En Francia, el movimiento de los «gilets jaunes» (chalecos amarillos) está dirigiendo sus dardos al corazón mismo del Capitalismo, en su exigencia por la creación de una nueva sociedad y de una nueva economía. De hecho, es un «movimiento horizontal», con lo cual ha tirado por la borda a la lucha sindical, a la de […]
En Francia, el movimiento de los «gilets jaunes» (chalecos amarillos) está dirigiendo sus dardos al corazón mismo del Capitalismo, en su exigencia por la creación de una nueva sociedad y de una nueva economía.
De hecho, es un «movimiento horizontal», con lo cual ha tirado por la borda a la lucha sindical, a la de los partidos políticos, y a la elección de «representantes», elementos claves de una Democracia Representativa que no solamente no cuestiona sino que, al contrario, apoya la existencia de las desigualdades socio-económicas.
Los «gilets jaunes» están señalando, con toda claridad, que la creación de un nuevo mundo pasa por el cambio de modelo socio-económico. De lo que se trata es de sentar una nueva base socio-económica que permita, precisamente, instalar una sociedad con organizaciones horizontales que remplacen a las actuales organizaciones centralizadas, verticales y, por consiguiente, corruptas y lejos de los intereses de las grandes mayorías. En suma, es un enfrentamiento frontal a la Democracia Representativa, baluarte del Capitalismo.
Como respuesta al movimiento de los gilets jaunes, los poderes fácticos, a través de los «representantes del pueblo», de los medios de comunicación, y del mismo Presidente de la República, tratan de orientar el accionar de los chalecos amarillos hacia una discusión alrededor de los impuestos. ¿Por qué pretenden imponer a los gilets jaunes que los problemas serán resueltos a través de nuevos y mejores impuestos, o de un nuevo sistema de imposición tributaria?
Para comprender esta nueva forma de engatusar a la gente, y de desviar el objetivo central de la lucha de los chalecos amarillos, es necesario comprender, primero, qué significa «desigualdad socio-económica» y, segundo, cuál es el origen y cuáles son los límites de la imposición tributaria con relación a las desigualdades socio-económicas.
La pobreza de muchos y la riqueza de muy pocos es una de las manifestaciones de la desigualdad socio-económica. Ella es el resultado de una forma bien precisa de organización socio-económica, en donde la Repartición Individualista es la pieza clave, la misma que perdura en el tiempo a través de la propiedad privada y de la herencia.
La Repartición Individualista es un mecanismo instalado en el corazón de la actividad socio-económica, mediante la cual, quien detiene el control del acto económico se apodera del 100% del resultado neto (ganancias) de la actividad económica.
De donde, la desigualdad socio-económica no es el fruto de un esfuerzo, físico o intelectual, de las personas. Es el resultado de una decisión de sociedad mediante la cual, de buen grado o a la fuerza, la sociedad acepta que la totalidad del esfuerzo de un pueblo, presente y pasado, sea apropiado por quien maneja el acto económico; es decir, por un puñado de personas.
El ejemplo más claro y reciente lo tenemos en el año 1532, en donde los invasores españoles se apropiaron, sin que les cueste un solo centavo, la totalidad de la riqueza de los pueblos originarios del Tawantinsuyo. Y, desde entonces, son sus descendientes y los nuevos millonarios, quienes tienen la casi totalidad no solamente del valor agregado por los pueblos presentes y pasados del Tawantinsuyo, sino también la casi totalidad de los activos generados en el correr del tiempo, y los recursos naturales que albergan los predios invadidos.
Como se podrá apreciar, la riqueza de algunos y la pobreza de muchos es producto de una decisión socio-económica tomada por todo un pueblo, mientras que el salario más elevado de un trabajador con respecto a otro, es la expresión de una diferencia socio-profesional, del mayor o menor número de horas trabajadas, o de las diferentes habilidades y competencias de cada uno de ellos.
Y el campo de acción de los sindicatos es solamente ese, el de mejorar los salarios y las condiciones de trabajo de los asalariados. No tiene por objetivo la eliminación de las desigualdades socio-económicas, como la pobreza y el desempleo. De facto, la lucha sindical se convierte en un buen defensor del statu quo; es decir, sin manifestarlo, la lucha sindical es reformista. Dicho más claramente, acepta sin discusión la existencia del Capitalismo, expresión de la Repartición Individualista en una economía de mercado..
Y este no es el sentir de los gilets jaunes. Y es por ello que no aceptan tener «representantes» ni que los sindicatos o partidos políticos se conviertan en sus «defensores». El sentir profundo del movimiento de los gillets jaunes es el de la eliminación de las desigualdades socio-económicas. Ellos luchan por instalar un nuevo modelo socio-económico que apunte a eliminar, en primera instancia, la pobreza y el desempleo. Buscan una sociedad en igualdad de oportunidades.
Eh ahí por qué, tanto los sindicatos como los partidos políticos, los medios de comunicación, y el propio Presidente de la República, realizan esfuerzos por orientar a los chalecos amarillos hacia la discusión y solución de sus exigencias a través de un manejo tributario. Y para entender este juego malsano comencemos por comprender el espíritu de la tributación y hasta dónde pueden llegar sus efectos benéficos.
Recordemos que el Capitalismo, en términos precisos, es la Repartición Individualista en una economía de mercado. Y la Repartición Individualista facilita que la totalidad del resultado de la actividad económica sea apropiada por quien maneja el acto económico. Es decir, en el Capitalismo, incluso los salarios de los trabajadores le pertenecen. Y si los salarios se pagan a los trabajadores-asalariados es simplemente porque el patrón no tendría al día siguiente quien maneje sus máquinas, ya que todos los asalariados estarán muertos de hambre.
Y es por ello justamente que los patronos realizan toda clase de triquiñuelas para que la masa salarial sea la más baja posible, a fin de que la masa de ganancias sea la máxima posible. Una prueba, la más reciente, la tenemos en la decisión de Emmanuel Macrón, «elegido por el pueblo francés» que, no bien instalado como Presidente de la República decide eliminar el impuesto a la fortuna; es decir, se olvidó de quienes lo eligieron para dar más dinero a los que ya tienen de sobra.
En esta disputa sindical, o simplemente reformista, entre la supervivencia del trabajador y el enriquecimiento sin límites de quien detenta el poder económico, y siempre conservando intacta la Repartición Individualista, los pobres como los ricos han encontrado una solución de compromiso. Tanto los unos como los otros acuerdan constituir una masa de dinero que permita ir en socorro de las familias sin ingresos monetarios, de personas sin trabajo, enfermos y, por qué no, de los que tienen salarios tan bajos que no les alcanza para cubrir sus gastos vitales de la semana o del mes.
A esta masa de dinero, fundamentalmente constituida a partir de impuestos aplicados a los unos y a los otros, se ha convenido en llamarla Presupuesto Público de la Nación. Una masa de dinero manejada directamente por el Presidente de la Republica y los «representantes del pueblo» que no son otros que los representantes de las grandes empresas multinacionales; es decir, los representantes de quienes financiaron sus millonarias campañas electorales. En corto, el Presupuesto Público está administrado por los representantes del Capitalismo.
En estas condiciones, ¿cómo esperar que las desigualdades socio-económicas sean resueltas por los que viven y disfrutan de las desigualdades socio-económicas? Más aún, ¿cómo pretender resolver las desigualdades socio-económicas a partir de impuestos, si ellos no cuestionan en ningún momento la Repartición Individualista, generadora de las desigualdades socio-económicas? Al contrario, la pretendida solución de los problemas a partir de impuestos es, simplemente, aceptar y consolidar la existencia y perduración de las desigualdades socio-económicas, generadas por la Repartición Individualista.
A lo sumo, y es esto lo que ha venido ocurriendo desde el inicio del Capitalismo, se lograrán algunos aumentos salariales y mejoras en el cuadro de vida, pero el mecanismo que origina la dicotomía pobreza / riqueza, así como el desempleo, quedará indemne.
En definitiva, el aumento o la disminución de una tasa impositiva no cuestionan, en lo más mínimo, al mecanismo de la Repartición Individualista, generadora de las grandes desigualdades socio-económicas.
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