‘Respecto al programa de armas nucleares, Irak ha intentado reiteradamente en los últimos años hacerse con tubos de aluminio de alta calidad, aptos para enriquecer uranio. Además ha intentado hacerse ilegalmente con stocks de este mismo mineral.’ José María Aznar en el debate del Congreso de los Diputados (5 de marzo de 2003). La guerra […]
‘Respecto al programa de armas nucleares, Irak ha intentado reiteradamente en los últimos años hacerse con tubos de aluminio de alta calidad, aptos para enriquecer uranio. Además ha intentado hacerse ilegalmente con stocks de este mismo mineral.’ José María Aznar en el debate del Congreso de los Diputados (5 de marzo de 2003).
La guerra de Estados Unidos contra Iraq y su invasión ha tenido muchas víctimas. Las principales están allí, pero también hay unas víctimas colaterales que, desde mi punto de vista, han sido insuficientemente resaltadas.
Nos referimos a las relaciones de confianza que el amigo americano tendría con sus homólogos europeos. Y si se están restañando las heridas desde el punto de vista político y militar, véase la política seguidista de los aliados europeos en otros escenarios como Afganistán o la sumisión a la política estadounidense en sus relaciones con el ocupante israelí y el embargo al ocupado palestino, desgraciadamente es porque hay unos vínculos ideológicos entre los gobiernos europeos y estadounidense por encima de la razón y de la coherencia.
Porque si bien a estas alturas hay un cierto consenso de que la guerra fue hecha por motivos espurios, ya sea el petróleo o por un cálculo estratégico de destruir Iraq como potencia regional antinormalizadora del estado israelí, primera pieza del puzzle del Nuevo Gran Oriente Medio, y que se falsificaron ‘pruebas’ y se forzaron argumentos increíbles o se dio credibilidad interesada a otros en función del objetivo de invadir a Iraq, aunque no estuvieran apoyadas por los servicios de información y si en conjeturas ‘académicas’ de las fundaciones y task force neocons y de los mercenarios pagados por las propias administraciones angloestadounidenses, no se han sacado o no se quiere trasladar a las opiniones públicas las conclusiones políticas pertinentes.
Y esto es así, porque si en su día el entonces Presidente Aznar transmitió, como un fiel loro, los argumentos que se le suministraban por parte de sus amigos Blair y Bush como apoyo al ataque angloestadounidense a Iraq, aderezándolos con planteamientos de éxito personal, partidario o de los logros que dicha política podría alcanzar al conjunto del Estado por nuevas inversiones de las trasnacionales estadounidenses, una vez comprobado que eran falsos los ‘argumentos’, mendaces y con ánimo de engaño a la opinión pública y los dirigentes de todas las naciones, se deberían sacar conclusiones sobre la bondad de tener este ‘amigo’ americano.
Al revelarse ‘ahora’ que esas ‘pruebas’ estaban amañadas, podrían ser un elemento que invalidase ‘ahora’ el apoyo de ciertos dirigentes internacionales, pero que demostrase la buena fe de algunos. No por supuesto la del ex Presidente Aznar dado que su anterior sobreactuación (y su no arrepentimiento) le colocan como un bufón del imperialismo, con el consuelo crematístico de ser un conferenciante pagado de la maquinaria propagandística de Murdoch y del circuito específico de los neocons y reaccionarios.
Pero esto, en cambio aclarar las cosas, debiera enturbiar completamente las relaciones políticas de los Gobiernos euro-estadounidenses, de antes y de ahora.
Porque las Administraciones de EEUU y del Reino Unido engañaron -apoyada por los medios de comunicación- a la población estadounidense y británica para lanzarse a una guerra y a la invasión de Iraq ilegal, injusta y criminal. Pero engañaron o lo intentaron con el resto de los Gobiernos y de las poblaciones.
Esta cuestión moral, reiteradamente hecha por diversas administraciones, lógica en la teoría de los juegos, de que por el interés nacional se puede engañar a un tipo de aliado sumiso, al ‘amigo’, propia de una estrategia unilateralista, reiteradamente hecha y que va desde un planteamiento de forzar guerras, buscar aliados coyunturales (o estables como con los países de la OTAN) pero rechazar el control de sus comportamientos o su posible enjuiciamiento por parte de un Tribunal Penal Internacional, es decir, la búsqueda de la impunidad. Como también a la utilización de las Bases Militares en el resto de los países como apoyos logísticos para bombardeos; el secuestro y la desaparición del habeas corpus de Guantánamo, ECHELON, etc. Todo esto debiera, por lógica, hacer replantearse, si hubiera coherencia, la ‘amistad’ de los países y gobiernos europeos con el amigo americano. Porque no se tendrían los mismos valores, ni una común comprensión de la amistad.
Como, por el contrario, aún conociendo todos estos extremos y otros muchos no enumerados, los Gobiernos europeos, de derechas o socialdemócratas, hacen la vista gorda ante esas tropelías, exceptuando el hito del enfrentamiento puntual del comienzo de la invasión y ocupación de Iraq -después han vuelto las aguas a su cauce-, debemos pensar que los lazos ideológicos de apoyo a esa impunidad consentida o sumisión querida para granjearse una ‘amistad’ dependiente son muy fuertes y que las diferencias públicas son señuelos gaseosos para confundir a sus parroquias y opiniones públicas sobre su independencia y compromiso con la verdad o la justicia.
Esta falta de coherencia estratégica de las democracias europeas y de sus gobiernos, populares y socialdemócratas, impide que exista el ‘sujeto’ europeo y se convierta en una tramoya del poder de las trasnacionales que usurpan la democracia y el poder estadounidense.
(www.nodo50.org/csca)