A veces son las pequeñeces lo que distingue a una campaña electoral. En diciembre, pocas semanas antes de las elecciones al parlamento de Baviera, en su capital Munich, se cometió un acto violento de graves consecuencias: dos jóvenes atacaron en una estación del metro a un pensionado y lo hirieron gravemente. Lo que al principio […]
A veces son las pequeñeces lo que distingue a una campaña electoral. En diciembre, pocas semanas antes de las elecciones al parlamento de Baviera, en su capital Munich, se cometió un acto violento de graves consecuencias: dos jóvenes atacaron en una estación del metro a un pensionado y lo hirieron gravemente. Lo que al principio parecía un caso para la Brigada de Investigación Criminal, se convirtió en un asunto político en pocos días. Debido a que los dos autores del delito eran naturales de Turquía y Grecia, los cristiano-democrátas comenzaron una campaña racista, la cual desplazó toda discusión programática con los adversarios políticos.
En este caso no importa si la violencia en las ciudades ha aumentado o no. Los políticos del campo conservador exigen al unísono «la expulsión de Alemania de extranjeros criminales».
El debate sobre un supuesto problema de violencia ocasionado por emigrantes se extendió rápidamente a las campañas electorales en Hesse, Baja Sajonia y Hamburgo. Sólo a pocos observadores les llamó la atención que el eslogan ¡»Fuera los extranjeros criminales»! proviene del neofascista Partido Nacionaldemócrata Alemán (NPD). El adjetivo «criminal» se añadió porque el eslogan anterior «extranjeros fuera» se prohibió en el año 2001. Entonces un tribunal había decidido que dicho lema «es idóneo para incitar al odio a otras personas y para exhortar a actos arbitrarios o violentos contra partes de la población «.
No es casualidad que el populismo de derecha haya encontrado coyuntura en los actuales procesos electorales de cuatro de los 16 estados federados alemanes. Desde hace dos años, el Partido de la Unión Democratacristiana de Alemania (CDU) y el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) dirigen juntos el gobierno federal. Es por eso que en las campañas electorales, los dos partidos tienen que crear presuntos diferencias para poder movilizar a los votantes.
En el primer tiempo de la «gran coalición» apenas se reconocen las diferencias entre ambos partidos. Ambos han impuesto recortes en la política social y laboral. Se han disminuido numerosas prestaciones sociales en oposición a la masiva resistencia de los sindicatos.
Esto tuvo sus consecuencias. Ya algunos meses antes de la última elección al Parlamento alemán, se había fundado en el oeste de Alemania un nuevo partido de izquierda a inicios de 2005. La «Alternativa de elección Trabajo y Justicia Social» (WASG) estaba compuesta al principio por miembros del Partido Socialdemócrata Alemán decepcionados y sindicalistas, los cuales no querían seguir apoyando el giro a la derecha de los socialdemócratas. A mediados del año pasado, la joven agrupación se fusionó con el «Partido del Socialismo Democrático» (PDS), el cual estaba establecido sobre todo en el este de Alemania. La nueva organización se llama simplemente «La Izquierda» y actualmente se está convirtiendo en la tercera fuerza política de Alemania, detrás de los socialdemócratas y de los democratacristianos.
Sobre todo el SPD está en aprietos. Después de años de política neoliberal, este partido, además de haber perdido apoyo de su clientela tradicional, tiene una competencia directa en el nuevo partido de izquierda. Su presidente Oskar Lafontaine fue durante mucho tiempo miembro de la junta directiva del Partido Socialdemócrata y ministro de Hacienda del mismo. Él es hoy uno de los críticos más agresivos de los socialdemócratas alemanes para exigir el abandono de la política neoliberal de los años pasados. A nivel internacional busca apoyo para Cuba y propaga el «Socialismo del Siglo XXI» discutido en Venezuela.
En la actualidad su partido mantiene una tendencia creciente con 8,5% por delante de los «Verdes» y de los «Liberales».
El verdadero problema entonces lo tienen los socialdemócratas. Con un 30 por ciento han alcanzado una baja histórica a nivel nacional, de la cual no saldrán, mientras que ejerzan una política contra su propia base debido a la presión de su socio de coalición.
Los democratacristianos entretanto pescan sin pudor los votos de la derecha. La campaña xenófoba fue iniciada por el presidente del land de Hesse, Roland Koch, el cual pertenece al Partido Democratacristiano y es un político que siempre estuvo en el margen derecho de su partido.
A finales de 2003 había apoyado a un político local, el cual se había postulado para un escaño en la Cámara Baja del Parlamento alemán con el eslogan «Trabajo Familias, Patria». El lema traducido literalmente proviene del régimen de Vichy de Francia, el cual había respaldado a los ocupantes nazis alemanes en los años cuarenta. El responsable político entretanto ha abandonado «voluntariamente» su partido, el CDU, mientras Roland Koch no solamente está bien arriba en el escenario político, sino que incluso se maneja como posible candidato a la presidencia de Gobierno para las elecciones de 2009.
Las cuatro elecciones al Parlamento del land a finales de enero y comienzos de febrero son por ello carreras de prueba para el futuro político en Alemania. Si Koch se impone, el populismo de derecha en Alemania también se establecerá. Tal evolución estaría dentro de la tendencia europea. También en Austria, Suiza y Bélgica, las campañas de extrema derecha contra los extranjeros han tenido éxito, porque de esta manera pudieron distraer de los verdaderos problemas sociales después de décadas de política neoliberal.
Esta evolución también es discutida por los conservadores alemanes. Los críticos del populista de derecha Koch temen que la búsqueda de votos racistas fracase y que parte de la clase media culta cambie a los socialdemócratas en vista del giro a la derecha. Esto sería desastroso en el caso de una participación del 40 por ciento de los votos.
Al menos igualmente importante es la evolución de la izquierda. Por primera vez desde la prohibición del Partido Comunista de Alemania en 1956 y desde el derrumbe de la República Demócrata de Alemania, la RDA, en 1989, con el partido «La Izquierda», vuelve a existir en Alemania un proyecto socialista. Según encuestas actuales, el partido entrará en los cuatro parlamentos de estos land en las venideras elecciones regionales. Entonces el éxito está garantizado.
Solamente queda pendiente la pregunta de cómo se desarrolla la joven agrupación en cuanto al contenido, pues también en «La Izquierda» hay una tendencia a la participación en el Gobierno. Por ello ha sufrido a nivel regional el dilema, al cual se ven expuestos los socialdemócratas a nivel nacional: con la participación en el Gobierno se abandonó la programática de izquierda en beneficio de una «política en especie». Sobre todo las asociaciones del occidente de Alemania de la «Alternativa de elección Trabajo y Justicia Social» insisten en una estrategia que se acerca más cerca a los sindicatos y con ello a la base, pues el efecto corruptor del poder ya lo han experimentado en el Partido Socialdemócrata.