El ‘poder inteligente’ promovido por Estados Unidos es un mecanismo de doble discurso pues, a la vez que busca legitimar y retomar su poder sobre América Latina, también crea crisis políticas con el fin ulterior de demostrar la incapacidad latinoamericana para solucionarlas. El poder inteligente es la nueva estrategia de Política Exterior implementada por Estados […]
El ‘poder inteligente’ promovido por Estados Unidos es un mecanismo de doble discurso pues, a la vez que busca legitimar y retomar su poder sobre América Latina, también crea crisis políticas con el fin ulterior de demostrar la incapacidad latinoamericana para solucionarlas.
El poder inteligente es la nueva estrategia de Política Exterior implementada por Estados Unidos, con el fin ulterior de legitimar su hegemonía a escala mundial. En la actual administración de Obama la academia estadounidense de Política Exterior se ha dado a la tarea de señalar que para poder retomar la hegemonía mundial, Estados Unidos debe complementar la estrategia de Poder Duro desarrollada por George W. Bush, con una estrategia de Poder Suave como la implementada en la administración demócrata predecesora de Bill Clinton, lo que ulteriormente permitiría al gobierno actual disponer de todos los elementos militares y culturales para ejercer e imponer sus intereses (Poder Inteligente).
Como bien señala Eva Golinger el Pode Inteligente es «una política difícil de clasificar, difícil de detectar y difícil de desmontar», sin embargo para Hillary Clinton «el «‘smart power’, es el rango completo de herramientas que están a nuestra disposición -diplomáticas, económicas, militares, políticas, legales y culturales- escogiendo la herramienta correcta, o combinación de herramientas, para cada situación» y nosotros añadimos que estas «situaciones» pueden ser ‘reales’ o diseñadas por Estados Unidos.
Estados Unidos ha lanzado un discurso renovado en el cuál señala su apegó al multilateralismo, la concertación política y el respeto a las normas de Naciones Unidas, sin embargo, en el caso latinoamericano, ha diseñado teatros de confrontación política que le han permitido legitimar las instituciones y procesos oficiales que son más funcionales a su égida, por ejemplo con la Organización de Estados Americanos.
Estados Unidos en la administración del Premio Nobel de la Guerra (en términos orwellianos), ha diseñado al menos tres escenarios de confrontación intralatinoamericana, en las cuáles sus gendarmes han tenido un papel preponderante (Costa Rica, Colombia y México) en la defensa de los intereses imperialistas, permitiendo a Estados Unidos aparentar un rol de pasividad y consenso. Es decir de legitimidad por incapacidad de América Latina en resolver sus «asuntos internos».
Los casos que señalamos han sido escogidos por cuestiones geopolíticas, pues desde el análisis neomackinderiano elaborado por Eduardo Saxe Fernández, Cuba, Honduras y Colombia se ubican en el Gran Caribe, es decir la Zona de Seguridad de Estados Unidos. En el caso cubano, la política de poder inteligente la podemos ver en la legitimación que conlleva la Organización de Estados Americanos (de cuña estadounidense) al ‘permitir’ el retorno condicionado de la Isla, lo que conlleva paralelamente el mensaje de que «América Latina tiene una voz y esta debe ser escuchada». Sin embargo, estas presunciones se ubican dentro de la estrategia ulterior de legitimidad por incapacidad.
El segundo caso lo vemos en la disputa provocada por Estados Unidos al «negociar» más bases militares en Colombia, las cuáles permiten el espionaje, la capacidad de despliegue rápido de la potencia americana en el resto del hemisferio, y la desestabilización en el Amazonas. Este segundo «escenario» creado por Estados Unidos surge con el objetivo de «dividir para vencer», y se demostró con la pugna en el seno de la Unión de Naciones Suramericanas que confrontó a Venezuela con Colombia, sin embargo el «Plan» no logró ser desmantelado como tenía previsto Estados Unidos.
Y el último caso, como señalo Golinger se refiere a Honduras. El Golpe de Estado en Honduras siempre contó con el beneplácito estadounidense y de los grupos de poder económico, explícitamente de sectores del partido Republicano (que ganó las elecciones en Virginia y Nueva Jersey) y del mismo embajador Hugo Llorens. Tal como meses antes el mismo Zelaya había señalado solamente Estados Unidos podía solucionar esta «crisis» pues ellos mismos la crearon. Además, de darse el acuerdo en una coyuntura pos nominación al Premio Nobel, dando aun más legitimidad al accionar estadounidense, es decir a su mensaje oculto.
Esta búsqueda de retomar su poder en América Latina lanza un mensaje muy claro, el cual se articula en relación con el poder inteligente. Estados Unidos va a imponer sus intereses por medio de la misma legitimación latinoamericana, al señalar su incapacidad por resolver sus «propios» problemas y necesitar a Estado Unidos para imponer el «orden» y la «democracia».
Este mensaje también demuestra la incapacidad latinoamericana para articular instituciones de integración y de consenso político y militar, pues en el caso de la OEA ha sido diseñada y presidida tácitamente por una potencia extrarregional, por su parte, las naciones latinoamericanas que deben llevar la vanguardia en el caso latinoamericano han caído en la indecisión, pues por ejemplo mostró una postura más antiimperialista la misma Argentina que Brasil (la voz de América Latina). Y de este mensaje lo más importante, es que América Latina ha legitimado el accionar estadounidense, al permitirle desplegar su diplomacia «inteligente» legitimando su poderío en el hemisferio.
Marco Vinicio Méndez Coto. Br. Relaciones Internacionales Universidad Nacional de Costa Rica. Investigador asociado al Proyecto Geoestrategia Latinoamericana del Instituto de Estudios Latinoamericanos UNA-CR.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.