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Me equivoqué: el acuerdo de la UE con Trump es peor de lo que dije

Fuentes: Ganas de escribir

El pasado 28 de julio publiqué un artículo criticando el acuerdo que habían suscrito la presidenta de la Comisión Europea y el de Estados Unidos. Lo titulé Indignidad europea ante el engaño trumpista porque, a la vista de la primera información que se había proporcionado sobre su contenido, me parecía que la negociación arancelaria era una simple excusa para que Estados Unidos realizara un chantaje a la Unión Europea que ésta había aceptado indignamente.

Casi un mes más tarde se han anunciado sus contenidos más concretos y debo admitir que me equivoqué: es más lesivo para Europa de lo que me pareció en un principio.

Lo creo así por cuatro razones concretas que voy a mostrar de forma resumida y fácil de entender.

1) El acuerdo sobe los aranceles es desequilibrado en beneficio de Estados Unidos.

Según lo establecido en el acuerdo, la Unión Europea eliminará los aranceles sobre los productos industriales estadounidenses y aplicará un acceso preferencial a los productos agrícolas y marítimos procedentes de estadounidenses para que entren más fácilmente en nuestros mercados.

Sin embargo, Estados Unidos establecerá un arancel prácticamente generalizado del 15 % para los productos de la Unión Europea, incluidos los automóviles y sus componentes, los productos farmacéuticos y los semiconductores, y se mantendrá el del 50 % sobre el acero, el aluminio y el cobre.

2) El acuerdo obligará a que Europa modifique legislación que hasta ahora había establecido para proteger la salud y el medio ambiente de productos o prácticas nocivas.

En concreto, será muy nocivo en este aspecto por cuatro razones principales:

a) Obliga a que la UE reduzca o elimine las trabas que hasta ahora se han impuesto a productos alimenticios estadounidenses como vegetales, carne, alimentos procesados o lácteos por tener componentes o haber sido producidos utilizando conservantes, fertilizantes o productos para el engorde que son nocivos para la salud.

Esto significa, ni más ni menos, que la Unión Europea está dispuesta a renuncia al llamado principio de precaución o prevención (antes de poder vender un producto, hay que demostrar que no es perjudicial para la salud o el medio ambiente) que actualmente inspira su legislación. Los efectos de aplicar este principio frente a lo que se permite en Estados Unidos (vende, y si produces daño luego lo pagas) es que en los países de la Unión Europea hay muchas menos muertes o daños por el consumo de productos mal producidos, contaminados o fabricados con sustancias tóxicas de cualquier tipo. Sólo en ganadería, en Estados Unidos se utilizan 72 pesticidas prohibidos en la Unión Europea y el doble de antibióticos en animales. En este enlace hay una guía breve sobre los productos alimenticios que se utilizan en Estados Unidos y que hasta ahora prohibidos en Europa, pero que podrían empezar a consumirse aquí en cumplimiento del acuerdo.

b) En segundo lugar, el acuerdo compromete a Europa a «flexibilizar» la Directiva sobre diligencia debida de las empresas en materia de sostenibilidad y la Directiva sobre Información Corporativa sobre Sostenibilidad para que «no impongan restricciones indebidas al comercio transatlántico». Esto es muy grave porque Estados Unidos considera que es indebido el núcleo mismo de esas directivas: en palabras de los documentos oficiales de la Unión Europea, «garantizar que las empresas contribuyan al desarrollo sostenible y a la transición hacia la sostenibilidad de las economías y las sociedades mediante la detección y, cuando sea necesario, priorización, prevención, mitigación, eliminación, minimización y reparación de los efectos adversos reales o potenciales para los derechos humanos y el medio ambiente relacionados con las propias operaciones de las empresas, las operaciones de sus filiales y sus socios comerciales en las cadenas de actividades de las empresas, así como garantizando que los afectados por el incumplimiento de este deber tengan acceso a la justicia y a vías de recurso».

El acuerdo implica, por tanto, que Europa dará un paso atrás gigantesco en materia de responsabilidad empresarial con el bienestar y el medio ambiente. Por ejemplo, contempla que la Unión Europea también «flexibilice» adicionalmente (léase, disminuya sustancialmente o elimine) la norma que obliga a que los importadores de bienes con alto contenido de carbono (como acero, aluminio, cemento, fertilizantes y electricidad) paguen por las emisiones de gases de efecto invernadero generadas en su producción.

c) En tercer lugar, el acuerdo obliga a que la Unión Europea comunique con antelación a los operadores estadounidenses la regulación que se proponga llevar a cabo en materia de digitalización y propiedad intelectual. Una cesión de soberanía legislativa que no creo que necesite comentario adicional.

d) En cuarto lugar, en virtud del acuerdo no se cobrará a las grandes compañías americanas de entretenimiento (Netflix, Prime, HBO,Disney o Apple) por el uso de las infraestructuras de telecomunicaciones que utilizan para difundir sus contenidos. También sin necesidad de comentarios.

3) La obligación de realizar inversiones empresariales multimillonarias en Estados Unidos es una exigencia surrealista y colonial.

4) Finalmente, el acuerdo corrige la primera redacción más genérica e imposible de llevar a cabo cuando establecía que la Unión Europea llevaría a cabo inversiones multimillonarias en Estados Unidos. Ahora, se afirma que serán las empresas europeas las comprometidas a invertir 600.000 millones de dólares en sectores estratégicos de Estados Unidos hasta 2028, a adquirir gas natural licuado, petróleo y productos de energía nuclear estadounidenses por valor de 750 000 millones de dólares hasta ese mismo año, y chips de inteligencia artificial de Estados por un valor mínimo de 40.000 millones de dólares para sus centros de computación. Y, además de ello, se acuerda que los estados europeos aumentarán sustancialmente la adquisición de equipo militar y de defensa de Estados Unidos.

Estas últimas cláusulas del acuerdo son sencillamente aberrantes y, como he dicho, surrealistas y coloniales. Por sí solas valdrían para impugnar la actuación de cualquier gobierno que las asumiera. En primer lugar, porque se da como posible y deseable que a las empresas privadas se les obligue a invertir allí donde diga el autócrata de turno, por muy poderoso que sea. No se ha podido dar una visión más degenerada y surrealista de a dónde está llegando el capitalismo sin democracia de nuestros días. En segundo lugar, porque en cumplimiento del acuerdo, la Comisión Europea se obliga a alentar o facilitar que se lleve a cabo una inversión europea gigantesca en Estados Unidos cuando es sabido que en Europa hay un enorme déficit de inversión (cifrado en 800.000 millones de euros anuales por expresidente del Banco Central Europeo y del Consejo de Ministros de Italia, Mario Draghi) para avanzar en competitividad y no perder el tren de la revolución tecnológica y ambiental que se avecina. En tercer lugar, porque cualquier informe técnico mínimamente riguroso pondría de relieve (como se verá con el paso del tiempo) que se trata de condiciones que es práctica y materialmente imposible que se puedan cumplir. Pero cuyo incumplimiento, sin embargo, será la puerta de entrada de nuevos chantajes y sanciones.

Todo ello se ha hecho antidemocráticamente, con enorme opacidad, sin debate social y, lamentablemente,  con la complicidad y el apoyo de los eurodiputados socialistas que se supone defienden un modelo y un futuro diferente para la Unión Europea. Sus dirigentes están dispuestos a convertirla en algo peor que una colonia de Estados Unidos, y la inseguridad, la soledad y el declive que eso va a producir sólo tendrá un solo beneficiario, el populismo totalitario de la extrema derecha global que se alimenta del malestar que todo esto produce en la población más indefensa y desfavorecida.

Fuente: https://juantorreslopez.com/el-acuerdo-de-la-ue-trump-es-peor-de-lo-que-dij/