Traducido del italiano para Rebelión por S. Seguí
Eran aproximadamente 150.000 mujeres las que se manifestaron el pasado sábado 24 de noviembre en Roma, en protesta contra la violencia hacia la mujer y contra las medidas del paquete de seguridad presentado por el gobierno de Romano Prodi.
«Si tengo la violencia en casa, ¿de qué me sirve la policía?». No es casual que esta frase fuera adoptada como lema de la manifestación, ya que explica la causa desencadenante que ha impulsado a los colectivos femeninos y feministas a salir a la calle.
En Italia, la primera causa de muerte entre las mujeres es la violencia entre las paredes del recinto doméstico. Pero, este inquietante dato que, obviamente, exige un cambio cultural radical para hacer frente a la batalla contra la violencia hacia la mujer, ha sido instrumentalizado por el gobierno italiano para inspirar un paquete de seguridad xenófobo y racista, a partir del reciente episodio de una mujer italiana asesinada por un hombre de etnia gitana (véase el artículo «El éxodo de rumanos de Italia»1 de esta misma autora). Por consiguiente, el primer mensaje que esta manifestación -adecuadamente compuesta por colectivos de mujeres gitanas, islámicas y extracomunitarias en general- ha querido transmitir es el siguiente: estamos contra la retórica que hace cargar a las minorías extranjeras con la culpa de la violencia contra la mujer, cuando en realidad ésta se produce, en su mayor parte, en la propia familia, concretamente en el seno de familias en su mayoría italianísimas.
«Desde los años 70 no se veía una manifestación de este tipo y con tanta participación», dijo con lágrimas en los ojos la escritora Dacia Maraini (compañera en una época de Alberto Moravia). Es una afirmación que la retórica comunicativa superficial y de mala fe ha querido interpretar como un nostálgico desfile de restos del 68, cuando en realidad no se discutían las reivindicaciones de género ni la contraposición hombre-mujer, sino que se cuestionaba una cultura masculina y machista de la que las mujeres no sólo son víctimas sino también parte activa.
Es éste el sentido del segundo mensaje político expresado con una contestación de las parlamentarias presentes en la manifestación, de derecha e izquierda, que aunque votaron contra las medidas del paquete de seguridad del gobierno de Prodi son portadoras de esta misma cultura. Las parlamentarias presentes fueron alejadas de la manifestación y interpeladas con frases como «Vergüenza, vendidas». Se les impidió subir a la tribuna al final de la manifestación al grito de: «Basta con las mujeres objeto y las pasarelas.» Con ello les expresaban que no tiene importancia oponerse a una medida concreta, por una cuestión oportunista de género, cuando las opciones profesionales y de vida avalan diariamente un sistema declaradamente machista.
Era preciso que fueran las mujeres quienes rompiesen el círculo de hipocresía y no se dejasen engañar por las apariencias de una supuesta proximidad de las diputadas, en particular de las de centro-izquierda, investidas de una superioridad moral (respecto a sus colegas de centro-derecha) que en su mayor parte no poseen.
El tercer acontecimiento altamente simbólico de la manifestación fue el de expulsar a los periodistas enviados a retransmitirla en directo para una televisión italiana. ¿Por qué, se preguntan asustados, se expulsa a los que quieren únicamente documentar el acontecimiento? La respuesta es bien clara y se enmarca en todo lo expuesto anteriormente. Todos los cambios inscritos en este sistema son ficticios y sirven para perpetuar lo existente. Como dicen los franceses: Plus ça change, plus c’est la même chose.2 Por consiguiente, nada de concesiones a unos medios de los que tenemos todos los motivos para desconfiar.
Por último, hay otra serie de razones para reivindicar cuestiones contingentes, pero no por ello menos importantes. Una en particular: la reivindicación contra la larga mano del Vaticano que oprime por mediación de algunos diputados y bloquea el programa de gobierno para las uniones civiles.
Podemos concluir diciendo que un vendaval de cultura femenina oxigenó el pasado sábado las calles de Roma. Cultura femenina entendida como cultura de la no violencia, de la no hipocresía, de la ausencia del mito del poder, de la reivindicación de valores como el respeto, el amor y la solidaridad. Y del valor de salirse de los esquemas. Una cultura femenina -que quede bien claro- que no pertenece sólo a las mujeres y no pertenece a todas las mujeres.
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1 http://lahaine.org/index.php?blog=3&p=25524
2 «Cuanto más cambia, más sigue igual» (N. del T.)