El término «falso-positivo» surge científicamente de las disciplinas del estudio humano. Se emplea para definir algo a lo cual se le ha asignado una condición o status que no le corresponde. Tal es así en la estadística, para adjudicar a una hipótesis la categoría de nula cuando no la tiene, en la informática en el […]
El término «falso-positivo» surge científicamente de las disciplinas del estudio humano.
Se emplea para definir algo a lo cual se le ha asignado una condición o status que no le corresponde.
Tal es así en la estadística, para adjudicar a una hipótesis la categoría de nula cuando no la tiene, en la informática en el análisis de virus por software cuando se asigna erróneamente esa categoría a un archivo que no lo es, en la medicina en los análisis de sangre en los cuales buscando una bacteria se encuentra en su lugar otra, etc.
Los medios de comunicación social de Colombia emplearon ese término para llamar a los casos que se develaron en el 2008 de civiles inocentes asesinados por la fuerzas del orden del Estado, a los cuales se había atribuido falsamente la denominación de «terroristas» con el fin de cobrar las recompensas ofrecidas por sus muertes, como parte de las políticas de gobierno de Alvaro Uribe.
Se puede establecer -análogamente- que los casos «falsos-positivos» se materialicen inclusive en la política, tal como viene ocurriendo en el proceso electoral del Perú.
En éste, causa extrañeza y malestar que «falsos-positivos» líderes políticos peruanos como Pedro Kuczinsky y Alejandro Toledo, pese a la contundente derrota electoral sufrida por el neoliberalismo en el Perú, sigan presumiendo lo que no es.
Que de rechazados se sientan aclamados, de perdedores se crean ganadores y que de personajillos transeúntes de la política criolla, se presuman líderes del pueblo peruano.
Aduciendo ser «paladines» del quehacer político nacional en vez de fracasados emisarios electorales del sistema neoliberal con falso arraigo popular, ahora pretenden imponer condiciones a los candidatos ganadores que pasaron a la segunda ronda electoral -Humala y Fujimori-.
En el caso del «falso-positivo» Toledo, que en su gobierno se ungió con la imagen soberana del Inca Pachacutec (el mejor gobernante del Estado Inca) para la servil entrega de la nación en manos de del gobierno imperial de George Bush hijo -EE.UU.-, desde su correo «twitter» intenta seguirse atribuyendo un falso protagonismo en el proceso, del que fue descartado por carencia de liderazgo.
A través de ese medio ha manifestado «no votaré ni por Humala ni por Keiko Fujimori», intentando establecer que su opinión será la que seguirán unos supuestos «liderados» sólo existentes en su imaginación ó en su ilusa necedad.
En el caso del «falso-positivo» Pedro Pablo Kuczinsky («PPK»), la situación es mucho más grave.
La primera señal de continuar inmerso en esa categoría, es seguir mostrándose ante la opinión pública tal como lo que no es: «peruano».
Al respecto se puede mencionar lo que juristas y medios de comunicación han llegado -en positivo- a demostrar a la saciedad, que el mencionado Kuczinsky es un ciudadano de nacionalidad estadounidense que se imputa falsamente la ciudadanía peruana.
Su denominación correcta debía ser entonces «ex candidato estadounidense del proceso electoral peruano» ó «ex candidato presidencial extranjero invitado por la ONPE».
Participó en el proceso electoral con aval de esa Oficina -sufragada por USAID- en representatividad del Departamento de Estado del gobierno de los EE.UU. -por su nacionalidad-, a cargo de una organización de fachada electoral a la que denominó «Alianza Por el Gran Cambio» -en vez de «alianza por la continuidad»-.
Esta «asociación» que fue creada específicamente para sostener su candidatura y para establecer una opción más que atomice al electorado en pro del neoliberalismo, pese a sus fines subalternos, logró alcanzar parte de sus objetivos con representantes congresales electos.
En ella interpretando bien su rol teatral, el «falso-positivo» Kuczinsky se pretende «líder político», cuando en realidad por designio de su gobierno solamente es el «gerente» de esa «asociación comicial».
Pese a su nacionalidad extranjera, su distancia con las auténticas aspiraciones de la nación, y la naturaleza de sus propios intereses económicos que responden a los del sistema -en el que es añejo servidor-, ha insistido en seguir mostrando un falso «liderazgo peruano» -con el que no cuenta-.
Con desparpajo ha expresado que «pensará con serenidad en cómo orientará las voluntades ciudadanas de sus seguidores» de cara a la segunda vuelta -refiriéndose a «endosar votos»-.
Pero el foráneo candidato -ó la Embajada de su país en el Perú- no tuvo mejor ocurrencia una vez perdió en la primera vuelta, que formular un documento con el que intentaba manipular los idearios de los candidatos ganadores, al que llamó con el eufemismo «Pacto por el Perú».
Este que más parece un «Acta de Sujeción del Candidato Ganador a los Designios de los EE.UU.» fue presentado por Kuczinsky a los rivales que lo derrotaron -Humala y Fujimori-, conteniendo seis puntos de imposición a un continuismo del sistema neoliberal y a la obligación del país a tutelar los intereses del sistema, a cambio de los cuales «endosaría» unos hipotéticos votos al candidato que aceptare el pacto.
A pesar de la mascarada en la cual se originaba el «falso-positivo» documento, la obsecuente candidata neoliberal Keiko Fujimori, procedió céleremente a firmar el mencionado ‘pacto estadounidense’ agregándole dos puntos más de su sello para hacer entrever su originalidad, hecho que permite avizorar cuál sería su derrotero político caso fuere electa presidenta -más si su padre dio apertura al sistema-.
En tanto el candidato Humala que se negó a firmar el ‘pacto con el neoliberalismo’, manifestó que los requerimientos de éste «ya estaban consignados en la plataforma política de su partido que es la del Perú» -no rechazándolo de plano quizá por estrategia de campaña-, con lo que también se conoce su proceder en cuanto a sujeciones y presiones indirectas de emisarios imperiales.
La actitud del impostor extranjero que se mofa de la soberanía del Perú -«el falso-positivo» Kuczinsky-, hace reafirmar en el electorado contar al menos con una razón de fondo, para cambiar la Constitución dictatorial formulada por Alberto Fujimori en 1993 que dio cabida -requisitos para ser presidente del Perú-, a la absurda pretensión del militante del partido republicano de EE.UU.
Su desfachatado accionar en la política peruana también está haciendo pensar seriamente a los ciudadanos, en las palabras de campaña vertidas -quizá emotivamente- por el candidato Humala sobre la necesidad «de jubilar a toda la clase política peruana corrupta», en la que el «outsider» norteamericano posee un sitio preferente también.
En su persona se conjuga la variable histórica adicional que complementa al «falso-positivo» perfecto: de ex candidato a la cárcel durante el gobierno de Juan Velasco (en 1968) por delitos de lesa patria y colusión para delinquir, a flamante (2011) ex candidato electoral a la presidencia del Perú durante el gobierno de Alan García.
Contradicciones de la lógica ó putrefacción del sistema, solamente el lector elige la definición.
Nosotros optamos simplemente por «falso-positivo».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.