Estamos viviendo en el siglo 21, la cacería de brujas del macartismo propalado en el mundo por los teóricos de la dominación colonialista de los Estados Unidos, es cosa del pasado. Lo vivimos quienes en las décadas del 50 y 60 éramos estudiantes de secundaria. Así las cosas, aparecer ahora gritando que mi partido no […]
Estamos viviendo en el siglo 21, la cacería de brujas del macartismo propalado en el mundo por los teóricos de la dominación colonialista de los Estados Unidos, es cosa del pasado. Lo vivimos quienes en las décadas del 50 y 60 éramos estudiantes de secundaria. Así las cosas, aparecer ahora gritando que mi partido no es de izquierda, revela inaceptable cobardía política.
En su momento critiqué la timorata negativa que hizo, muy asustada, la ingeniera Balbina Herrera desmintiendo que recibió apoyo del fallecido líder de la Revolución Bolivariana Hugo Chávez, para correr a retratarse al lado del gestor de la invasión genocida de los gringos, George Bush. Por eso resulta muy triste ver cómo voceros connotados de un partido que aglutina a la clase trabajadora se sacuda del sanbenito izquierdista, y parecer potable ante una sociedad latinoamericana que ha ido reemplazando las estructuras de extrema derecha en los mandos gubernamentales de una apreciable cantidad de pueblos hermanos. Nadie les exige que adopten etiqueta revolucionaria, ni mucho menos; o son progresistas o son reaccionarios.
Los electores de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay, El Salvador, y hasta Guatemala hace unos cuantos años, desafiaron los agresivos e histéricos ataques del poder económico y mediático que sataniza a los colectivos políticos que abrazan la causa de los desvalidos, de los que nada tienen frente a la clase minoritaria que todo lo tiene, y que se oponen al avance de la liberación de esas mayorías irredentas.
Huy, qué miedo…. Viene el cuco imperial, no yo no soy izquierdista, yo no soy comunista. Es el reflejo de quienes no saben o, pretenden ignorar, que ya los pobres de la tierra no le temen a las amenazas de la potencia mundial que habla de los dientes para afuera de unos derechos humanos que no respetan, porque todavía hay en los Estados Unidos no sólo discriminación racial contra los negros, sino contra los hispano parlantes y otras minorías que con su trabajo han engrandecido la patria de Lincoln. Hace ya mucho tiempo que dejaron de amarrarse a los perros con longanizas para que haya mentalidades que se creen el cuento de que lo que existe en el norte es una democracia. Nada más falaz, no cabe en la conciencia del hombre que vive estos tiempos. La esfera de influencia y la correlación de fuerzas son otras. El imperialismo en decadencia, cuesta abajo en la rodada, como dice el tango. Esas mentes oscurecidas tienen que actualizarse o resignarse a perecer. La hipocresía de Washington quedó en evidencia durante el sepelio de Nelson Mandela cuando el mundo vino a enterarse, al fin, que la desaparición del apartheid, que prevalecía porque el régimen de Pretoria contó siempre con el apoyo norteamericano, e incluso que la CIA se encargó de entregar al valiente luchador. La libertad fue posible gracias a la incursión de miles de soldados, voluntarios cubanos para liberar a los pueblos del sur del continente negro. Pese al espaldarazo estadounidense las tropas sudafricanas tuvieron que huir en estampida y Mandela excarcelado. Lo demás es historia como también es histórica su filiación como terrorista por los gobernantes norteños.
El Derecho Internacional es papel higiénico para la Casa Blanca que se cree policía del mundo y su prepotencia ha dejado de asustar a la humanidad que ha comprobado que no tiene autoridad moral para dictarle pautas sobre libre albedrío a las demás naciones del planeta. Lo que los contemporáneos de todas pares corroboran, es que los EE.UU. son los asesinos de líderes políticos, y que el espionaje no lo limitan solo a sus adversarios porque ahora lo practican hasta con sus propios aliados europeos que parecen haber perdido la dignidad y su reacción es pusilánime. Para nadie es un secreto que se niegan a combatir el tráfico de drogas y de armas, dentro de su territorio, porque son los mayores consumidores y ese es su negocio. El apoyo a los Irán-contras y las denuncias de dirigentes progresistas así lo confirman.
Luego entonces, mostrar temor a los cazadores de brujas que todavía habitan en las cavernas de la prehistoria, es mal presagio para las mujeres y hombres que sueñan con la utopía de ver triunfar a las clases productoras del campo y la ciudad. Es signo de debilidad inadmisible a estas alturas de la vida. ¿O es que mataron al tigre y ahora le tienen miedo al cuero? Tomar en cuenta que el monstruo imperial, al notar debilidad aprovecha para abusar.
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