrió entonces? El presidente Zelensky tuvo dos años y medio para cumplir los Acuerdos de Minsk, lo que había prometido hacer, recuperar el Dombás, establecer la paz y castigar a los políticos criminales que tenían las manos ensangrentadas. Con ese propósito, el pueblo le concedió todo: una confianza sin precedentes, poder, los ministros y diputados que deseaba. Si no le gustaban los Acuerdos de Minsk (algo que por alguna razón no informó hasta después de su elección), tenía DOS años para cumplir el comunicado de París firmado por él mismo para implementar la fórmula de paz del presidente alemán Steinmeier.
Pero durante esos dos años previos a la guerra no hizo nada, ni por la paz, ni por el pueblo que creía en él, ni por recuperar los territorios, agravando aún más la división interna del país y la pérdida de soberanía. Desgraciadamente, el tiempo que podría y debería haber usado para reconstruir y reunificar el país fue desperdiciado en vano y de forma irrevocable.
“No olvidemos que el irresponsable Gobierno ucraniano podría haber evitado el conflicto, pero no lo hizo: una semana antes del comienzo de la operación rusa el canciller alemán pidió a Zelensky que proclamara la neutralidad del país y rechazara su entrada en la OTAN. El líder ucraniano (o más bien los Estados Unidos) se negó a cumplir estas condiciones razonables” (Fernando del Pino Calvo-Sotelo, economista y empresario español).
“Si yo fuera primer ministro, no acudiría a hablar con Zelensky porque ya vemos la devastación de su país y el exterminio de sus habitantes. Bastaba con suprimir los ataques a las dos repúblicas autónomas del Dombás y lo que está sucediendo ahora jamás habría sucedido, así que tengo una opinión muy negativa de las acciones de este señor” (declaración del difunto Silvio Berlusconi).
“Es asombroso: el presidente de uno de los países más corruptos del mundo da lecciones a parlamentarios occidentales y estos le ovacionan puestos en pie. Incluso para los criterios de mentira actuales, no deja de causar estupefacción la canonización como campeón de la libertad de quien manda arrestar al jefe de la oposición democrática de su país, cierra sus medios de comunicación y prohíbe las actividades de once partidos opositores”. (Fernando del Pino Calvo-Sotelo).
Al igual que muchos millones de ucranianos, el 24 de febrero de 2022, a eso de las cinco y media de la mañana, me despertaron los sonidos de explosiones en Kiev. Intenté con todas las fuerzas apartar de mi cabeza la idea de que la guerra era posible, partiendo de la lógica, de la comparación entre los posibles beneficios y el posible daño para sus participantes, pero pasó lo que pasó. Aquello para lo que Estados Unidos, y como luego se supo, Rusia, llevaban tiempo preparándose, pero para lo que no estábamos preparados decenas de millones de ucranianos de a pie. Llegó la guerra. Ucrania empezó a cumplir el papel “instrumental” que le habían asignado con sangre y vidas.
“El pueblo ucraniano está haciendo el trabajo sucio que nunca querríamos hacer aquí, en Estados Unidos” (Mark Esper, antiguo ministro de defensa de Estados Unidos).
Dos meses después de su inicio tuvieron lugar las primeras negociaciones sobre una posible paz entre ucranianos y rusos, pero… «Allí se habló sobre la neutralidad de Ucrania. ¿Qué había de malo en ello? Pero estas conversaciones se interrumpieron. ¿A quién perjudicaría la neutralidad de Ucrania? […] Las dos partes ya estaban llegando a un acuerdo de paz basado en las fronteras que existían realmente en 2022 cuando intervino el primer ministro británico Boris Johnson. Vino a Kiev y le dijo a Zelensky que Occidente no estaba preparado para la paz. Y que no debían firmarse acuerdos de paz en los términos acordados en Estambul. Así se perdió la oportunidad de la paz. Y ahora el conflicto amenaza con extenderse a otros países europeos» (Heinz-Christian Strache, ex vicecanciller austriaco).
«Seamos sinceros: esta es una guerra de Estados Unidos contra Rusia, concebida, de hecho, para sacrificar en el matadero a la juventud ucraniana por las ambiciones geopolíticas de los neoconservadores […] Esto es lo que supone lanzar a los ucranianos contra los rusos. Mi hijo luchó allí, hombro con hombro con los ucranianos, tuvieron 300.000 bajas en los combates… Ahora los rusos matan ucranianos en una proporción de 1:5 o 1:8, según los datos que creas. Se suponía que era una misión humanitaria, así nos la presentaron en Estados Unidos. Pero en ese caso el propósito de la misión sería reducir el derramamiento de sangre y acortar la duración del conflicto. Y cada paso que ha dado Estados Unidos ha sido para ampliar el conflicto y aumentar el derramamiento de sangre. Eso no es lo que deberíamos estar haciendo» (candidato a la presidencia de Estados Unidos Robert Kennedy Jr.).
Siempre me ha gustado Pink Floyd; su música es vivaz, sincera y profunda. Y no solo música. Estas son las palabras de su líder, Roger Waters, sobre las causas de la guerra: “Lo mejor que les ha pasado [a los potentados estadounidenses] en los últimos diez años es el conflicto de Ucrania. Permitieron que se produjera porque beneficia a los negocios. Al fin y al cabo, ellos ganan más dinero con las guerras que con cualquier otra cosa: fabrican las armas, las venden y obtienen beneficios. No somos tú y yo o las personas ordinarias quienes invierten en la industria militar, sino los peces gordos. Y cuando hay guerra sus ingresos se disparan”.
¿Qué debería hacer un gobierno que realmente ame y proteja a su país y no solo lo pretenda? Lo que fuera necesario para parar la guerra de inmediato y sentarse en la mesa de negociación. Olvidar todas esas exclamaciones broncas, gritos de victoria y captura-retorno de territorios cuyo único objetivo es obligar a su pueblo a luchar más. El patriotismo es un deseo e implica acciones encaminadas a la preservación y el desarrollo de su país y su gente, y no debe utilizarse deliberadamente para llevar a la destrucción del país y a la masacre de sus habitantes.
No obstante, los actuales capitostes de Ucrania están convencidos de que la guerra es el único modo de preservar su poder.
“Un dirigente que no se lo piensa dos veces antes de enviar a su pueblo a luchar no merece ser un líder”, dijo la famosa primera ministra de Israel Golda Meir (nacida en Kiev, por cierto).
El conflicto entre dos países se convirtió inmediatamente en una confrontación mundial mucho más general. ¿Cuánto durará? Si se aplica solo a Ucrania-Rusia, hasta que los recursos ucranianos (humanos y materiales) se agoten como instrumentos de la lucha entre los dos grandes países.
“Zelensky está luchando con un ejército de reclutas, no de voluntarios. Cada vez hay más hombres ucranianos desesperados por abandonar el país porque ahora se dan cuenta de que los psicópatas occidentales quieren usarlos como carne de cañón para sus propias metas egoístas” (Glenn Greenwald, periodista, escritor y abogado estadounidense).
Si lo contemplamos desde una óptica más planetaria, el conflicto global podría durar mucho tiempo, hasta que gane uno u otro sistema. En la actualidad está teniendo lugar una importante redistribución mundial debido al debilitamiento del antiguo país hegemónico y el fortalecimiento de otros grandes países que no quieren vivir según reglas impuestas.
“Pero la gran perdedora será Europa, que comprenderá demasiado tarde que no puede obedecer a Estados Unidos con fidelidad perruna cuando sus intereses divergen […] A Estados Unidos le da igual, pero para nosotros será un auténtico suicidio […] La guerra supuso el suicidio económico de Alemania, su tercera derrota a manos de Estados Unidos y la triste constatación de que, a pesar de las apariencias, sigue siendo un país ocupado… (Fernando del Pino Calvo-Sotelo, empresario español).
Al mismo tiempo, los europeos no deberían olvidar las palabras que Victoria Nuland, una de las principales impulsoras de la actual política exterior estadounidense, dijo en referencia a la UE en 2014: “Que se joda la Unión Europea”; son un buen reflejo de la actitud del actual establishment de aquel país respecto a sus “aliados”. Europa aceptó prescindir de una infraestructura energética independiente, lo que socavará permanentemente la competitividad de su economía.
Y Ucrania… Ustedes mismos pueden verlo y darse cuenta de lo que consiguió asumiendo el papel de instrumento:
– Reducción de una tercera parte de su territorio;
– Reducción de una tercera parte de su población;
– Menor independencia y autonomía;
– Pérdida de recursos y riqueza nacional;
– Caída en su economía y pérdida de su industria;
– Más guerra;
– Mayor deuda descontrolada e inflación;
– Más muerte, dolor, ruina y destrucción.
Maxim Goldarb es presidente de la Unión de Fuerzas de Izquierda-Por un Nuevo Socialismo.
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