El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, acaba de dar nuevas muestras de la sensibilidad social que es propia de su cargo. Con la que está cayendo en el mundo este sábado no dudó en solicitar a la Unión Europea que aumente sus gastos militares porque si no el bloque seguirá siendo «un […]
El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, acaba de dar nuevas muestras de la sensibilidad social que es propia de su cargo. Con la que está cayendo en el mundo este sábado no dudó en solicitar a la Unión Europea que aumente sus gastos militares porque si no el bloque seguirá siendo «un tigre de papel».
Evidentemente, es cuestión de prioridades: al secretario general le preocupa que las cinco principales potencias militares europeas – Francia, Reino Unido, Alemania, Italia y España- con una población equivalente a la de EE UU y un PIB conjunto poco inferior, sumen un gasto militar que representa apenas el 40% del estadounidense.
Eso sí, el secretario se le olvida decir que, en 2008, cuatro de esos países -Francia, Reino Unido, Alemania e Italia- ya se encontraban entre los ocho que más gasto militar presentaban y que, además, el gasto conjunto de esos cuatro países suponía el 15% del gasto militar mundial.
Al secretario también se le olvida señalar, como recoge el SIPRI Yearbook 2009, que el gasto militar global en 2008 llegó a casi un billón y medio de dólares, lo que supuso un incremento en términos reales del 4% con respecto a 2007 y un 45% en los últimos diez años.
Para ser aún más gráfico y para que, en la comparación, el dato resulte aún más sangrante: en un mundo en el que existen más de 1000 millones de personas que viven con 1$ al día, el gasto militar durante 2008 fue de 217$ per capita.
No creo que nadie necesite mucha más pruebas para concluir que acabar con el hambre en el mundo es una cuestión de voluntad política y no de disponibilidad de recursos. Si los recursos existen para la muerte no cabe dudar de que también están disponibles para la vida, basta con invertir el orden de las prioridades y la mayor parte del trabajo estará hecho.
Lo grave es que, probablemente, algunos líderes europeos habrán prestado atención al mensaje de Rasmussen y se andarán preguntando qué partida del gasto social recortar para atender a la demanda del máximo mandatario de la OTAN y, con ello, seguir contribuyendo a la locura colectiva.
Alberto Montero Soler ([email protected]) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y puedes leer otros textos suyos en su blog La Otra Economía.
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