El llamamiento a detener la producción de carbón y automóviles parece a menudo una amenaza para el empleo. Pero los sindicatos alemanes han entendido que la transición verde debe tener lugar. Y están luchando para asegurarse de que los patronos, no los trabajadores, paguen por la justicia climática. Si bien las vacaciones de verano han […]
El llamamiento a detener la producción de carbón y automóviles parece a menudo una amenaza para el empleo. Pero los sindicatos alemanes han entendido que la transición verde debe tener lugar. Y están luchando para asegurarse de que los patronos, no los trabajadores, paguen por la justicia climática.
Si bien las vacaciones de verano han interrumpido los paros escolares, el movimiento Viernes por el Clima, liderado por lxs adolescentes, no ha abandonado su lucha para salvar el planeta. Desde el comienzo del movimiento, los líderes como la sueca Greta Thunberg y la alemana Luisa Neubauer tienen trabajo para construir lazos sociales más amplios que las generaciones anteriores de activistas ambientales, incluso con los sindicatos. Con esto en mente, el 20 de septiembre verá el comienzo de la «Huelga por el clima», una huelga general de una semana de duración prevista en todo el mundo para detener la producción y atraer la atención política sobre la emergencia climática.
La necesidad de «salvar empleos» siempre ha sido opuesta al llamamiento al cierre de industrias dañinas. Sin embargo, la magnitud del desastre que enfrentamos ha centrado la atención en la necesidad de cerrar la brecha entre el militantismo verde y el militantismo obrero. En particular, la integración de la reivindicación por una «justicia climática» -argumentando que no son los pobres, los vulnerables y lxs explotadxs quienes deberían pagar la transición a una economía verde neutra en carbono- ha demostrado que salvar el planeta y la justicia social realmente pueden ir de la mano. El llamamiento de Alexandria Ocasio-Cortez a favor de un New Deal verde es un ejemplo perfecto.
Alemania tiene una historia particularmente profunda de movilización ecológica, incluso con campañas radicales que han gozado de un amplio apoyo popular. Históricamente, su movimiento ecologista se ha caracterizado por una fuerte corriente antiautoritaria. De hecho, en las décadas de 1970 y 1980, el movimiento para detener el transporte de residuos nucleares utilizó formas de desobediencia civil similares a la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos.
A diferencia de muchos otros países, estos movimientos no están al margen de la política, pero están profundamente arraigados en vecindarios y comunidades. Sin embargo, independientemente de la fuerza del activismo climático, los sindicatos tradicionalmente se han mantenido alejados de las luchas ambientales. Pero ahora, en la ola del movimiento de «Viernes por el Clima», el movimiento sindical está comenzando a adoptar como propio el llamamiento a la transición verde.
¿El empleo primero?
Hay muchos obstáculos para tal conversión. En los últimos años, los militantes de la desobediencia climática civil han centrado su atención en el cierre de dos minas de lignito a cielo abierto, una en Renania y la otra en Lausitz, en la antigua Alemania Oriental. El lignito es una de las fuentes de energía menos eficientes y contaminantes, pero una fuente clave de empleo en ambas regiones. Ello desencadenó repetidos enfrentamientos entre miembros del sindicato de la química y de los mineros -el IG BCE (Industriegewerkschaft Bergbau, Química, Energía, resultado de una fusión en 1997)- y los militantes que vinieron a Renania para ocupar la selva de Hambach y la mina a cielo abierto. El secretario general de IG BCE, Michael Vassiliades, insistió sobre la necesidad de dar prioridad al empleo y de pensar en las cuestiones medioambientales como secundarias, garantizando así el conflicto entre los militantes sindicales y los climáticos.
Esta posición correspondía con una participación significativa del sindicato IG BCE en la comisión del gobierno alemán para la eliminación del lignito, un proceso lento que pone al país en contradicción con el Acuerdo de París sobre el Clima (diciembre de 2015). Por el momento, todas las partes interesadas, incluidos los sindicatos, están de acuerdo en que la producción de carbón debería detenerse para 2038, pero el énfasis del IG BCE únicamente en los empleos le ha aislado de toda noción de «justicia climática». Ciertamente, hay motivos para preocuparse: el sector de las energías renovables (eólica y solar) es notoriamente antisindical, a diferencia del «diálogo social» y el «partenariado» existentes en las antiguas ramas industriales. Sin embargo, el riesgo es precisamente que esta ceguera respecto a las cuestiones ecológicas permita a los empleadores asumir solos la responsabilidad de dirigir la «transición ecológica».
No todo el movimiento obrero organizado permanece estancado en una posición tan puramente defensiva. Tras el llamamiento del Viernes por el clima de detener la producción de carbón para el 2030, el secretario general del sindicato, Ver.di Servicios, Frank Bsirske, dijo que la eliminación debería acelerarse lo más posible. Este llamamiento desencadenó una movilización de la Alternative für Deutschland (AfD), una organización de extrema derecha que atacó oportunistamente a Bsirske como «anti-industria» y que quería dañar a los trabajadores alemanes. Los comentarios de Bsirske no fueron apreciados por todos los sindicatos. Durante el campamento climático «Ende Gelände» (Poner fin a esta zona), militantes, el ala joven del IG BCE, acamparon para exigir la seguridad del empleo y la continuación de la mina a cielo abierto.
Salir de la rutina
Como se puede constatar, la conciencia ecológica de Alemania, que hace la creciente fortuna política del Partido Verde y el aumento de las tiendas bio (Bioläden) que venden alimentos ecológicos, no se traduce necesariamente en sindicatos más progresistas en los temas climáticos. Por el contrario, el radicalismo del medio militante climático, así como el corporativismo del sindicalismo del «empleo primero», han creado una brecha más profunda que en otros países entre los sectores obreros y los medios ligados con las batallas ambientales.
Sin embargo, la huelga climática del 20 de septiembre abre la posibilidad de comenzar a superar la desconfianza entre los sindicatos y los grupos ambientalistas. Si bien el Derecho del Trabajo alemán no permite ningún tipo de huelga política, las huelgas climáticas de «Viernes por el Clima» ya han tocado la cuerda sensible de los sindicatos en las industrias manufactureras y de servicios. Y comienzan a movilizarse.
En junio, el mayor sindicato alemán, el IG Metall, organizó una manifestación para exigir una transición equitativa y ecológica. La crisis más general de la industria automotriz alemana, concentrada en el escándalo de datos de emisiones manipuladas de Volkswagen (Dieselgate), puso de manifiesto los males particulares del sector automotriz. Dada la estrecha relación entre los sindicatos de la industria manufacturera, las compañías alemanas cotizadas en Bolsa en el DAX y el Estado alemán, esta manifestación podría representar un paso hacia la convergencia entre los sindicatos y los grupos ambientalistas. Esta alianza «obrero-verde» es tanto más necesaria que el cambio climático, así como los nuevos desarrollos tecnológicos, van a obligar a las fábricas automotrices a pasar de la producción de vehículos eléctricos [que recargándose gracias a una electricidad producida por el carbón representan un engaño, red. alen.] o de vehículos diferentes.
Para organizar esta manifestación, el IG Metall alquiló diez trenes y ochocientos autobuses para llenar las calles de Berlín con decenas de miles de trabajadores metalúrgicos. Se trató de una etapa importante para el sindicato y su compromiso con la transición verde. Aunque ningún representante de Viernes por el clima se dirigió a la manifestación, es impensable que podría haber tenido lugar sin estas movilizaciones en marcha. En el momento de escribir este artículo, el IG Metall aún no ha decidido apoyar la huelga climática del 20 de septiembre.
Más prometedores son las evoluciones en el sector del transporte, donde el sindicato de los ferroviarios EVG (Eisenbahn- und Verkehrsgewerkschaft) ha anunciado la presencia de sus propios miembros en las manifestaciones de «Viernes por el Clima» y su apoyo a los objetivos del movimiento. Eso no debería ser una sorpresa dada las reclamaciones del movimiento de transportes públicos de mejor calidad y más accesibles. El siguiente paso es que esta solidaridad interesada se refleje también en que los conductores de trenes y otros miembros del personal detengan los trenes para la huelga climática del 20 de septiembre.
Pero son los sindicatos del sector servicios los que se han unido más rápida y fuertemente al objetivo del creciente movimiento de huelga climática y al llamamiento a la huelga. Aquí, la relación entre los empleadores, el Estado y los sindicatos no se define como tal por una práctica corporativa, y los trabajadores no tienen que preocuparse por perder sus empleos en la misma medida.
La semana pasada, Frank Bsirske argumentó que los miembros de ver.di deberían seguir el llamamiento de Greta Thunberg y unirse a la huelga del 20 de septiembre. La cuenta de Twitter de Ver.di muestra a Bsirske diciendo: «Quien pueda hacerlo debe irse y salir a la calle. Iré, eso es seguro». Luisa Neubauer, una de las jóvenes huelguistas del clima más prominentes de Alemania, calificó el llamado de Bsirske como «un gran paso adelante», y demostró que las huelguistas climáticas están tomando conciencia de la potencia del movimiento sindical.
Ver.di no llama a sus miembros directamente a la huelga. Pero el sindicato alienta a sus miembros a tomarse un día libre colectivamente para apoyar el movimiento o celebrar un «descanso activo para el almuerzo»: una reunión a la hora del almuerzo fuera de su lugar de trabajo. Esta podría ser una forma útil de involucrar a los miembros del sindicato y otros trabajadores/trabajadoras en la lucha por el planeta al tiempo que eleva el perfil de la huelga climática. Dado que una reciente petición sobre el cambio climático, iniciada por miembros de base, ha recogido más de 46.000 firmas, parece que los trabajadores/trabajadoras de los servicios de los sectores público y privado podrían comenzar a pasar a la acción.
A diferencia de los Estados Unidos, donde los enseñantes han estado a la vanguardia de la construcción del sindicalismo social y de la huelga en los Estados dominados por los republicanos, los enseñantes alemanes son funcionarios públicos y, por lo tanto, no tienen derecho a la huelga. Sin embargo, aunque no pueden dejar su puesto, el sindicato de la educación GEW ( Gewerkschaft Erziehung und Wissenschaft), apoyó a los estudiantes en este proceso. Ilka Hoffmann, miembro del ejecutivo del sindicato de las escuelas, apoyó públicamente la huelga, pero también la criticó por no hacer lo suficiente para poner el acento en las cuestiones de explotación del trabajo y de justicia social que afectan a lxs asalariadxs. La sección Renania del Norte-Westfalia del GEW también hizo un llamamiento de forma decisiva para detener las represalias contra lxs estudiantes que hagan huelga, aunque todavía no está claro qué formas de acción los enseñantes llevarán a cabo durante la semana de la huelga por el clima.
La huelga también debería afectar al sector de la construcción. El mayor sindicato de la construcción y lo inmobiliario de Alemania, el IG BAU (IG Bauen-Agrar-Umwelt), cuyo nombre incluye la palabra «Umwelt» (medio ambiente), llamó a sus miembros en las obras de construcción a unirse a la huelga climática. Exige que Alemania reduzca sus emisiones de CO2 en un 40% para el 2020.
La legislación laboral alemana prohíbe a los trabajadores emprender una huelga política. Por lo tanto, el BAU IG está presionando a los empleadores para que den a sus asalariadxs la oportunidad de participar en las manifestaciones de los ·»Viernes por el Clima·. Este movimiento inteligente lleva la pelota de vuelta al campo de los empleadores, obligándolos a mostrar hasta dónde llega su orgullosa identificación con las iniciativas etiquetadas de «responsabilidad social corporativa» y «lugar de trabajo verde». Tal decisión de presionar a los empleadores para que cierren sus puertas podría darle a la huelga por el clima una dimensión completamente nueva.
Hacer la transición
Si los sindicatos quieren casar la transición verde con la defensa de los intereses de lxs trabajadorxs, deben reflexionar cuidadosamente sobre cómo pueden usar su poder institucional y organizativo en el lugar de trabajo y en el nivel de los sectores económicos. Después de todo, el 53% de lxs trabajadorxs y de lxs empleadxs están cubiertos por convenios colectivos, lo que le da a numerosos sindicatos una gran influencia sobre la evolución del mercado de trabajo.
Los que gozan de una posición tan estratégica podrían usarla para exigir una mejora de las competencias de lxs trabajadorxs de las industrias clave que no tienen futuro en una economía neutra en carbono, y para establecer nuevas reglas de salud y de seguridad que podrían contribuir a reducir las emisiones de carbono y obligar a los empleadores a cambiar la forma en que se producen los bienes y se prestan los servicios. Entre otras cosas, los sindicatos podrían usar sus convenios colectivos para pasar a una semana de cuatro días, lo que también reduciría las emisiones de CO2.
A pesar de todos estos desarrollos positivos dentro del movimiento sindical, los principales medios de comunicación alemanes continúan presentando de manera binaria el diálogo emergente entre los «Viernes por el Clima» y el movimiento sindical, como si la defensa del empleo actuara inevitablemente contra los intereses más amplios del planeta. Esa es exactamente la historia que los sindicatos deben hacer estallar.
Hasta ahora, el apoyo de los sindicatos alemanes al movimiento «Viernes por el Clima» sigue siendo simbólico. Los sindicatos ciertamente podrían hacer mucho más para cuestionar la economía alemana del carbono (el capitalismo fósil). Sin embargo, su participación el 20 de septiembre podría comenzar a cerrar la brecha entre los sindicatos y los movimientos ambientales ya fuertes en Alemania. Esto es más necesario que nunca para garantizar que lxs trabajadorxs no paguen el precio de una transición a una economía verde.
Mark Bergfeld es director de los servicios inmobiliarios de la confederación UNICARE, parte de Global Union-Europa.
(Artículo publicado en Jacobin el 18/082019, traducido al francés por A l’Encontre)
Traducción: viento sur