Arrebatan a los ciudadanos los regalos preelectorales mucho antes de que lleguen a ofrecérselos. Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín
En año electoral el gobierno de Rusia intenta siempre suavizar la indignación de la gente, provocada por sus políticas, con distintos regalos. En esta ocasión, en la antesala de las elecciones a la Duma, como acostumbran, los medios progubernamentales nos empiezan a calentar la oreja sobre lo bien que vamos a vivir en el 2011.
Juzguen ustedes mismos. En febrero, las pensiones contributivas subirán en un 8%. En abril, las pensiones sociales, no contributivas, lo harán también en un 8%. Y en el transcurso del año se planea incrementar las no contributivas hasta el 9,1%.
Incluso el salario mínimo, que no sufría ninguna subida desde enero de 2009, ha prometido el primer ministro subirlo. Naturalmente, será durante el segundo semestre, cuando las elecciones estén cerca, y de un modo modesto: de los actuales 4330 rublos a los 4600. Es decir en un 6,2%.
Por supuesto que incluso contando con la estadística oficial, que arroja en 2010 una subida en la cesta de la compra del 8,8%, regalos como estos no es que alegren demasiado. En modo alguno compensan la escalada de precios que fustiga al gabinete de Putin.
El gobierno cada año establece un incremento, para nada justificado, de precios y tarifas para la producción y servicios de los principales monopolistas. Y lo hace además a una velocidad dos o tres veces superior que los tiempos que ellos mismos calculan para la inflación. No creo que haya que explicar hasta que punto es nociva para la economía esa política y cómo la preocupación por los gigantescos beneficios de los oligarcas se refleja en el poder adquisitivo de los ciudadanos.
Pero no queda ahí la cosa. Aquello que consumen los ricos, el gobierno se esfuerza en abaratarlo. Por ejemplo ha suprimido los aranceles para la gasolina para los vehículos de lujo, para los carísimos aviones privados, adquiridos en el extranjero, en los que pasean por Europa los ciudadanos acaudalados, etc.
Por contra, todo lo que consumen los pobres, que componen la mayoría de la población de Rusia, se grava indiscriminadamente con todo tipo de impuestos y exacciones. Por eso tras esas cifras medias de inflación se oculta un cuadro nada atrayente. Todo lo que adquieren los ricos apenas encarece, mientras que todo lo que compran los pobres, por contra, es a unos precios desbocados.
La Organización regional de Volgogrado «Sociedad defensora de los intereses de los inversionistas y poseedores de bonos», viene calculando de modo regular y guiándose por los datos oficiales del Instituto de Estadística de Rusia, el costo de la vida en el momento actual y tomando como referencia el de 1990. Con esa correlación se determina el curso del rublo ruso en relación al soviético, por el cual el «Sberbank» debería compensarnos los ahorros anteriores a las reformas, y que sigue sin compensar.
De acuerdo con sus cálculos, el rublo soviético a fecha 31 de diciembre de 2010, equivaldría a 94,63 rublos rusos. Mientras que un año antes, el 31 de diciembre del 2009, ese rublo soviético valdría 78,7 de los actuales. En otras palabras, en un año el costo de la vida ha aumentado en un 20,2%. Ese ha sido el incremento real para las capas menos pudientes de la sociedad, durante el pasado año. La patata, la col, las zanahorias y demás verduras se han encarecido en un año hasta en un 67%.
Si comparamos estas cifras con las que nos ofrece el gobierno como generosos presentes preelectorales, se explica fácilmente cómo es que en Rusia crece tan rápido el número de multimillonarios y cómo aumentan sus fortunas. La principal fuente de su bienestar no es otra cosa que el primitivo acrecentamiento del saqueo a la mayoría del pueblo de Rusia por el gobierno de Putin.