Recomiendo:
1

Puerto Rico

Los chinos de la Carretera Central

Fuentes: 80grados

Por décadas muchos han sido los libros de historia que mencionan a los confinados chinos que llegaron a Puerto Rico a trabajar en la construcción de la Carretera Central. La misma que muchos hemos transitado y conocemos, esa que conectó a San Juan con Ponce pasando por Río Piedras, Caguas, Cayey, Aibonito, Coamo y Juana Díaz.

La Carretera Central, o Carretera Número 1, fue la única vía del plan general de carreteras que se completó antes del cambio de soberanía en 1898.[1] La Carretera Número 1 ha sido catalogada por muchos como una de las mejores carreteras en el hemisferio americano para su época.[2] Sin embargo, por años, el dato sobre los confinados chinos y su labor en esta gigantesca obra solo estuvo allí, sin más ni menos explicación, información, ni detalle.

¿Por qué llegaron confinados chinos a Puerto Rico y de dónde? Estos confinados chinos llegaron de Cuba. A pesar de que China es una de las civilizaciones más antiguas del mundo y una de las culturas científicamente más avanzada, durante el siglo XIX cayó en desgracia y casi perdió su soberanía ante los países europeos. Una serie de guerras y circunstancias llevaron al declive del gigante asiático. Regiones europeas como Gran Bretaña, que mediante la introducción del opio, endrogaban, embrutecían y esclavizaban a sus habitantes, tomaron el control de gran parte del territorio chino e indirectamente de su gran y pobre población. Población que crecía descontroladamente y que no tuvo más alternativa que buscar trabajo en otras regiones del mundo.

De esa manera muchos chinos emigraron y se convirtieron en trabajadores contractuales. Un sistema en donde el trabajador emigraba temporalmente a otro país a través de la firma de un contrato. En el contrato se estipulaban las condiciones del trabajo, tales como: el tiempo, la paga y los beneficios que recibiría. Así, comenzó indirectamente la trata amarilla, bajo el disfraz de un sistema voluntario, temporero y remunerado. Tan solo en el periodo de 1847 a 1873 se estima que llegaron más de 500,000 de estos trabajadores chinos a América, sin saber qué era América, dónde quedaba con exactitud, ni lo que el destino le depararía una vez allí; mucho peor, sin conocer el idioma. Muchos de estos chinos llegaron a regiones donde se requerían trabajadores.  La cantidad de chinos que llegó a Cuba como trabajadores contractuales -o sea, como sustitutos de los esclavos africanos- fue sorprendente.

Los contratos que estos chinos voluntariamente firmaron como trabajadores contractuales quedaron en papel y teoría, muy pocos hacendados cubanos tuvieron la voluntad de cumplirlos. En muchos casos la convivencia entre trabajadores contractuales chinos y esclavos africanos produjo rencillas y serios conflictos. Aunque a los chinos se les pagaba, fueron maltratados, particularmente en Cuba; fueron tratados como esclavos. Muchos no aguantaron la vida de violencia y sometimiento que llevaban; reclamaron sus derechos y denunciaron el maltrato, pero no fueron escuchados. Al no existir justicia para ellos, al no tener dónde acudir para reclamar los acuerdos, muchos tomaron la ley y venganza en sus manos. Cometieron actos de homicidios contra el abuso de poder, asesinaron a sus mayorales, contramayorales, hacendados y negros.  Fue tan negativo el ambiente imperante dentro del sistema de trabajadores contractuales chinos que la venganza y violencia se convirtió en la única forma de sobrevivencia.

El confinamiento fue la consecuencia inmediata del levantamiento y sublevación de los trabajadores chinos ante su maltrato en Cuba. Muchos de estos fueron condenados por homicidio a diez años de presidio ultramarino, o sea fuera de Cuba, con varios años de retención adicional y con la cláusula de que no podrían regresar a esa isla.

Aunque en Puerto Rico se intentó, nunca se implementó el proyecto para introducir trabajadores contractuales chinos que tanto éxito tuvo para los cubanos. Sin embargo, de 1865 a 1880 a Puerto Rico llegaron sobre 350 chinos de Cuba, no como trabajadores contractuales, sino como confinados, todos por el delito de homicidio. ¿Qué hicieron en la Isla? Más de una tercera parte murió aquí siendo aún confinados, mientras que otra tercera parte logró su libertad y se quedaron a vivir en Puerto Rico.

El 1 de agosto de 1865 llegó a Puerto Rico el primer grupo de confinados chinos.[3] Ya no eran los mismos campesinos que habían firmado contrato en China. En Cuba se les había cambiado el nombre. Por ejemplo, Hachin quien era natural de Cantón y firmó su contrato en 1860 al llegar a Cuba fue llamado Alejandro. De esa manera los confinados chinos que llegaron a Puerto Rico tuvieron nombres tan comunes como José, Juan, Antonio y Pedro, entre otros.  Algunos nombres fueron acompañados por una clasificación de apellido: Primero, Segundo o Tercero, dependiendo de cuántos había con el mismo nombre en la hacienda que los contrató.  De tal forma que, se encuentran como nombres comunes los José Primero, los Alejandro Segundo y los Benito Tercero. Así mismo, si al llegar al presidio de Puerto Rico, existía un confinado chino con el mismo nombre, entonces se le añadía la clasificación numeral según el caso, para distinguirlo del que ya se encontraba.  ¿Cómo se acostumbra uno a que lo llamen diferente a como fue nombrado?  ¿Acaso el nombre no es parte de la identidad?  Más aún, ¿con qué nombre habrán muerto?

Además de su nombre, su identidad física también se había transformado. Las marcas y cicatrices traídas por los confinados chinos evidenciaron la forma en que fueron tratados. Por ejemplo, Juan Tercero al llegar al presidio de Puerto Rico tenía dos grandes cicatrices sobre el mollero del brazo derecho y otras dos en la parte de atrás del cráneo.  Alejo Quinto llegó con una cicatriz en el lado izquierdo de la frente y varias en la espalda. Justiano fue descrito con tres cicatrices en el cráneo, mientras que Feliciano llegó con las dos orejas cortadas. Estos trabajadores chinos, ahora confinados, llegaron marcados por la violencia y el maltrato al que fueron expuestos en Cuba. Sus cuerpos fueron la evidencia más clara de los abusos a los que fueron sometidos.

Entre las aportaciones de los confinados chinos en Puerto Rico, se suele destacar su labor en la Carretera Central. Los chinos estuvieron repartidos entre las brigadas 1, 2 y 3; entre los llegados después de 1879 unos pocos fueron asignados a la 4ta brigada. En su mayoría, los chinos trabajaron en el trayecto de Coamo, Aibonito, Cayey y Caguas. Incluso, según sus expedientes, algunas de estas brigadas parecen haber estado compuestas solamente de chinos.[4]

Ante la falta de personal para las labores de la Carretera Central y debido a su excelente trabajo, muchos confinados chinos fueron trasladados entre las diversas secciones del proyecto.  Sobre los trabajos realizados por los confinados chinos, el ingeniero Enrique Gadea, director Interino de Obras Públicas para aquel entonces, señaló que soportaban los trabajos más fuertes, que eran una raza hábil, inteligente y capaz de hacer toda clase de trabajos manuales, toda vez que para ellos no había dificultad invencible.

Muchos confinados chinos sufrieron lesiones por el duro trabajo al que fueron expuestos. Algunos quedaron mutilados al trabajar con la pólvora que fue utilizada para destruir y remover las piedras. Quienes quedaron inválidos fueron enviados al presidio o a la galera.[5] Por ejemplo, el 15 de julio de 1880, luego de trabajar por ocho años en las labores de la Carretera Central, Juan Francisco regresó a la galera declarado inútil para dichos trabajos.  Hoja histórica-penal del confinado Juan Francisco en caja 15, expediente 563. En Archivo General de Puerto Rico, Serie Justicia, Fondo Confinados.  Igualmente ocurrió con Antero, luego de seis años en las labores de la Carretera Central, el 28 de agosto de 1879, fue declarado inútil para dichos trabajos. ((Hoja histórica-penal del confinado Antero en caja 16, expediente 661. En Archivo General de Puerto Rico, Serie Justicia, Fondo Confinados.))

Según Juan E. Castillo, la habilidad de los chinos también quedó demostrada en la labra de la sillería usada en la construcción del puente de Coamo, donde realizaron un excelente trabajo sin tener práctica ni experiencia en esa clase de obra.[6] Cabe destacar cómo algunos confinados chinos llegaron a trabajar hasta 14 años en estas labores. Ingenieros españoles continuamente señalaron cómo los confinados chinos fueron pieza fundamental para la construcción de las secciones más difíciles de la Carretera Central. Sin embargo, hay que señalar y reconocer que también realizaron otras tareas. Algunos trabajaron en la construcción del Faro de Culebrita, en el tendal de Ladrillos en Ponce; así como, en obras de mejoras en los pueblos de Arecibo, Cataño y Río Piedras. Otros confinados chinos se caracterizaron por realizar trabajos de jardinería en los alrededores de la capital. Pero sus vidas como confinados en Puerto Rico fueron aún más complejas de lo que pensamos.

Una noche, Antonio, quien era natural de Macao, desertó del islote de Río Viejo donde se hallaba empleado en la lancha de ese establecimiento. Para escapar hirió gravemente al cabo de vara Joaquín Troncoso, encargado de la embarcación, quien murió como consecuencia de las heridas. Seis días más tarde Antonio fue capturado en las inmediaciones de Cangrejos y fue encerrado en uno de los calabozos del Castillo del Morro, donde sufrió la pena de muerte en garrote vil.

Otro ejemplo es el de Federico Primero, quien le causó varios inconvenientes a las autoridades. Desertó de los trabajos de la Carretera Central desde Aibonito. Se fugó desde el Barrio Toíta de Cayey.  “Es de mucho castigar durante los trabajos de la Carreta Central”, enfatiza su expediente penal. Robó una lata de manteca, por lo que le añadieron tres meses y un día a su condena previa. También fue castigado con doce azotes, por haberse inferido intencionalmente una herida en la mano izquierda. Evidentemente, a Federico no le gustaba su trabajo en la Carretera Central.

Otro caso particular e interesante fue el del confinado chino Ambrosio; quien el 13 de noviembre de 1872 ingresó al presidio provincial de Puerto Rico. El 24 de mayo de 1880 desertó de los trabajos que realizaba en Ponce. Casi cinco años después, fue capturado en la isla de Vieques, utilizando el nombre de “Lila López”. Como consecuencia se le aumentó su condena cuatro años, 10 meses y tres días, mismo tiempo que permaneció prófugo.

Antonio Primero fue castigado con azotes por robarle dinero al mayor 2do jefe mientras se desempeñaba como cocinero en su casa. Al confinado chino Sotero, se le impuso cumplir dos meses adicionales a la condena impuesta en Cuba por la falsificación de sellos. El 29 de abril de 1881, el capitán de la 3ra brigada notificó que, el confinado chino Benito le robó a su paisano Leandro Segundo una onza de opio ya cocido.

Sin embargo, en algunas ocasiones se reconocieron los méritos. Felino Primero, Fernando Cuarto y Lucas fueron ascendidos a cabo 2do. Los confinados José y Prudencio fueron propuestos para el galón de distinción por su buena conducta.

Para algunos confinados chinos, Puerto Rico fue su destino final. Unos murieron de tuberculosis, enteritis crónica, anemia cerebral, elefantiasis, diarrea crónica y fiebre perniciosa.  Muchos de estos confinados chinos se bautizaron cuando estaban a punto de morir y se alejaron de Confucio. Algunos fueron enterrados en el Cementerio Santa Rosa cerca del presidio. Otros confinados chinos no aceptaron el bautismo y fueron fieles a sus creencias religiosas hasta su lecho de muerte. En el cementerio de Coamo se destinó un área específica para aquellos chinos que no renegaron de su fe. Varios casos fueron muy trágicos, como el de Crisanto quien murió días antes de salir en libertad. Otros como Pantaleón y Eliseo optaron por suicidarse.

Aunque la mayoría de las condenas impuestas a los confinados chinos fueron de 10 años con 2 adicionales de retención, la realidad fue que la mayoría estuvo más tiempo. Algunos llegaron a pasar más de 20 años en el presidio de la Isla. Los últimos en salir se beneficiaron del conflicto entre España y Estados Unidos en 1898. Como consecuencia del cambio de soberanía, el gobierno español agilizó los procesos para sacar a muchos de los confinados. Para ese año, aún quedaban cuatro confinados chinos en el presidio, quienes se beneficiaron de la última amnistía del gobierno español y salieron en octubre de 1898.

Una tercera parte de los confinados chinos terminaron de cumplir su condena en Puerto Rico después de aguantar años de abusos y discrimen. Una vez cumplieron su condena, la mayoría se quedó en Puerto Rico. Una gran parte eligió la capital como lugar de residencia, otros optaron por establecerse en Río Piedras, Ponce, Cayey y Coamo, entre otros pueblos. Los menos optaron por regresar a Cuba.

Algunos confinados chinos, al lograr su libertad, se quedaron en la Isla y establecieron bodegas y fondas de comida.  Como la fonda de la calle Tanca #11, donde unos chinos vendían comida y constantemente se reportaban escándalos. Igualmente, en febrero de 1891 el individuo José Martínez, alias el Indio, fue encarcelado por haber pedido dos platos de comida en la Fonda del Chino y después de haberlos consumido se dio a la fuga sin pagar. Algunos chinos al lograr su libertad se dedicaron a trabajos de jardinería, por lo cual devengaban unos centavos al día.  Otros no corrieron con la misma suerte, por lo que, al ser liberados decidieron quedarse a vivir en el mismo presidio y trabajar allí como cocineros. Algunos al morir son descritos como pobres de solemnidad.

Estando libres, muchos lograron establecer vínculos familiares, se casaron y tuvieron hijos. De seguro hay varias historias de amor que se pueden contar de ellos. En el censo de 1910 el joven de 18 años Antonio Segundo se identificó de padre chino. Caso similar al de Petrona Primero Calderón, mulata de Santurce.

La simplicidad y sencillez con que se construye la identidad puertorriqueña requiere más atención. Ya basta con la trillada trilogía de indios, africanos y españoles; esa construcción encajonada debe ser dejada atrás de una vez y por todas. Nuestra identidad racial y cultural, al igual que la de muchos caribeños, es más compleja de lo que pensamos. ¿Será casualidad que en cada barrio o sector de nuestra Isla viva alguien apodado “El Chino”?

La historia de los chinos que llegaron a Puerto Rico como confinados es única y particular. Y a la larga, es eso lo que nos distingue y hace diferentes de otros pueblos y de otras culturas. Lo que aquí les comparto sobre los confinados chinos en Puerto Rico son historias reales, no ficticias, nada fáciles de construir y que van más allá de la fantasía y la imaginación.

Notas:

  1. Véase, Aníbal Sepúlveda Rivera, Puerto Rico Urbano. Atlas histórico de la ciudad puertorriqueña. San Juan, P.R.: Carimar, 2004, 4 volúmenes; Jesús Martín Ramos, Las comunicaciones en la isla de Puerto Rico (1850-1898). San Juan, P.R.: Academia Puertorriqueña de la Historia, 2006.
  2. Guillermo A. Baralt, Una de cal y otra de arena: panorama histórico de la construcción en Puerto Rico, 1493-2004. San Juan, P. R.: Asociación de Contratistas Generales de América, Capítulo de Puerto Rico, 2008. Véase también a Trumbull White, Puerto Rico and the People. New York: Frederick A. Stockes Company, 1938, p. 119.
  3. Ante la necesidad de mano de obra para la Construcción de la Carretera Central, muchos confinados de Cuba llegaron para estas labores. Véase María de Los Ángeles Castro, La Construcción de la Carretera Central en Puerto Rico. Tesis de Maestría, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, Departamento de Historia, 1969.
  4. En varios expedientes se hace alusión a que el confinado pertenecía a la brigada de chinos. Como tal, se entiende que algunas de estas brigadas, quizás la 2 y 3, eran mayormente o exclusivamente de confinados chinos.
  5. Miguel Meléndez Muñoz, Cuentos de la Carretera Central. Río Piedras, P.R.: Cultural Puertorriqueña, Inc., 1982, pp. 23-25.
  6. Juan E. Castillo, “La Carretera Central” en Revista de Obras Públicas de Puerto Rico. Año VI, número 72, diciembre 1929, p. 318.

José Lee Borges posee un doctorado en Filosofía con especialidad en Historia de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Es profesor de historia y humanidades en varias Universidades.

Fuente: https://www.80grados.net/los-chinos-de-la-carretera-central/