El socialista confesó el mes pasado que tenía un problema con el dinero y las mujeres. El director del FMI temía «un golpe bajo» de la derecha para acabar con él
El escándalo del presunto intento de violación atrapó a Dominique Strauss-Kahn en plenas maniobras de reaterrizaje en la política francesa, donde todos lo veían como la gran estrella de la carrera presidencial. Y durante las tres últimas semanas de delicadas operaciones, DSK como es conocido en el país vecino, aconsejado por un ejército de spin doctors, intentó curarse en salud. En una entrevista al diario Libération a finales de abril reconoció que sus puntos débiles eran el «dinero», «las mujeres» y lo que él llamó «judaidad».
Libération rescató ayer la entrevista, realizada durante una estancia de Strauss-Kahn en París cuando, desde lo alto de su poltrona de director gerente del FMI en Washington, decía que Francia, «vista desde aquí, es pequeña y está lejos» . DSK afirmó entonces que se temía «uno de los golpes bajos de Claude Guéant», actual ministro de Interior.
Dijo, además, que como posible candidato presidencial, reconocía sus «puntos débiles», y temía ser objeto de una manipulación del tipo «una mujer violada en un parking, a quien se le prometen 500.000 o un millón de euros para que invente tales historias» .
Casado con una millonaria
El «dinero» es el auténtico punto débil de Strauss-Kahn. No es que él en persona sea multimillonario. Más bien responde al cliché francés de un hijo de las clases medias, detectado en las altas escuelas e impulsado de inmediato hacia los gabinetes y los Ministerios. Pero su esposa, Anne Sinclair, sí es multimillonaria. Experiodista con ansia de poder y de control, Sinclair pasó décadas al frente de las principales emisiones informativas de la televisión privada TF1.
Sinclair ha puesto la fortuna de su familia al servicio de la carrera de su marido. Y DSK en ningún momento ha rechazado esos parabienes y ese confort. Ni siquiera para poder certificar la autenticidad de su compromiso con el Partido Socialista .
DSK ha ido tejiendo una densa red de contactos en el mundo de los negocios y financias, además de en la prensa nacional e internacional. El primer escándalo de dinero estalló a finales de abril, cuando le fotografiaron en un Porsche.
Pero Strauss-Kahn estaba amenazado por más revelaciones: sobre las condiciones en las que habría adquirido, gracias a la familia real marroquí, un lujoso riad en la medina de Marrakech. Y también estaba amenazado por la posible resurrección de sus nexos con el caso Elf, de corrupción y compra de armas, que salpica al conjunto de la clase política, importantes empresarios y a buena parte del alto funcionariado público francés desde hace casi tres décadas.
En cuanto a «las mujeres», DSK siempre se ha jactado de ser «un gran seductor» , y en los últimos meses, cuando sus consejeros de comunicación intentaban cambiar su imagen de izquierda caviar, incluso intentaron convertir ese aspecto de su personalidad en comedia. Pero los rumores que corren por París no son tanto los de un seductor divertido, como los de un individuo un poco obseso, altanero desde su inmenso prestigio, capaz de estar seguro de haber seducido por el mero hecho de que una mujer esboce una sonrisa.
Otro caso por violación
La periodista francesa Tristane Banon hizo saber ayer que iba a presentar una querella contra DSK por una agresión sexual, presuntamente perpetrada en 2002. La mujer ya lo había contado por televisión en 2007. Como la regla del secreto sobre la vida privada de los políticos en Francia es muy estricta, el nombre de DSK fue ocultado bajo el manto del secreto.
La alusión a la «judaidad» hecha por DSK es un gran latiguillo clásico en Francia, pero es mentira. Es falso que alguien le reproche sus orígenes judíos, como nadie se los reprocha al presidente Nicolas Sarkozy o, en su día, a Bernard Kouchner. La mejor prueba de ello, en el caso de DSK , es que ha sido diputado y alcalde de Sarcelles, periferia del norte de París donde nada es posible sin el voto de las familias musulmanas de origen magrebí y africano.
Pero lo que sí temía DSK es otra cosa, diferente de la «judaidad»: temía que se rescatara, durante la carrera presidencial francesa, una vieja entrevista en la que reconocía sentir fidelidad obligada hacia el Estado de Israel . La connivencia con una potencia extranjera, sobre todo cuando se trata del conflicto palestino, es algo que se paga caro en elecciones en Francia. Strauss-Kahn, clamando de antemano ser víctima por su «judaidad», intentaba curarse en salud mediante una amalgama.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.