A París se la conoce con el sobrenombre de «ciudad de la luz»; no obstante, existen zonas de sombra y opacidad que no aparecen ni en los planos urbanos ni en las guías turísticas. Homeless; personas sin domicilio fijo (SDF); personas sin techo; personas errantes que transitan solas por las calles, buscando un lugar y […]
A París se la conoce con el sobrenombre de «ciudad de la luz»; no obstante, existen zonas de sombra y opacidad que no aparecen ni en los planos urbanos ni en las guías turísticas. Homeless; personas sin domicilio fijo (SDF); personas sin techo; personas errantes que transitan solas por las calles, buscando un lugar y un tiempo para poder reinventar su futuro; clochards expulsados del paraíso y mendigando en una isla deshabitada… Son los axiomas del neoliberalismo que ataca dos de las divisas proclamadas durante la revolución: igualdad y fraternidad.
Dicen que una mariposa aletea en Wall Street y sus efectos perversos se acusan en casi todo el mundo. Podemos encontrarnos cada día a la misma mujer en la misma entrada del metro, portando un enorme fardo y sus múltiples traumatismos, tanto personales como sociales, y no pasa nada. Esa mujer errante no es una mariposa, es una SDF.
Estamos en el corazón de la Europa de la fuerza y la pujanza económica, idolatrada por economistas liberales que denuncian las políticas igualitarias del Estado-providencia. A un tal Friedrich A. Hayek le otorgaron el premio Nobel de Economía en 1974 «por sus trabajos pioneros en la teoría del dinero y de las fluctuaciones, y por su penetrante análisis de la independencia de los fenómenos económicos, sociales e institucionales». Evidentemente, Hayek no fue el creador de los Restaurants du Coeur (comidas para personas indigentes). El humorista Coluche fue el fundador de la asociación humanitaria Restos du Coeur. Coluche no recibió ningún premio Nobel.
En el Estado francés el derecho a la vivienda está garantizado por la Ley Besson de 31 de mayo de 1990, constituyendo «un deber de solidaridad para el conjunto de la nación». Sin embargo, este derecho no se aplica de manera real y efectiva. En 2002, la Fundación Abbé Pierre estimaba en tres millones el número de personas viviendo en malas condiciones habitacionales, aunque el parque de viviendas vacantes se eleve a dos millones y la especulación y la burbuja inmobiliaria estén a la orden del día.
Siendo ministro de Interior, Sarkozy era partidario de desalojar manu militari las viviendas okupadas. Para ganar las elecciones presidenciales, el candidato de la UMP no cesaba de oponer las personas perceptoras de prestaciones sociales («asistidas», en el lenguaje de la derecha) a la «Francia trabajadora que se levanta temprano».
El que fuera presidente de Emaús de Francia, Martin Hirsch, fue nombrado por Sarkozy Alto Comisario para las Solidaridades Activas contra la pobreza. Hirsch forma parte de un gobierno que quiere consagrar la doctrina de la réussite, que consiste en preconizar el elitismo salvaje y depredador, el retorno del individuo vencedor y el mito de la sociedad sin clases. Hirsch propone reemplazar el RMI (Revenu Minimum d’Insertion), que perciben más de un millón de familias, por el RSA (Revenu de Solidarité Active). ¿El comienzo del fin de una utopía igualitaria?