En las elecciones municipales celebradas en Reino Unido el 1 de mayo la victoria del partido conservador fue contundente. Ganaron con un voto agregado del 44%, relegando a los laboristas a una tercera posición, con el 24% de los votos, por detrás del partido de los liberales-demócratas. En Londres esta victoria fue especialmente significativa : el […]
En las elecciones municipales celebradas en Reino Unido el 1 de mayo la victoria del partido conservador fue contundente. Ganaron con un voto agregado del 44%, relegando a los laboristas a una tercera posición, con el 24% de los votos, por detrás del partido de los liberales-demócratas. En Londres esta victoria fue especialmente significativa : el alcalde Ken Livingstone, figura mítica de la izquierda británica, fue derrotado.
La caída Ken ‘El Rojo’ es altamente simbólica. Para muchos, su figura representaba el último bastión de poder de la izquierda del laborismo. Enfrentado diametralmente a Tony Blair y Gordon Brown, Livingstone ha sido el máximo artífice del concepto de un Londres multicultural, orgulloso de sus minorías étnicas y defensor de las clases más desfavorecidas. La derrota de Livingstone se ha producido tras una inusual e intensa campaña en que su principal oponente, Boris Johnson, parecía tener el beneplácito de los medios de comunicación británicos, incluidos aquellos que le eran naturalmente adversos. Estos últimos siguieron de manera sospechosamente pueril las gracietas del calificado por esos mismos medios «payaso» Boris, quien gracias a una suerte de estrategia del despropósito, declaración tras declaración, fue ganando paulatinamente presencia mediática ante la mirada atónita de la izquierda social. Sentencias como, por ejemplo : «Los negros me hacen gracia con su sonrisa de sandía», en una ciudad con una importante presencia africana y afro-caribeña, fueron divulgadas hasta la extenuación durante un relativamente corto período de tiempo. Lo suficiente como para acostumbrar, saturar y finalmente adormecer la indignación del votante de Londres desconcertado y tradicionalmente pasivo ante una figura casi simbólica, la de alcalde de la capital, cuyas competencias han sido limitadas sistemáticamente desde el poder central británico. Mientras tanto, el British National Party, partido nacionalista de corte marcadamente racista, ha conseguido aprovechar el caldeado ambiente político para arrancar un puesto en la asamblea de Londres.
El aplastante triunfo de los conservadores en las municipales de todo el Reino Unido apunta además hacia una eventual victoria del partido de Margaret Thatcher en los próximos comicios generales de 2010.