Diferentes medios de comunicación españoles se hicieron eco ayer de la noticia: «La guardia costera griega rescató en Lesbos a más de 1.500 refugiados en 24 horas». Y agregaban: «Hasta seis embarcaciones neumáticas trataban de alcanzar la isla griega (Lesbos)». Informaciones similares proliferan en los últimos meses. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados […]
Diferentes medios de comunicación españoles se hicieron eco ayer de la noticia: «La guardia costera griega rescató en Lesbos a más de 1.500 refugiados en 24 horas». Y agregaban: «Hasta seis embarcaciones neumáticas trataban de alcanzar la isla griega (Lesbos)». Informaciones similares proliferan en los últimos meses. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) destaca que en los primeros 20 días de 2016 fallecieron, según los guardacostas helenos, al menos 60 personas en las aguas griegas del Mar Egeo, y una decena permanecían desaparecidas. Además, decenas de inmigrantes perdieron la vida en aguas turcas durante el mismo periodo. Sólo el 21 de enero doce personas murieron cerca de las costas occidentales turcas, cuando intentaban llegar a la isla de Lesbos.
Andreas M. ha vivido durante los dos últimos años en la isla de Lesbos, una de las puertas más accesibles a la «fortaleza» europea. «Uno se acerca a la playa y ve a la gente llegar». Lesbos es la tercera isla de Grecia en dimensiones (1.630 kilómetros cuadrados de superficie) y la octava del Mediterráneo, con cerca de 85.000 habitantes y ubicada en una posición estratégica, a sólo 15 kilómetros de las costas turcas. Durante el pasado verano y los meses de septiembre y octubre se registró la mayor afluencia de inmigrantes a esta ínsula del Mar Egeo. «Miles de personas diarias», subraya Andreas M. en una entrevista en Radio Klara de Valencia. «Podían quedarse entre tres y quince días, antes de proseguir la ruta». También arribaban los inmigrantes a Samos, Kíos o Leros (en el Egeo se localizan unas cinco mil islas o islotes de los que un centenar están habitados).
«Te miran a los ojos y te dicen con la mirada que quieren ayuda, y un lugar para descansar; llegan exhaustos y con ganas de alcanzar la libertad». Andreas M., objetor de conciencia al ejército griego, participa en el proyecto «Nómadas del mar», un barco colectivo que en octubre colaboró en la atención las personas refugiadas. «Lo que podíamos, porque se trata de un modesto catamarán». Durante noviembre y diciembre, embarcados en otro bajel de nombre «Utopía», realizaron espectáculos diarios por los centros de refugiados de Lesbos. «Llegan en barcos en los que pueden viajar desde diez personas a 300, y pagan al menos mil euros por plaza», relata. En ocasiones arriban en lanchas de plástico, otras en barcazas improvisadas de madera o simplemente a la deriva. «En muchos casos, bajo el control de las mafias».
El activista ha visto a los inmigrantes que aterrizan en las playas de Lesbos, «donde en septiembre puede que llegaran en mayor número que los turistas». «Machacados, exhaustos, si es que llegan». Mujeres embarazadas, niños, ancianos… Se dan casos de personas que se caen del barco y mueren en el mar afectados de hipotermia. También ha visto a los refugiados y acampados en los parques de las ciudades de la isla. Proceden básicamente de Siria, también de Afganistán, Egipto (África en general) e incluso Marruecos. Los medios de comunicación han puesto el foco en esta isla del Egeo durante los últimos meses, pero hace al menos cinco años que voluntarios trabajan con inmigrantes en Lesbos. Sin embargo, es cierto que en el último año se ha producido un «salto» enorme, y la isla se ha transformado, reconoce el activista heleno.
Según ACNUR, los desplazamientos forzosos a escala mundial en 2015 alcanzaron el máximo histórico de 60 millones de personas, además, el número de refugiados que llegaron a Europa en barco el año pasado superó el millón. Cerca de 850.000 personas cruzaron la frontera de Turquía a Grecia, y la mayoría continuó atravesando la península de los Balcanes en dirección a Austria, Alemania, Suecia y otros países, informa la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados.
Andreas M. recuerda que en verano se organizaron, también con voluntarios que se desplazaron desde Atenas, «chabolas» y campamentos de bienvenida para las personas refugiadas, en los que se proporcionaba alimentos y ropa. Asimismo se fueron configurando campos para refugiados en la periferia de las ciudades. Algunas experiencias resultan desgarradoras, como la de los inmigrantes que, tras sufrir un accidente de autobús en Turquía, tuvieron que embarcarse rumbo a Lesbos sin demora, a pesar de que algunos tenían los brazos y las piernas fracturados. El activista se muestra crítico con la labor de las ONG: «Se ponen la etiqueta y reciben subvenciones, aunque también hay ejemplos de trabajadores que hacen su labor». Andreas M. se inclina por los proyectos independientes y autogestionados, como la iniciativa «Plátanos», en las playas del norte, en la que participan voluntarios de dentro y fuera de la isla. El objetivo es procurar comida y ropa a los refugiados que logran llegar a Lesbos.
Este joven griego destaca otro proyecto, «Pikpa», en la capital de Lesbos, Mitilene, de 32.000 habitantes. «Llevan tres o cuatro años trabajando con refugiados, esperan a los barcos para rescatar a las personas». Sobre la iniciativa «NoBorderKitchen», enfatiza su carácter «autogestionario». «Allí trabajan voluntarios libres (no las ONG), pero la policía les intenta sacar del lugar donde operan». Entre otras actividades, «preparan ollas enormes para que coman las personas refugiadas». El grupo Musaferat se opone a los Centros de Internamiento para Extranjeros. Uno de los puntos neurálgicos en la isla es el centro de registro y recepción de refugiados de Moria, «donde hay gente encerrada, muchos de ellos adolescentes sin familia; allí permanecen unos días hasta ver qué ocurrirá, mientras tramitan los papeles», explica Andreas M.
Además de estas iniciativas, Stavros K., militante anarquista griego del Centro Social Autogestionario «La Fusteria», de Valencia, hace hincapié en la implicación solidaria de los pescadores de la zona. Preguntado en la entrevista de Radio Klara por el tratamiento informativo de los medios griegos, señala un sesgo notable: «A los inmigrantes no se les retrata como a personas, además, se hace de manera que la solución sea una mayor presencia policial; por ejemplo, se pone el acento en alguna pelea o reyerta entre refugiados». Otras veces se difunden imágenes de «impacto», como la de agentes con un mafioso esposado en la que puede deducirse una admonición de la policía a éste por su comportamiento.
Estas experiencias solidarias contrastan con ciertos comportamientos de la población autóctona, que en algunos casos trata de aprovechar la precariedad de los inmigrantes. Por ejemplo al cobrar a precios exorbitantes los traslados en automóvil a otra ciudad o campamento de refugiados, también por las tiendas de campaña, sacos de dormir, bocadillos o botellas de agua. «Además se les tasa el alquiler de una habitación a un precio muy elevado, sobre todo a ciudadanos sirios que vienen con algún dinero», comenta Andreas M. en Radio Klara.
La misma desmesura se produce con las parcelas de cultivo que se arriendan «a gente destrozada, superviviente», para que pueda permanecer de paso en Lesbos. No es más desprendida la actuación de las operadoras de telefonía, que colocan puntos de venta delante de los campamentos. «Se lucran a costa de los inmigrantes». Juega a su favor el hecho de que muchos de los recién llegados adquieren muy pronto un celular para comunicarse con su familia. El objetivo de los refugiados en Lesbos es, en definitiva, trasladarse en barco al puerto del Pireo (Atenas) o al de Kavala (la segunda ciudad de Macedonia), puntos de transición en la ruta hacia el centro y norte de Europa, a países como Alemania, Dinamarca, Suecia o Noruega.
Pero también «hay mucha gente solidaria en Lesbos (una isla que no sabemos hasta cuándo pertenecerá a Grecia), que está desarrollando una labor muy relevante», subraya Andreas M. «Sobre todo personas independientes, como gente que sólo por voluntad trasladan en su coche a mujeres embarazadas». La otra cara del altruismo es la represión policial contra los refugiados, el movimiento de apoyo y los voluntarios autónomos. El activista griego recuerda casos en que por una disputa en una cola de refugiados para tomar número y formalizar una inscripción, la policía ha intervenido «a palos», «en plan antidisturbios». Respecto a los voluntarios que van «por libre», ajenos a las ONG, la policía les identifica y se los intenta quitar de en medio, asegura. En la zona está presente la policía helena y además Frontex, pues la isla se localiza en la estratégica frontera sur del «castillo» europeo. «Guerras y refugiados ha habido siempre, es una forma de mover el dinero y la economía mundial», concluye el integrante del proyecto «Nómadas del Mar».
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