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Perú

Lo que está en juego

Fuentes: Rebelión

Hay quienes piensan -a partir de las publicitadas encuestas presentadas ante la ciudadanía- que la victoria electoral de Keiko Fujimori el próximo 5 de junio es «cosa cantada». De los que así creen, algunos se juzgan derrotados, se desmoralizan y señalan que «ya no hay nada que hacer», que no vale la pena intentar nada, […]

Hay quienes piensan -a partir de las publicitadas encuestas presentadas ante la ciudadanía- que la victoria electoral de Keiko Fujimori el próximo 5 de junio es «cosa cantada». De los que así creen, algunos se juzgan derrotados, se desmoralizan y señalan que «ya no hay nada que hacer», que no vale la pena intentar nada, y que tampoco debe buscarse otra opción electoral porque ya «la causa está perdida».

En contrapartida, hay otros que creen que si, que será posible derrotar a la Mafia y afirmar un proceso democrático sostenido y claro en el cual se podrá avanzar en diversos terrenos. Incuban la idea que, con Pedro Pablo Kuczynski, eso será posible.

Los primeros, parece que perdieron la perspectiva. Y los segundos, se hacen ilusiones.

Lo que ocurrirá el 5 de junio no será una confrontación entre sectores opuestos de la vida nacional. En lo económico, dos opciones de derecha, dos propuestas de ajuste neo liberal, son las que asoma en el escenario. La ejecución de una, u otra, no traerá beneficio al país, ni a los trabajadores.

Eso -los cambios radicales que el país requiere- no será producto de una elección. O por lo menos, no de ésta, que no es sino la culminación errática de una larga serie de truhanerías consumadas por órganos electorales ostensiblemente puestos al servicio la Mafia.

Todo el país pudo verlo y sentirlo en cada uno de sus pasos: cuando dividieron a la izquierda y al movimiento popular; cuando objetaron y marginaron candidaturas que amagaban la primacía de Keiko; cuando se negaron a inhabilitar a la Fujimori, involucrada no sólo en flagrantes violaciones a la ley electoral, sino también en clara ligazón con el narcotráfico; cuando modificaron las pautas para otorgarle a Alan García la posibilidad de salvar la inscripción de su partido y hasta tener 5 congresistas no obstante haber alcanzado menos del 7% de los votos inicialmente aprobados para tal efecto; cuando denegaron la misma posibilidad a Gregorio Santos, pese a que su Partido superó la «valla electoral» prevista.

Nada de eso, fue casual. Todo fue laboriosamente pre determinado, y funcionó como un reloj ante la pasividad de quienes tenían el deber de percibir las cosas y luchar contra ellas. No lo hicieron por desidia, abulia o simplemente por flojera. Como si hubiesen nacido cansados, prefirieron esperar a ver «qué pasaba» lanzando, entre tanto, piedras contra otros blancos.

En este marco, entonces, no será posible avanzar por la ruta nacional liberadora usando alguna de las dos vías planteadas. La Democracia, la Independencia y la Soberanía -legítimas banderas de nuestro pueblo- esperarán para después.

¿Por qué, si eso es así, no proclamar entonces, la «neutralidad» ante esas dos alternativas y llamar, por ejemplo, a «blanquear», viciar, o anular el voto?.

Por una razón muy simple y de fácil comprensión: Porque lo que está hoy en juego no es el «modelo económico» sino el escenario político . Y en ese marco, si que asoman diferencias significativas. Y eso puede percibirse si se mira lo que vendrá a partir del 28 de julio del 2016.

Con Kuzcynski en el Poder, habrá un escenario de lucha. El movimiento popular alzará la voz en defensa de sus derechos más elementales, y será reprimido. Tendrá avances, pero también sufrirá derrotas. Podrá combatir en distintos planos contra el «modelo» vigente afirmando su unidad, recurriendo a su organización, elevando su conciencia, y alentando sus luchas. Se vivirá una clara etapa de confrontación social, con múltiples altibajos, y consecuencias.

Con Keiko, en el Poder, el escenario será otro: un páramo silente. Habrá paz, pero será la paz de los cementerios. Se impondrá la fuerza aunque no necesariamente con las mismas modalidades del pasado. Como lo han dicho, esta vez, tienen «más experiencia» y saben «cómo se hace».

Usarán entonces los resortes del Poder, la estructura del Estado en su conjunto. Y es que tendrán en sus manos el Poder Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial y el Electoral.

No debiera sorprender a nadie que el parlamento actual no haya podido elegir al Defensor del Pueblo. Lo harán ellos, en el próximo Congreso. Y lo harán también con la Fiscalía de la Nación, el Ministerio Público, la Contraloría, la Super Intendencia, el BCR, los gobiernos regionales y locales. Y modificarán la Constitución -la que ellos mismos dieron- cada vez que dificulte la aplicación de sus acciones; y después, para perpetuar su dominio y abrir paso a la continuación del régimen el 2021.

Pero harán más. Teniendo a su disposición los grandes medios de comunicación eliminarán la «prensa alternativa», regularán el Internet, intervendrán las redes sociales, bloquearán el facebook. La «prensa chicha» y la «Televisión basura», cubrirán de estiércol la cabeza de la gente, para asegurar su objetivo máximo: que no piense.

Sus ministros, liberados ya de la «carga parlamentaria», harán de las suyas. Martha Chávez, Luisa María Cuculiza, Alejandro Aguinaga y Héctor Becerril, entre otros, reestrenarán sus fajines; en tanto que Laura Bozzo, Magaly, Raúl Vargas y el «Chema» Salcedo manejarán los medios a su antojo. Las «geishas» -¿las recuerdan- coparán Andina, Canal 7, El Peruano y Radio Nacional. Entonces desaparecerá la cultura, se ahogará el pensamiento, morirá el debate crítico, y el cerebro de los peruanos se quedara en el tiempo: detenido, inerte, congelado.

Una buena parte de la población pasará a la pasividad, para no ser víctima de las agresiones de la mafia. Otra, será envilecida. Habrá quienes capitulen y se pasen al otro lado, por miedo o por plata; en tanto que otros, serán acusados de «delincuentes» o de «terroristas», como sucedió con miles de peruanos en la Década Dantesca. Y no faltarán por cierto, los secuestrados, los desaparecidos, los asesinados. ¿Es poca la diferencia?

Eso lo tiene bastante clara la Derecha Peruana. Sabe que tiene seguro el «modelo» que más le importa. Entonces, se lanza para obtener lo segundo: el control total del área política para «construir el futuro», es decir, barrer del escenario cualquier vestigio de la izquierda, que detesta con el alma.

La derecha peruana ha perdido, en esta contienda electoral la oportunidad de «adecentarse». Podría haber dicho simplemente que es una «derecha limpia», que no se ensucia con el narcotráfico, ni con la delincuencia; que defiende intereses económicos, pero que respeta la vida y la dignidad de los peruanos. Y podría, ahí sí, haber cerrado filas en torno a Kuczynski rodeándolo para hacerlo inmune a cualquier otra influencia, en lugar de enlodarse hasta el guargüero con la podredumbre fujimorista. .

Pero no. La peruana, es -como se ha dicho otras ocasiones- una Derecha Bruta y Achorada. No sabe lo que es la decencia, ni la dignidad. No le importa el decoro, ni la vida de los demás. Tampoco el país. Los odios que fermentan en sus entrañas, pueden más que las mínimas bases de la razón.

Por esa conducta, la izquierda está obligada a votar por PPK. No tiene alternativa. No podría respaldar a Keiko sin renegar de su propia esencia. Y no podría llamar al «voto en blanco», porque eso sería simplemente, llenar las ánforas a favor de la Nisei.

Algunos -porque no están en el país, o no les importa lo que pasa- insisten tosudamente por el «voto neutro». Aluden a su «dignidad», a su «decoro», a su «consecuencia». Y lo hacen -dicen- «para quedar bien con su conciencia».

No es su conciencia. Es la vida del Perú, la que está en juego. Y si en verdad tienen decoro o dignidad debieran darse cuenta que negarse a disparar contra el enemigo, es favorecer sus planes sin vergüenza.

Gustavo Espinoza M. Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.