En nombre de una supuesta estabilidad institucional, los conservadores y socialistas europeos se reparten cargos y favores: los primeros han votado a Martin Schulz para presidir el Parlamento Europeo y es previsible que los segundos apuesten por Claude Juncker para la Comisión Europea
El 1 de julio del 2014 ha empezado oficialmente la nueva legislatura del Parlamento Europeo. En este día simbólico, ya podemos sacar unas primeras enseñanzas de este nuevo ciclo europeo.
El Parlamento Europeo gana peso
Desde el día de las elecciones europeas, hemos asistido a una dura lucha entre el Parlamento Europeo y el Consejo Europeo en torno a la presidencia de la Comisión Europea. La mayoría del Parlamento Europeo defendió con uñas y dientes el acuerdo al que llegaron en 2011 entre grupos conservadores, socialistas, liberales, verdes e izquierda: cada grupo designaría un «cabeza de lista» para las elecciones europeas y el presidente de la Comisión Europea, es decir del «gobierno europeo», tendría que ser el que más votos recibiera y fuera capaz de sumar mayoría política. Dicho de otro modo, en las elecciones europeas se expresa la ciudadanía europea y los jefes de Estado, reunidos en el Consejo Europeo, deben simplemente acatar las urnas. Pues bien, a pesar de que algunos jefes de Estado como Cameron (Reino Unido) y Orban (Hungría) llevaron hasta el final su cruzada euroscéptica, el Consejo Europeo no tuvo otro remedio que ceder ante esta reivindicación del Parlamento Europeo. Designó por mayoría relativa como candidato a la presidencia de la Comisión Europea al conservador Claude Juncker, cabeza de lista de la fuerza más votada el 25M. Ganó el pulso el Parlamento Europeo. Los egoísmos nacionales no pudieron con este pequeño avance de la democracia parlamentaria europea.
La Gran Coalición se pone en marcha
Quien mejor ha aprovechado esta nueva configuración institucional ha sido la «Gran Coalición». Argumentando la falta de alternativas reales para sumar una mayoría estable en el Parlamento Europeo, los conservadores y socialistas europeos han oficializado su alianza europea, reforzada esta última semana por el apoyo del grupo liberal europeo. Esta Gran Coalición no es tampoco una novedad: conservadores y socialistas votaron el 70% de las veces de forma conjunta en la pasada legislatura del Parlamento Europeo. Además, como bien es sabido, tanto a nivel europeo como nacional ambos son los principales responsables de la crisis y de las políticas de austeridad, y ambos son por ejemplo los principales beneficiados de las «puertas giratorias». Pero ahora dan un paso más. En nombre de una supuesta estabilidad institucional, se reparten cargos y favores: los conservadores han votado en la sesión de apertura de Estrasburgo a Martin Schulz para presidir el Parlamento Europeo y los socialistas votarán casi con total probabilidad a favor de Claude Juncker para la Comisión Europea.
Se abren nuevos espacios políticos
La Gran Coalición, que no deja de ser una opción política y estratégica legítima, marca tendencia. Primero, marca la abdicación de la socialdemocracia europea. Huérfana de proyecto, de visión y en proceso de descomposición en muchos países, es incapaz de articular una alternativa global al liderazgo político e ideológico de Merkel. Segundo, aunque queda todavía una ínfima esperanza de que la renovación del PSOE sea más que un barniz y por tanto lo impida, podría ser un preludio para España en las próximas elecciones generales. Sobre todo, esta dinámica refuerza un sentir ciudadano del «todos son iguales» y, cada vez más, abre nuevos espacios sociales y políticos. Los abre tanto hacia los extremos y populismos de todo índole como hacia nuevas alternativas transformadoras. Ante la amenaza de los partidos del odio y como alternativa real a la Gran Coalición, hagamos lo máximo a nivel europeo y local para hacer florecer la vía de la solidaridad, ecología y democracia.
Fuente: http://www.eldiario.es/euroblog/Parlamento-Europeo-Gran-Coalicion-alternativas_6_276882333.html