«Siempre visualizo al Che como un adelantado, luchando contra el dogmatismo y el quietismo, en un proceso revolucionario como el cubano que había alcanzado su poder precisamente por medio de decisiones radicales, con un proyecto autóctono muy nuestro y expresión de lo más avanzado en el largo camino por el que tuvimos que transitar para […]
«Siempre visualizo al Che como un adelantado, luchando contra el dogmatismo y el quietismo, en un proceso revolucionario como el cubano que había alcanzado su poder precisamente por medio de decisiones radicales, con un proyecto autóctono muy nuestro y expresión de lo más avanzado en el largo camino por el que tuvimos que transitar para obtener nuestra soberanía», expresa en esta entrevista la doctora en Ciencias Históricas e investigadora cubana María del Carmen Ariet, coordinadora científica del Centro de Estudios Che Guevara.
Conocida mundialmente por ser quien organizó y ejecutó la investigación socio-histórica que finalizó con el hallazgo, en 1997, de los restos del Che y de sus compañeros de la guerrilla en Bolivia, Ariet expone el alcance continental de las ideas guevarianas: «Muchas de sus posiciones y acciones llevadas a cabo dentro de la realidad cubana se convirtieron en tácticas y estrategias pensadas también para que sirvieran de experiencias a procesos revolucionarios futuros y con similares características al nuestro».
Ariet demuestra que en el pensamiento del Che se encuentran las claves de ese mundo, mejor y posible, al que tantos aspiramos: «No nos damos cuenta de que el tiempo se nos agota y que se hace necesario y casi urgente abogar por un cambio de correlación de fuerzas en el planeta que permita una organización más humanizada del acceso a los recursos de manera igualitaria, unas relaciones económicas más flexibles y abiertas entre las principales regiones del mundo y la creación de instituciones políticas que representen los intereses sociales a escala mundial».
María del Carmen Ariet es autora y de los libros Pensamiento político de Ernesto Che Guevara, Pensamiento del Che y Lecturas y reflexiones sobre el Che. Ha compilado y prologado libros como Justicia Global; América Latina, despertar de un continente; Punta del Este; Che Guevara presente; Apuntes críticos a la economía política; El socialismo y el hombre en Cuba; Notas de viaje y Otra vez, muchos de ellos ediciones del Proyecto editorial Che Guevara, desarrollado por el Centro de Estudios Che Guevara y las editoriales Ocean Press y Ocean Sur.
Reconocida como una de las personas más conocedoras de la vida y la obra de Ernesto Che Guevara en el mundo, la investigadora accedió amablemente a conversar sobre el libro Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965), antología que reúne los conceptos esenciales del pensamiento guevariano sobre la construcción del socialismo en Cuba a través de discursos y escritos del Che, ordenados cronológicamente. Estas reflexiones que emanan del debate, la polémica y su «asombrosa» proyección de futuro, resultan fundamentales no solo para comprender, sino para emprender los nuevos caminos de transformación social que, aunque sustentados en un auténtico pensamiento socialista y marxista, tienen el reto de no excluir lo autóctono de cada proceso, cada lugar, cada cultura.
En estos tiempos, una antología que exponga tales retos se convierte en un valioso documento histórico, en una mirada crítica al presente y una formidable luz hacia un futuro por el que se lucha más que nunca en Latinoamérica. De estos y otros temas conversamos con María del Carmen Ariet.
¿Qué importancia le concede al hecho de que, precisamente en estos tiempos de cambio en América Latina, aparezca un libro como Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965), que contiene el núcleo de lo que fuera para el Che el socialismo en Cuba?
-En estos tiempos, después de años inciertos, de retrocesos y de nuevas búsquedas en los movimientos revolucionarios y sociales, se percibe como una necesidad casi obligada de que todas esas fuerzas de avanzada reconstruyan las nuevas alternativas de poder bajo una mirada escrutadora del legado histórico dejado por procesos que, como el cubano, apostaron por una transformación radical y consecuente de sus estructuras de dominación, signada por el socialismo y enfrentada a un agresivo poder hegemónico imperialista.
Esas pudieran ser razones suficientes para conocer una experiencia histórica, revolucionaria y transgresora, que por sus particularidades y dinámica propia consiguió ser referente casi obligado de los movimientos de liberación que desde las regiones más atrasadas del mundo se plantearon alcanzar sociedades más humanas y dignas. Sin embargo, existen razones más abarcadoras que no se ciñen a las enunciadas y que tienen que ver con la validez y la necesidad del surgimiento de nuevos proyectos de cambio que, como Cuba, se planteen como alternativa la vía socialista como parte de un nuevo orden mundial, conscientes de los errores y dificultades por los que transitó el denominado «socialismo real», pero por encima de todo ello sabedores de que solo mediante una acertada transición socialista, sin calco ni copia -como pedía Carlos Mariátegui-, se podrá enfrentar un poder omnímodo como el actual, capaz de hacer desaparecer al mundo con tal de no perder su poderío.
Pensemos brevemente en las dimensiones por las que transitó el Che en su carácter de actor revolucionario y de pensador, y se verá con claridad su trascendencia al dejar sentado un análisis crítico del imperialismo y el capitalismo con un involucramiento activo, sumado a sus reflexiones en torno a la transición socialista. Son, a no dudar, principios activos en la política revolucionaria contemporánea que nos permiten plantearnos múltiples estrategias y tácticas, aun cuando él era consciente de las variaciones históricas y de la contextualización de determinadas posiciones y acciones que debió asumir en su tiempo.
En el plano particular, ajustándonos al contenido del libro, y teniendo en cuenta lo expresado anteriormente, aunque su estructura se diseñó con el objetivo de ordenar el cuerpo teórico y práctico de lo expuesto por el Che en años tan decisivos de la transición socialista en Cuba (1961-1965), es importante remarcar que su sólida formación teórica y política, su dedicación y entrega al proyecto revolucionario cubano, y su experiencia adquirida como dirigente de la Revolución cubana en sus vínculos con los países socialistas, los partidos comunistas del mundo y con los dirigentes de los principales movimientos de liberación de su época, se conjugan para entregarnos un legado que representa un nexo obligado para los futuros cambios que debían producirse en el mundo».
«MAYÚSCULA AMÉRICA»
Siempre he pensado que su pensamiento y su obra miraban hacia el futuro con la experiencia del presente sin ataduras ni dogmas, con el espíritu puesto en un quehacer mayor, en el que participaría lo más avanzado de la humanidad toda y, sin lugar a dudas, en ese espacio América Latina ocupaba un lugar preponderante en sus aspiraciones de alcanzar un verdadero proyecto de cambio en el continente.
En el caso de Latinoamérica, si alguien estaba preparado para percibir un futuro de cambios era el Che, porque demostró su sentido de pertenencia desde que en épocas tempranas de su juventud fue atrapado por esa «Mayúscula América», de la que nunca quiso salir por voluntad propia, y a la que le entregó lo mejor de sí. Es cierto que sus tesis más avanzadas apuntaban hacia la unidad tricontinental y de lucha global, pero nunca dejó de ser un actor principal en la región al vislumbrar una América integrada, apta para enfrentar las transformaciones a partir de los procesos revolucionarios que necesariamente se debían asumir como parte de los caminos de la lucha contra el poder del capital, basados en el surgimiento de un nuevo hombre, donde primara la solidaridad y la justicia social como base de la plena emancipación humana, lo que renueva el contenido moral en la política.
Esos enunciados por sí solos hablan permanentemente y para todos los tiempos de la herencia dejada por el Che y que estamos en la obligación ética de conocer y estudiar no solo como punto de partida, sino como ejes y principios que mantienen un valor per se en los nuevos espacios de poder y en los que surgirán sin dudas de ningún tipo, porque no se puede perder de vista que la perspectiva revolucionaria del Che se sitúa en la lucha de todos y entre todos por cambiar el mundo».
A su criterio, ¿dónde radica la validez del pensamiento del Che sobre la transición socialista para la realidad cubana actual?
-El «asombro» ante la vigencia de los «llamados» del Che sobre la transición socialista se debe esencialmente a que existe, en general, un desconocimiento de su papel en Cuba sobre el difícil reto que significó asumir el socialismo, la multiplicidad de sus responsabilidades y el tremendo esfuerzo que realizó para teorizar sobre muchos de los problemas que existían y se debatían en torno a los modos y maneras de cómo realizar la construcción socialista.
A ello habría que sumarle elementos vitales para entender la magnitud de la empresa, porque muchas de sus posiciones y acciones llevadas a cabo dentro de la realidad cubana se convirtieron en su caso en tácticas y estrategias diseñadas no solo para la realidad de nuestro país, sino que fueron pensadas también para que sirvieran de experiencias a procesos revolucionarios futuros y con similares características al nuestro, si se tiene en cuenta además los problemas que desde esa época se manifestaban en los países socialistas y que con tanta exactitud pronosticó, muy a su pesar.
Como podrás darte cuenta, estamos hablando de una suma de factores en extremo complejos, que por sí solos generaban y motivaban la polémica y el debate, porque se ubicaban no solo en cómo ejecutar, sino en cómo repensar el socialismo en un contexto específico, lo que constituía para muchos una osadía y peor una herejía, olvidándose, como ha afirmado Alfredo Guevara, del carácter revolucionario del hereje.
Siempre visualizo al Che en esa época como un adelantado, luchando contra el dogmatismo y el quietismo, en un proceso revolucionario como el cubano que había alcanzado su poder precisamente por medio de decisiones radicales, con un proyecto autóctono muy nuestro, expresión de lo más avanzado en el largo camino por el que tuvimos que transitar para obtener nuestra soberanía.
En ese proyecto, pensado y defendido por nuestra vanguardia revolucionaria, encabezada por Fidel y su liderazgo indiscutible, el Che fue un factor relevante porque llega a nosotros después de transitar y conocer profundamente la realidad lacerante de nuestro continente y de haberse decidido por el camino de la revolución, ya para esa época con un apellido: socialista. Con eso quiero indicar que nadie más preparado que el Che para impulsar un proyecto tan radical como el cubano, apoyado además en su preparación teórica marcada por la filosofía y en particular por el marxismo y su filosofía de la praxis, componentes que constituirían la columna vertebral de su pensamiento y acción.
Aunque expuesto a grandes rasgos, lo anterior es en extremo importante para convertir el reto de la transición en un reto de cada uno de nosotros por conocer y entender el verdadero legado del Che acerca de la transición socialista y por qué fue el centro de sus ideas y posiciones más preclaras.
Afirmaciones como el marxismo creador del Che y dentro de ello el papel central que tenía que desempeñar el hombre, juzgadas como una de sus mayores contribuciones, se adentran precisamente en el plano de cómo y de qué forma se debía enfrentar una revolución socialista, convencido de que no se produce mecánicamente, sino que como premisa esencial debe ser construida por medio de la actividad humana y donde la transformación de la conciencia es parte inseparable del proceso, aspectos que a su juicio se habían relegado no solo de la terminología marxista imperante en los países socialistas y su consiguiente vulgarización de categorías teórico-políticas -olvidándose de premisas esenciales desarrolladas por Marx-, sino además por su comportamiento e involución que provocaron la crisis y la restauración paulatina del capitalismo.
«explica por qué para el Che la transición no podía verse como un esquema lineal, tenía necesariamente que transitar hacia un cambio total y abarcador de todas las dimensiones de la existencia humana y su base no podía apoyarse restrictivamente en una socialización económica, sino que tenía que concebirse en su sentido sociológico y político como un proceso simultáneo».
RETOS PARA TODO PROCESO NUEVO
Si analizamos detenidamente los discursos y escritos seleccionados en el libro que presentamos, más allá de contextos específicos y hechos puntuales que no alcanzaron un desarrollo sistemático, en todos se percibe la esencia de sus posiciones conceptuales y prácticas en un esfuerzo extraordinario por dejar una síntesis teórica de las cuestiones cruciales de la transición referidas a Cuba, marcadas por la acción humana como el centro y en la que se inserta la conciencia, la organización disciplinada y la claridad ideológica como lo verdadero y auténticamente transformador y revolucionario, encaminado a un proceso de emancipación de los individuos válido para cualquier movimiento socialista a escala mundial, pero sin perder su carácter nacional, más allá del internacionalismo y la solidaridad política y sobre todo con la advertencia de que cada proceso debe asumirse a partir de sus realidades y de la decisión colectiva para encontrar sus vías: recuerden su prevención de que no todo había que copiarlo ni era válido y que se debían encontrar las especificidades propias.
Aun cuando el tiempo no le alcanzó para sistematizar su pensamiento por la urgencia de la lucha, el hecho de dejar esclarecidas ideas y acciones emanadas de la práctica cotidiana, nos acerca a un modelo propio de socialismo a alcanzar y que abarca un proyecto de nación que debe construir un nuevo ser humano con una nueva ética, afianzada en una educación masiva del pueblo capaz de generar un proyecto de consenso libertario con la intervención consciente de las masas en contra del autoritarismo, de la burocracia y las brechas que pudieran abrirse entre la dirigencia y el pueblo, poniendo en riesgo el proyecto.
Por eso no faltan las definiciones esclarecedoras sobre el socialismo, ahí está su fórmula de producción más conciencia, que apunta a hacernos entender que el socialismo tiene que demostrar su superioridad, pero nunca con herramientas melladas del capitalismo, hay que producir no solo para entregar bienes materiales al pueblo, cuestión de hecho vital, pero hay que insistir en su esencia consciente donde el hombre sea capaz de entregar lo mejor de sí, como la obligación moral que nos corresponde a cada uno como deber social. No debemos olvidarnos cuando nos advierte que el hombre debe transformarse conjuntamente con la producción, porque de nada nos vale que fuéramos productores de artículos y no fuéramos a la vez productores de hombre.
Si esos ejes son analizados bajo el prisma de la realidad cubana actual, después de cincuenta años de revolución, tamizados por nuestros propios problemas y errores internos, así como la traslación de los de carácter externo copiados del llamado modelo soviético, sin lugar a dudas sorprende la exigencia y el rigor del ejemplo y las enseñanzas dejadas personalmente por el Che para transitar por una sociedad heredera de una conciencia del pasado muy difícil de destruir, pero que se puede transformar si entre todos luchamos por alcanzar una plena democracia participativa, conscientes de nuestras responsabilidades y deberes mediante la disciplina y la autoridad que emana de una dirección que se involucra en el trabajo y la vida cotidiana y que enseña dando ejemplo, no por decreto o mandato, con una organización del trabajo como base de la productividad, requisito indispensable para el desarrollo económico del futuro y para desterrar el capitalismo.
Por supuesto, en su actuar está presente una práctica ética que marcó su influencia política no a partir del engrandecimiento individual, sino por su concepto de la ética de la política que lo condujeron, en el plano interno, a enfrentar críticamente a la burocracia, al sindicalismo y a todo el pensamiento sectario, a defender a un partido capaz de ejercer funciones en lo interno y en lo externo, al conjugar la acción política y su acción educativa para obtener un nivel más alto de cultura general para sus cuadros en su funcionamiento democrático y participativo con el objetivo de eliminar la corrupción, la doble moral, la economía burocrática y no socializada y la demagogia.
Es cierto que llegar a alcanzar todo esto no ha sido ni es tarea fácil, cuesta años de sacrificio y trabajo, de avances y retrocesos, de incomprensiones y dudas, pero aunque yo no lo alcance a ver recuerdo al Che cuando miraba hacia ese futuro y nos expresaba que alguna señal queda de lo que hicimos «en ese bello edificio que estamos empezando a construir» y que esa es la recompensa de un verdadero revolucionario.
Siguen siendo retos para todo proceso nuevo que surja al estar obligados a barrer con un pasado donde la dominación imperial y las relaciones de clase permanecen en el centro de las disputas políticas. Concebir una estrategia de lucha integral, la conquista del poder político, la hegemonía del poder apoyada en un amplio consenso y la creación de una sociedad nueva son problemas difíciles y no existen recetas para solucionarlos, pero hay experiencias que indican la importancia de la ética en el socialismo y la formación de hombres que asumen los nuevos proyectos, porque sin socialistas no puede haber socialismo».
¿Cree usted que se asumen el pensamiento y la ética del Che en el actual mundo individualista y enajenado en que se vive?
-Creo que la enumeración última puede ayudarnos a entender por qué en un mundo enajenado, consumista y en crisis, muchas banderas se enarbolen con la imagen del Che como el símbolo tangible de la rebeldía. Pudiera pensarse que muchos lo asumen por agotamiento y lógica, ávidos de asirse a algo que los aleje del abismo en que se encuentran prisioneros de un sistema que cada día en su devenir profundiza las desigualdades e impide la capacidad de los pueblos y naciones para actuar y poder construir un proyecto social alternativo y anticapitalista.
¿Se podrá transitar por ese proceso?, ¿se podrá luchar conscientemente contra la explotación económica y la dominación política y cultural? Son preguntas que desesperanzadoramente muchos no se hacen o quizás no se hacían, porque los tiempos de crisis nos catapultan a posiciones impensadas. De pronto ese poder omnímodo que emana de los centros de poder del capitalismo actual y que definen el marco en que opera la ley del valor que rige en el mundo, se nos presenta como el eje del mal que nos anula y limita en nuestros espacios naturales, imponiendo una jerarquía más desigual que ninguna otra por las que se ha transitado.
¿Podemos, queremos y es posible construir un proyecto alternativo y humanista, socialista por demás, a pesar de los errores y dificultades por las que transitaron experiencias anteriores? La pregunta muchas veces se diluye, no se enfrenta o se pasa por alto, y no nos damos cuenta que el tiempo se nos agota y que se hace necesario y casi urgente abogar por un cambio de correlación de fuerzas en el planeta que permita una organización más humanizada del acceso a los recursos de manera igualitaria, relaciones económicas más flexibles y abiertas entre las principales regiones del mundo y la creación de instituciones políticas que representen los intereses sociales a escala mundial.
Aunque también parezca asombroso, todos esos indicadores fueron expuestos y analizados por el Che en tribunas internacionales en esos años decisivos de los sesenta y pasados por alto -al no avenirse a los intereses y estrategias de los que estaban en el deber de sustentarlos-, sin embargo todo nuevo proyecto está en la obligación de reconstruir los valores universales desvirtuados por el capitalismo e intentar modelar una política de desarrollo que responda a las necesidades de la mayoría, contra la discriminación, contra las desigualdades y la dependencia de las naciones, que luche por frenar el deterioro del planeta, por acabar con la explotación económica, la opresión política y la dominación cultural mediante la socialización del saber y que su razón de ser y su fin último sea crear un hombre nuevo más avanzado y mejor, capaz de luchar por la igualdad, la justicia social, la dignidad humana y la defensa de sus derechos. Ahí está, con una total validez, su ensayo mayor El socialismo y el hombre en Cuba, síntesis preclara de lo que afirmamos y que cumplirá cuarenta y cinco años de haberse publicado en marzo del próximo año, al que estamos comprometidos a volver una y otra vez y a divulgarlo y estudiarlo en fecha tan especial.
Sin dudas, el compromiso es de todos sin distinción, porque estamos frente a una disyuntiva impostergable. En particular a «las izquierdas» les corresponde interrogarse a sí mismas, buscar espacios perdidos, avanzar y unirse a la resistencia que se levanta y enfrenta el pensamiento único. Yo estoy convencida, aunque parezcan adversos los tiempos, de que el Che y todos los que han contribuido con su pensamiento y acción a marcarnos los caminos de la lucha por la emancipación de la humanidad, mantienen su validez en los cambios que obligatoriamente se vislumbran y no solo en los por venir, ahí están los países del ALBA y sus presidentes dando un ejemplo de dignidad y soberanía y de plena continuidad con el legado histórico de Bolívar, Martí, el Che y Fidel».
En un entorno mundial donde la información se monopoliza por los grandes centros de poder y son difíciles las iniciativas contrahegemónicas, ¿cómo valora el Proyecto Editorial Che Guevara?
-Si asumimos el contenido de las afirmaciones anteriores, creo hoy más que nunca en un proyecto editorial como el que desde el Centro de Estudios Che Guevara y la Editorial Ocean Sur se han propuesto desarrollar en torno a la vida y la obra del Che.
Es real y asfixiante el poder de la información monopolizada por los grandes centros de poder, pero también es cierto que a pesar de las dificultades y limitaciones materiales, a partir de los avances tecnológicos empleados también por nosotros -muy a su pesar-, se están abriendo espacios alternativos que ganan en credibilidad y afianzan las iniciativas contrahegemónicas basadas en un principio marxista y guevariano: la transformación de la conciencia como precepto inseparable de los cambios estructurales.
Es imprescindible asumir a Gramsci cuando reafirmaba la necesidad de un cambio total que abarcara la política, la cultura, las relaciones sociales, la ideología, entre otros factores sustanciales, como concepción estratégica y revolucionaria de la lucha. Si no se lucha por su obtención no alcanzaremos el poder hegemónico ni seremos capaces de construir una nueva sociedad bajo los signos rectores de la filosofía de la praxis, y en esa línea de pensamiento y acción el Che ocupa un espacio indiscutible que es necesario divulgar para acabar con «los asombros», sin magnificarlo ni hacerlo extraterrenal.
La obra del Che parte de los años de su formación política con ejes temáticos y disciplinas insoslayables desarrolladas en su etapa de madurez intelectual, esta última vinculada esencialmente a su actividad práctica como dirigente de la Revolución cubana. Existe entre esas etapas una continuidad teórica y aunque se realiza en un breve tiempo el resultado es muy coherente, al irrumpir como un teórico de la revolución mediante una obra dinámica que contiene una dialéctica del cambio y una concepción estratégica, expresión cualitativa de su marxismo creador.
En ese espíritu renovador y crítico es que se ha asumido el ordenamiento de su obra, avalado por un proceso investigativo y de rescate de documentos inéditos invaluables, para ofrecer un producto lo más acabado posible de su trayectoria revolucionaria y de su pensamiento, que nos acerca actualmente a la edición de más de dieciséis títulos, que abarcan desde la recuperación de la memoria histórica hasta los más polémicos y sugerentes, en total consonancia con los tiempos actuales de fuertes debates y definiciones necesarias».
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