En el que considero un artículo magistral -«Gobierno griego y troika discrepan por millonaria deuda bancaria» [1], el de un maestro que enseña sin alardes pero con eficacia y tacto, Antonio Cuesta, después de dar cuenta de algunas reuniones fracasadas entre el ministerio de Finanzas griego y los integrantes de la misión de eso que […]
En el que considero un artículo magistral -«Gobierno griego y troika discrepan por millonaria deuda bancaria» [1], el de un maestro que enseña sin alardes pero con eficacia y tacto, Antonio Cuesta, después de dar cuenta de algunas reuniones fracasadas entre el ministerio de Finanzas griego y los integrantes de la misión de eso que solemos llamar «troika», ponía el foco en dos nudos esenciales en los que vale la pena depositar de nuevo nuestra mirada tras ese nuevo acto de infamia, la infame concesión de un Premio abyecto.
El viceministro de Finanzas griego, Jristos Staikuras, nada proclive a ninguna tipo de resistencia, rebeldía o humanismo social, recordó en esas reuniones que las instituciones bancarias griegas debían devolver en 2012 a las arcas públicas 500 millones de euros, en forma de dividendos, por las ayudas públicas recibidas en 2008. El dinero está incluido en los presupuestos griegos de 2012 y ya fue reclamado «el pasado 7 de septiembre al gobernador del Banco Central de Grecia, Yorgos Provopulos, y al presidente de la Asociación Helénica de Bancos, Yorgos Zanias».
La posición de la troika en este punto rompe definitivamente todos los espejos y rasga todas las máscaras: piden condonar «la deuda de los bancos y suplir el agujero presupuestario mediante la aplicación de algún nuevo impuesto o adelantar a este mismo año el recorte previsto sobre la paga extraordinaria de funcionarios y pensionistas». Ante la respuesta negativa del gobierno griego, «los representantes del capital financiero global plantean la posibilidad de llevar a cabo un mayor recorte en los sueldos de todos los asalariados griegos» o, en su defecto, «fijar una contribución extraordinaria únicamente a los del sector bancario». Antonio Cuesta, con palabras muy generosas, señalaba el rovell de l’ou, el vértice nuclear del asunto: «la posibilidad de que se hicieran cargo del pago de los 500 millones los legítimos deudores, es decir, los bancos griegos, parece ser que no se les pasó ni fugazmente por su imaginación». ¡Es la ceguera social y antihumanista de la cosmovisión neoliberal!
Otro vértice no menos importante, más decisivo incluso, también recordado por Antonio Cuesta. Cuando hace algo más de un mes, el ministro griego de Reforma Administrativa apuntó que «los 150.000 -¡150 mil!- despidos de funcionarios exigidos para 2015 podrían lograrse con prejubilaciones y bajas incentivadas», Poul Thomsen, el representante del FMI en la troika, negó tal posibilidad. ¿Por qué? ¿Por razones económicas, de eficacia? Nada de eso, tomemos nota: los ceses debían forzarse por su carácter «simbólico», para dar una nueva lección a las clases trabajadoras griegas. ¡Que quedase bien clarito quien mandada y quien debía obedecer!
¿Merece esta infamia ininterrumpida, esta agresión permanente, un Premio de Paz?
De hecho, alguien tan moderado, y con tantos vaivenes políticos como Hans Magnus Enzensberger, ya ha señalado puntos básicos de la situación [2]. Este por ejemplo: «Evidentemente, son los menos quienes reparan en que los países europeos, desde hace bastante tiempo, ya no son regidos por instituciones legitimadas democráticamente, sino por una serie de abreviaturas que las han suplantado. Sobre la dirección a tomar deciden el FEEF, el MEDE, el BCE, la ABA o el FMI. Solo los expertos están en condiciones de desgranar esas siglas. Del mismo modo, solo los iniciados pueden deducir quién decide qué y cómo en la Comisión y en el Eurogrupo». HME recuerda que lo común a todos estos organismos «es que no aparecen en ninguna Constitución del mundo y que ningún elector tiene algo que decir sobre sus decisiones». El único actor al que escuchan realmente son los denominados «mercados», «cuyo poder se expresa en las oscilaciones de los tipos de cambio y los intereses y en los ratings de algunas agencias estadounidenses».
Parece fantasmal, comenta HME, «con qué tranquilidad los habitantes de nuestro pequeño continente han aceptado su expropiación política». ¡No la hemos aceptado como es obvio, nos la han impuesto! ¡Se sigue, seguimos combatiendo! ¡Amar -vivir en esta caso-, como señalara Octavio Paz en aquel poema inolvidable, «Piedra de sol», es combatir, abrir puertas, dejar de ser fantasmas condenados por amos sin rostro!
HME da un paso más allá y habla de la abolición del Estado de derecho que «se proclama con toda franqueza en el Tratado sobre el Mecanismo de Estabilidad Financiera (MEDE)». ¿Abolición del estado de Derecho? ¿Por qué? «Las decisiones de los miembros que marcan la pauta en este organismo de rescate son inmediatamente efectivas desde el punto de vista del derecho internacional y no están vinculadas a la aprobación de los Parlamentos». Los miembros se autodesignan, igual que en los antiguos regímenes coloniales, «como gobernadores y, al igual que los directores, no tienen que rendir cuenta alguna frente a la opinión pública».
No le faltan razones en este caso al antiguo militante de la extrema izquierda alemana.
Miguel Romero, el admirado e imprescindible maestro de Viento Sur, recordaba oportunamente que «el Nobel de la Paz comparte con el de Economía un historial en el que abundan atribuciones en las que las que la obediencia del jurado a la ortodoxia imperante se impone hasta al sentido del ridículo» [3]. Romero recuerda los casos de Kissinger, el más recientemente a Obama, y el del año 1976, tres años después del salvaje y criminal golpe de Estado de Pinochet («y cuando sus Chicago boys arrasaban vidas y derechos del pueblo de Chile»), al doctor Milton Friedman, el autor de Ensayo de Metodología [4].
Si lo pensamos fríamente, si la calma nos fuera posible, veríamos que se le ha vuelvo a premiar. A él y a su escuela. Esta vez con un Premio de una Paz llena de sufrimiento, de injusticias, de desesperación incluso, y, como ha señalado personas tan prudentes y temperadas como Juan Torres López y Vicenç Navarro, de terrorismo financiero. ¡Una nueva y sangrante paradoja para incluir en el ya aléfico libro de la historia universal de la infamia!
Notas:
[1] Antonio Cuesta, «Gobierno griego y troika discrepan por millonaria deuda bancaria». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=157491
[2] http://elpais.com/elpais/2012/09/26/opinion/1348650071_389535.html
[3] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=157544
[4] Sacristán elogiaba el ensayo metodológico de MF, al tiempo que señalaba: «de un ser como Friedman, para mi odioso».
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