Como lo fueron los exprimeros ministros de Gran Bretaña Tony Blair y de España José María Aznar para imponer el caos en el Oriente Medio con la sangrienta guerra contra Iraq, el presidente de Argentina, Mauricio Macri, y el mandatario ilegitimo de Brasil Michel Temer, son los dos nuevos «agentes públicos» de Estados Unidos destinados […]
Como lo fueron los exprimeros ministros de Gran Bretaña Tony Blair y de España José María Aznar para imponer el caos en el Oriente Medio con la sangrienta guerra contra Iraq, el presidente de Argentina, Mauricio Macri, y el mandatario ilegitimo de Brasil Michel Temer, son los dos nuevos «agentes públicos» de Estados Unidos destinados a descomponer a Nuestra América.
El otrora inquilino de la Casa Blanca George W. Bush reclutó a Blair y Aznar, este último record Guinness en sumisión a Washington, y los convirtió en sus principales peones en la invasión castrense a Iraq, que ha hecho de ese país el más grande cementerio del mundo.
Por supuesto que el objetivo geopolítico de los «tanques pensantes» estadounidenses fue y sigue siendo desestabilizar para ejercer su dominio en el Medio Oriente y el norte de África, dada sus riquezas petrolíferas, como se ha confirmado en los últimos años con las también agresiones militares a Libia y Siria, sometidas hoy al horror del terrorismo fomentado por el Pentágono que se ha extendido sin control por esas regiones.
Precisamente un informe denominado «Chilcot», difundido hace escasas horas en Londres, reveló que Blair prometió «lealtad» a W. Bush para lanzar la conflagración contra Iraq, documento que lo puede conducir al banquillo de los acusados en Gran Bretaña.
De Aznar nada nuevo hay que subrayar porque es conocido de sobra todo lo que ha hecho por orden de la Casa Blanca, desde recorrer Latinoamérica en busca de jóvenes soldados «carne de cañón» para emplearlos en la guerra impuesta a los iraquíes, hasta participar en conspiraciones e intentonas golpistas en Latinoamérica.
Lo que si puede ser novedoso es que el «caballerito español» termine también juzgado por sus crímenes de lesa humanidad, lo cual hace mucho tiempo debió ocurrir con los tres protagonistas de la afamada foto de Azores.
Washington, empeñado siempre en perturbar la paz, la estabilidad y la unidad de los pueblos, ahora lo hace a fondo en la Patria Grande, y escogió para ello a dos nuevos empleados, los «agentes» Macri, de Argentina, y Temer, de Brasil.
El primero, un dictador «reciclado» y capaz de empobrecer y vender su país en solo seis meses, es el hombre del Pentágono destinado a relanzar la Alianza del Pacifico, una organización conformada por Chile, Perú, Colombia y México, e incitada por Estados Unidos en detrimento de otras autóctonas con innumerables proyectos sociales y de integración como la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) o la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
No por gusto el neoliberal Macri estuvo presente en la Cumbre de la Alianza de Pacífico celebrada en Chile hace pocos días, en donde manifestó la intención de su régimen de que Argentina forme parte de ese grupo.
Obvio, el mandatario argentino tiene la «tarea» de tratar de estropear la UNASUR, la CELAC y el ALBA, a tono con la arremetida que lleva a cabo la derecha en Nuestra América con el respaldo del gobierno y los sectores ultraconservadores norteamericanos.
Socavando esos mecanismos regionales que abogan por la unidad y la segunda independencia de la Patria Grande, la Casa Blanca pretende detener la sepultura de la Organización de Estados Americanos (OEA), e insistir en sus fracasadas tentativas de cercar a la Venezuela Bolivariana y Chavista, una presa que el Águila Imperial del Norte ansía devorar a toda costa por sus inmensas reservas de crudo.
Asimismo trataría de resucitar al enterrado instrumento de saqueo del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), como bien alertó el acertado presidente boliviano, Evo Morales.
Temer, el otro flamante «agente público» de Washington tiene la encomienda cardinal de torpedear a los BRICS, que conforman Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, todas llamadas potencias emergentes que Estados Unidos mira con muchos recelos porque juntas son un real peligro para su enfermizo y resquebrajado hegemonismo.
El golpista brasileño, artífice del juicio político contra la presidenta constitucional del gigante sudamericano, Dilma Rousseff, agiliza las privatizaciones de las grandes empresas nacionales, entre ellas la insigne Petrobras, lo que constituyen fuertes traspiés al pujante pero joven club de los BRICS, con efectos negativos para Latinoamérica y el Caribe.
Pero a Macri y Temer, al igual que a Blair y Aznar, les depara el mismo destino que quienes como ellos han oprimido, asesinado o traicionado a los pueblos: la cárcel, el desprecio y un seguro viaje al basurero de la historia.
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