Helicópteros artillados surcando los cielos, fragatas lanzamisiles en el estuario del Tajo, policías con ametralladoras pesadas y carros blindados en las principales arterias de la capital portuguesa han creado un ambiente de guerra para cobijar la Cumbre de la OTAN.
Los jefes de Estado y de gobierno de los 28 países miembros de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) fueron enclaustrados en el Parque de las Naciones, transformando ese sector de Lisboa en una suerte de «zona verde» blindada similar a la de Bagdad.
Las medidas de seguridad adquirieron características sin precedentes en Portugal. Lisboa es objeto de duras restricciones a su funcionamiento, afectando de manera especial al comercio y al turismo.
Espacio aéreo cerrado, perímetros de seguridad garantizados por miles de soldados y de policías en uniforme y de civil, cámaras de video-vigilancia en las calles, caminos cortados y navegación privada prohibida en la costa litoral del distrito de Lisboa, son algunas de las medidas destinadas a crear este blindaje.
Entre la madrugada del martes y la medianoche de este sábado, fue suspendido el Acuerdo de Schengen de libre circulación sin control de fronteras, con el objeto de garantizar «la seguridad interior y la mantención del orden público».
Este convenio abarca a los miembros de la Unión Europea, excepto a algunos países como Gran Bretaña e Irlanda. Noruega, Suiza, Islandia y Liechtenstein, que no hacen parte del bloque, también son signatarios.
Entre las figuras más protegidas se cuentan los presidentes Barack Obama, de Estados Unidos, y Dimitri Medvédev, de Rusia, país miembro de la Asociación para la Paz, un programa de la OTAN destinado a estrechar sus relaciones con otros estados europeos y los de la disuelta Unión Soviética.
Este viernes y sábado, como ha sido hábito desde la fundación de la OTAN, los 28 líderes debaten una agenda de trabajo formulada por Estados Unidos, país que propone la adopción de un nuevo concepto estratégico para enfrentar amenazas de un mundo multifacético, con la seguridad como materia de especial atención.
En Lisboa se reformularán los propósitos estratégicos de la alianza militar, inicialmente defensiva ante la Guerra Fría, debido a los cambios significativos en el ajedrez planetario en las últimas dos décadas.
En 1999, el concepto estratégico de la OTAN fue marcado por la guerra de los Balcanes (1992-1995) y hoy se observa una fuerte marca de la guerra de Afganistán. En Lisboa, se trata de dar un paso hacia la fase de estabilización y luego de transición en ese país asiático, invadido en 2001 por una coalición militar liderada por Estados Unidos.
Fundada en abril de 1949 en Washington para «enfrentar la amenaza rusa», la OTAN se quedó sin enemigo en 1991, desde la disolución de la Unión Soviética y la consecuente desagregación del bloque socialista de Europa.
Desde entonces, el pacto atlántico inició una verdadera lucha por la supervivencia y su tabla de salvación ha sido lo que Estados Unidos y Europa califican de «amenazas a la seguridad mundial».
Con la invitación a Medvédev, la OTAN desea dejar en claro que ya no existe en su filosofía ningún vestigio de la Guerra Fría, y que considera ahora a Rusia un asociado para la cooperación en lugar de un enemigo o adversario, con lo que se intenta mejorar las relaciones prácticamente congeladas desde la guerra de 2008 en Georgia.
Medvédev partirá de Lisboa llevando en su carpeta de documentos la sugerencia de estudiar la propuesta de interconectar el sistema de defensa antimisiles ruso con el de la OTAN. La declaración que saldrá de la cumbre de Lisboa «es un documento ya acordado, que refleja de forma equilibrada el ejercicio del consenso entre los aliados», afirmó la analista del diario Público de Lisboa, Teresa de Sousa, citando una fuente diplomática lusa.
Incluye varios conceptos sobre las tareas y escenarios de la organización, destacándose entre ellos la amenaza del terrorismo, la proliferación nuclear, la guerra de Afganistán, la piratería marítima y el proyecto de creación de un escudo antimisiles que proteja a toda Europa, incluyendo a Rusia, financiado por los países miembros.
La versión de la agenda colocada este viernes en la mesa de los líderes tiene pocos detalles que definir. Más bien se trata de adaptar el cometido de la OTAN al conjunto de nuevas amenazas cuyo común denominador es ser difusas e imprevisibles y que pueden surgir en cualquier punto del planeta.
En este sentido, se han levantado algunas voces que se interrogan cuál es el papel que debe jugar el pacto militar en la política internacional. ¿Es la OTAN una organización que debe ceñirse a su campo original de acción, como su nombre lo indica, la zona del Atlántico norte o en todo el mundo?
«No comprendo cómo una organización creada con objetivos defensivos, en un mundo bipolar, se ha podido transformar en un instrumento ofensivo de un poder unipolar», comentó a IPS el coronel retirado Vasco Lourenço, uno de los principales dirigentes de la llamada «Revolución de los Claveles», que en 1974 derrocó a la dictadura corporativista portuguesa instaurada en 1926.
Lourenço, ex gobernador militar de Lisboa, criticó que «se pretenda transfigurar la OTAN en otra cosa, que no se sabe bien lo que será, pero sí se sabe que solo responderá a los intereses de su principal miembro, Estados Unidos».
Sin embargo, «mantener el mismo nombre, la misma designación, es algo que solo sirve para lanzar la confusión», deploró Lourenço. Una serie de manifestaciones han surgido en Lisboa durante toda esta semana, con activistas y pacifistas de todo el continente europeo, que acusan al pacto militar de haberse transformado en una «policía planetaria», una fuerza ya no más defensiva, sino ofensiva.
Este rol que se asignó a sí misma la OTAN restó atribuciones y competencias que antes eran de exclusiva responsabilidad de la Organización de las Naciones Unidas, quitando peso y autoridad al foro mundial a la hora de resolver conflictos, señalan algunas voces críticas, entre las que se cuenta la del ex presidente portugués Mario Soares (1985-1995). El debate incluye también el tema de las contribuciones al presupuesto del pacto, con Estados Unidos y Canadá instando a mayores compromisos de Europa, pese a que el continente vive un momento económico y financiero complicado, con altos déficit fiscales, endeudamiento externo y elevadas tasas de desocupación.
La delicada situación económica ha provocado vastos movimientos de ciudadanía de diversos países europeos contra el excesivo gasto militar.
Además de la confección de nuevos conceptos estratégicos con énfasis militar ante las amenazas a la seguridad mundial, la OTAN se ve obligada a diseñar una segunda estrategia: una respuesta convincente a las críticas de la sociedad civil que considera el gasto militar una amenaza a la seguridad social.