A pesar de lo que afirman los apologetas de la Unión Europea, o las izquierdas llamadas europeístas que no ven futuro fuera de dicha realidad (llegando a aceptar el chantaje de la Troika); los desgarradores acontecimientos de Grecia nos refuerzan en el convencimiento de que es necesaria levantar otra Europa, bien diferente a la actual; […]
A pesar de lo que afirman los apologetas de la Unión Europea, o las izquierdas llamadas europeístas que no ven futuro fuera de dicha realidad (llegando a aceptar el chantaje de la Troika); los desgarradores acontecimientos de Grecia nos refuerzan en el convencimiento de que es necesaria levantar otra Europa, bien diferente a la actual; austericida, imperialista, concebida como una fortaleza cerrada en si misma, y cada día menos democrática.
Asistimos a la configuración de la peor versión de una Europa, que si bien desde el inicio (del Tratado de Roma en 1957 al Acta Única de 1986, del Tratado de Maastricht de 1992 al Tratado de la Constitución Europea de 2005), la casta política y económica que la construyó jamás estuvo motivada por otra cosa que no sea la voluntad de construir un amplio mercado económico con el fin de satisfacer los intereses inmediatos de algunos grupos capitalistas y financieros; a día de hoy, se ha convertido en una maquinaria de desmantelar las conquistas logradas por los sectores populares mediante grandes sacrificios.
Desde que estalló la crisis del 2008, los sucesivos memorándum que la Troika ha impuesto a Grecia no han hecho más que agravar extraordinariamente los sufrimientos de su población: más deuda, más reformas con el único propósito de beneficiar a los ricos y reducir derechos y un saqueo sistemático de las empresas y el patrimonio griego.
«Tras cinco meses de negociación nuestros socios nos han planteado un ultimátum (…) Su objetivo es humillar a todo un pueblo y manifiestan ante todo la obsesión del FMI por una política de austeridad extrema (…) tenemos una responsabilidad histórica de afirmar la democracia y la soberanía nacional, y esta responsabilidad nos obliga a responder al ultimátum basándonos en la voluntad del pueblo griego. He propuesto al consejo de ministros la organización de un referéndum y esta propuesta se ha aceptado por unanimidad». Fueron las desgarradoras palabras de Tsipras ante en chantaje de la Troika.
Tras la aplastante victoria del OXI, el pueblo griego sorprendió a Europa y al mundo respondiendo masivamente al llamamiento del gobierno y, en condiciones sin precedentes según los estándares de posguerra de cualquier país europeo, votando «no» de forma masiva a las propuestas coercitivas y humillantes de los prestamistas.
Desgraciadamente, y de forma desconcertante, el gobierno griego, cedió finalmente al chantaje, argumentando que era la opción menos mala. En realidad, antepuso sus miedos a la opinión de la gente, y convirtió la consulta popular en papel mojado. Y con ello, toda su estrategia basada en la defensa de un plan anti-austeridad sin salirse del euro ha terminado con un estrepitoso fracaso. Syriza ha sido doblemente víctima, de la implacable estrategia de sus acreedores y de su propia estrategia, la de apostar todo a la negociación sin preparar un plan alternativo (su estrategia inicial consistía en negociar sin traspasar la línea roja del acatamiento al austericidio). Plan alternativo, que supusiese, entre otras medidas, salirse de la eurozona.
2. Con la convocatoria de nuevas elecciones Tsipras busca refundar su gobierno sobre una base completamente pro memorándum, quitando tiempo para organizarse a la oposición interna en Syriza y antes de que los costos sociales del nuevo acuerdo comiencen a corroer su liderazgo.
Ello ha producido la ruptura interna de Syriza y ha abierto las puertas a la recuperación electoral de los partidos conservadores. Y lo que es peor, ha reforzado la tesis de que esta UE, sus políticas y sus relaciones reales de poder, no tienen alternativa. Lo que queda es la estrategia del miedo: o se aceptan estas políticas o se producirá el caos y la catástrofe de la salida del euro.
En este contexto, hay que situar la aparición de una nueva formación política, Unidad Popular, convocada por la Plataforma de Izquierda. Pese a que la capitulación de Tsipras constituye una derrota de largo alcance para las clases populares europeas, la posibilidad de que emerja una fuerza política con peso de masas, que sea heredera de la experiencia organizativa de Syriza y de las lecciones de la experiencia gubernamental de Tsipras (principalmente respecto a la necesidad de estar dispuesto a una ruptura con el Euro), constituye un paso adelante de alcance estratégico.
El quid de la cuestión va a residir en el nuevo proyecto converja con la voluntad que logró el 61% del NO en el referéndum. Incluidos quienes todavía dentro de Syriza se oponen a su dirección, nuestras simpatías.
3. Desde Euskal Herria, y por lo que Alternatiba respecta, además mostrar nuestro deseo de que las fuerzas anti-memorándum salgan fortalecidas de la convocatoria electoral del 20 de Septiembre, tenemos que señalar que una de las lecciones fundamentales de lo acontecido en Grecia es la necesidad de acumular fuerzas a escala europea. Grecia, ha comprobado las enormes resistencias que es necesario enfrentar para hacer otra política al servicio de otra economía. Son muy poderosos los intereses que se han articulado -y muchas las ganancias que se han cosechado- alrededor de las políticas e instituciones comunitarias.
Se trata, una vez más, de afirmar la necesidad de afianzar, desde Euskal Herria, una amplia alianza trasversal entre los distintos pueblos y sus clases trabajadoras, basada en el mutuo interés: el de acabar con unos estados capitalistas oligárquicos y antidemocráticos, así como con el actual modelo de UE construido para la defensa del capital internacional. Un frente político y social de carácter subversivo y plural, internacionalista, anticapitalista y transversal a escala europea, y que agrupe a movimientos de diferente naturaleza: ecologismo, feminismo, movimiento obrero, de liberación nacional, de defensa de libertades democráticas básicas, etc.
El propio Tsipras, consciente de lo le venía encima, advertía en vísperas e las anteriores elecciones: «aunque ganáramos en Grecia y consiguiéramos establecer un gobierno de izquierdas, si no experimentamos cambios graduales en la distribución de poderes o en las relaciones entre fuerzas, al menos a nivel europeo, tal gobierno quedará simplemente como una aldea gala, aislado«. Con esa advertencia nos quedamos.
Joxe Iriarte ‘Bikila’ – Aternatiba
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