Cualquier valoración sobre la guerra de Ucrania y la anexión rusa de una parte del país, que se haga sin tener en cuenta todos los conflictos ocurridos en el Este y el Sur de Europa desde 1989, básicamente en lo que fueron la Unión Soviética y Yugoslavia, tiene un alto riesgo de caer en la muy habitual doble vara de medir.
Con la caída del Muro de Berlín (1989) y la reunificación alemana (1990), propiciados por Mijaíl Gorbachov, Estados Unidos se comprometió, aunque nunca por escrito, a que la OTAN no se expandiría ni un milímetro hacia el Este del continente europeo. Sin embargo, un Gorbachov ya claramente debilitado políticamente por el intento de golpe de estado del sector más conservador del PCUS y de una parte de las fuerzas armadas (1991), fue incapaz de oponerse, pocos meses después, a la disolución de la URSS, de facto un nuevo golpe de estado contra el último líder soviético. Fue promovido por los presidentes «autonómicos» de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, tres de las quince repúblicas federadas, con el ruso Boris Yeltsin a la cabeza. Prácticamente nadie defendió entonces la integridad territorial de una Unión Soviética en plena transición democrática. Yeltsin, con el apoyo occidental, pronto volvió a establecer los peores métodos autoritarios, incluyendo un nuevo golpe de estado institucional (sic) contra el parlamento de la nueva Federación Rusa independiente, todavía de mayoría comunista (1993), que fue duramente bombardeado. También aplicó una durísima represión en Chechenia, que Tony Blair comparó entonces (2001) con la «guerra contra el terrorismo» de Occidente, según nos recuerda Owen Jones. 1 Si bien en Georgia ya se habían producido importantes enfrentamientos antes de la disolución formal de la URSS, pronto los conflictos, la mayoría de los conflictos, Abjasia y Osetia del Sur (igualmente en Georgia), Transnistria (Moldavia), Alto Karabaj (también conocida como Nagorno Karabaj (Azerbaiyán) y más tarde en el Donbass, Crimea y otros territorios del este de Ucrania. El apoyo a los secesionistas por parte de Armenia en el Alto Karabaj (finalmente derrotados por las tropas azebaiyanas, y de la Federación Rusa en el resto, fue fundamental, llegando a la anexión en el caso de los territorios ucranianos.
Desde la misma bolchevique de 1917, EEUU y buena parte de los países occidentales quisieron acabar con cualquier régimen socialista o comunista en el antiguo imperio zarista, pero también con cualquier Rusia poderosa, salvo que estuviera dispuesta a convertirse en una potencia regional bajo la tutela de los intereses americanos (lo que sólo consiguieron en parte con Yeltsin). Los graves conflictos nacionalistas seguramente podrían haber tenido algún tipo de solución federal o confederal, pero eso nunca le interesó a Occidente.
Por su parte, en la República federal Yugoslava, las diferentes guerras que se sucedieron entre 1991 y 2001 acabarían con la disolución de la federación y la creación, también con el apoyo de Occidente, de 6 nuevas repúblicas independientes (7 si contamos Kosovo, todavía no reconocido por la ONU ni por cinco países de la UE). Las llamadas “guerras yugoslavas” se enfrentaron muy duramente a serbios contra croatas, serbios contra bosniacos (bosnios musulmanes) y serbios contra albano-kosovares, pero también a croatas contra bosniacos y, más tarde, a macedonios contra albano-kosovares. Tensiones significativas, pero sin llegar a un conflicto bélico propiamente dicho, se han producido en los últimos años entre los serbios de la República Srpska (es decir la República autónoma de Serbia) y el gobierno de Bosnia Herzegovina, así como entre la minoría serbia de Kosovo y las autoridades de este territorio.
Cuando la OTAN bombardeó Belgrado, en 1999, la supuesta justificación fueron las terribles violaciones de los derechos humanos por parte del presidente serbio Slobodan Milosevic. Sin embargo, según la escritora canadiense Naomi Klein, 2 citando antiguos altos cargos estadounidenses, no habría sido la difícil situación de los albanokosovares sino más bien la resistencia yugoslava a una reforma política y económica a fondo, que encajara con el sistema neoliberal, lo que explicaría mejor la intervención de la OTAN. También Noam Chomsky, afirmaba que la mayoría de las atrocidades fueron posteriormente a la intervención de la OTAN, cuando se despreció las opciones diplomáticas disponibles. 3 Una injerencia y posterior tutela geopolítica de las grandes potencias occidentales, con una negociación por arriba y sin referéndum popular alguno en el caso de Kosovo, en palabras de Jaime Pastor. 4
En cualquier caso, de la veintena de nuevos estados independientes desde 1990, procedentes de las antiguas URSS, Yugoslavia y Checoslovaquia, sólo la separación de Chequia y Eslovaquia (1993) y de Serbia y Montenegro (2006), estuvieron propiamente pactadas en el seno de los estados de los que formaban parte. Pero que el orden internacional basado en normas priorice el principio de integridad territorial o el de autodeterminación, ya sea en Kosovo o Crimea, por citar dos casos emblemáticos, es algo que, como nos recuerda Rafael Poch, depende en exclusiva de los intereses de Occidente. 5 Así, Estados Unidos reclamó de facto el derecho de autodeterminación para Kosovo en 2008, pero lo rechazó en Osetia del Sur y en Abjasia ese mismo año, y en Crimea en 2014, como nos recordaba Carlos Taibo. 6
La cuestión de fondo sería ¿por qué Occidente ganó la ruptura, pacífica o violenta de la URSS y Yugoslavia, con sus fronteras procedentes de la Segunda Guerra Mundial y mantenidas durante la guerra fría, pero ahora considera inaceptable cualquier ruptura de la integridad territorial en Ucrania (ya sea mediante referendos hipotéticos o por la vía militar)? Es evidente que ha sido por claros intereses geopolíticos. Algunas secesiones no hubieran sido posibles sin la intervención armada de la OTAN, como otras tampoco sin la participación de Rusia. Hoy, los conflictos continúan, pues el objetivo de Putin y su equipo es recuperar la influencia política y económica (por diferentes medios, en casos militares), en buena parte del espacio post-soviético anterior a la Segunda Guerra Mundial, que probablemente no incluye ningún territorio de los países que hoy forman parte de la OTAN, ni siquiera los países bálticos anexionados por algunos URSS al final de aquella guerra, mientras el objetivo de Estados Unidos y sus más fieles aliados es evitarlo y seguir debilitando a Rusia, aunque sea llevando el conflicto a las puertas del kremlin,
Notas
1. Owen Jones. La agresión de Putin es un argumento a favor de un movimiento antibélico. ElDiario.es. 03/02/2022
2. Naomi Klein. La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Ediciones Paidos. Barcelona, 2007
3. Noam Chomsky (Entrevistado por CJ Polychroniou). Una escalada militar de EE.UU. contra Rusia no tendría vencedoras. Rebelión. 15/03/2022
4. Jaime Pastor. Los nacionalismos, el estado español y la izquierda. La Oveja Roja. Colección Viento Sur. Madrid. 2014
5. Rafael Poch. Putin y el giro de Rusia. Contexto. 20/05/2022
6. Carlos Taibo. En la estela de la guerra de Ucrania. Una glosa impertinta. Los libros de la catarata. Madrid. 2022
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